La amistad y la fe (por Jose-Román Flecha)

El evangelio que se proclama el cuarto domingo de cuaresma recoge el relato de la resurrección de Lázaro (Jn 11, 1-45). El texto juega con las dos dimensiones que configuran nuestra existencia: la realidad que nos revela como seres humanos y la apertura al ámbito divino. Las dos son importantes e imprescidibles. Las dos confluyen para contribuir a nuestra realización.

En el plano de lo natural se sitúan la amistad y el amor, la enfermedad y la nostalgia, la llamada y la interpelación al amigo, la muerte del ser querido y el llanto del que pasa por el trance del duelo. Nada de todo eso puede ser ignorado. Sería un error trivializar esas realidades y despreciar los sentimientos que desatan en nosotros.


En el plano de lo sobrenatural está la necesidad de la fe. Hasta siete veces aparecer el verbo “creer” en este relato. Preguntada por Jesús, Marta afirma creer que Él es el MesÌas, el Hijo de Dios que había de venir al mundo. Jesús ora, esperando que la gente que le rodea crea que el Padre lo ha enviado. Y los discípulos creen también en Jesús al ver que ha devuelto a Lázaro la vida.

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