Encuentro en el camino (por J.R. Flecha)

En primer lugar lo reconocen como un “profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo”. No es poco. Su confesión revela las convicciones y expectativas de su pueblo. Y, al mismo tiempo, nos ofrece su testimonio personal. Han escuchado las palabras de Jesús y han visto las obras que lo definen como un verdadero profeta.

En segundo lugar, confiesan que durante algún tiempo han esperado que Jesús fuera el liberador de su pueblo. La misión de Jesús había suscitado en ellos una fe que se identificaba con la confianza. Y esa fe había generado en ellos la esperanza. O, al menos, una esperanza nacionalista y reivindicativa.

Pero esos sentimientos pertenecen ya al pasado. En este momento caminan desencantandos. Abandonar Jerusalén equivale a abandonar la fe y la esperanza. No dicen que Jesús los ha defraudado, pero seguramente es lo que piensan. Y creen que lo mejor es olvidar sus propias ilusiones.

PRESENCIA Y REVELACIÓN
Sin embargo, hay algo que cambia el tono de la narración, y es la presencia de Jesús. A María Magdalena se había presentado como un hortelano o jardinero. A los discípulos que caminan hacia Emaús se presenta como un peregrino que retorna de Jerusalén. A la orilla del lago, se presentará como un experto en cuestiones de pesca. Los ojos humanos sólo descubren su apariencia. Es Él quien tiene que revelarnos su verdadera identidad.

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