Ser y parecer (31TOA por J-R Flecha)

“No eres más grande porque te alaben ni más vil porque te vituperen”. El pequeño libro de “La  Imitación de Cristo”, atribuido a Tomás de Kempis, nos sorprende siempre con aforismos como éste. Evidentemente, las apariencias nos seducen. Con demasiada frecuencia nos preguntamos por la opinión que los demás pueden tener de nosotros.

Por un interesante mecanismo hemos logrado confundir nuestro ser con nuestro parecer. Nos encanta trucarnos para salir al escenario de la vida. Por medio de ese truco, no siempre inocente, tratamos de engañar a los demás. En realidad nosotros mismos somos la primera víctima de nuestro engaño.

Esa utilización de nuestra apariencia puede ser blasfema cuando se lleva a cabo en nombre de Dios. El profeta Malaquías interpelaba a los sacerdotes de su tiempo por haberse apartado del camino de Dios (Ml 2, 8-10). No vivían en coherencia con su consagración. Su vida no era sólo una mentira. Era una impostura y un atropello a los demás. Con ello hacían tropezar a muchos.

INTERÉS Y BENEFICIO

También Jesús critica a los letrados y los fariseos por no vivir de acuerdo con la doctrina que enseñan (Mt 23, 1-12): “Todo lo que hacen es para que los vea la gente”. Los ropajes, los signos religiosos, la ambición por ocupar puestos de honor y por acaparar títulos y honores. Todo eso era y es signo de la mentira en la que se instala a veces la persona.

Una lamentable tentación nos lleva a mirar sólo al pasado. Escuchamos estas palabras de Jesús como imprecaciones dirigidas solamente a los dirigentes morales de su pueblo. Pero su mensaje es siempre actual y desenmascara nuestro propio fariseísmo. Con razón escribía san Jerónimo: “Ay de nosotros, miserables, que hemos heredado los vicios de los fariseos”.

Otra tentación es la dirigir estas críticas a las personas religiosas de hoy. Está de moda criticar la hipocresía de las personas piadosas. El cine y la novela, la televisión y la política acuden con frecuencia a esos tópicos. Pero las culpas no están siempre del mismo lado. Quien así las ve no se libra de la hipocresía que trata de condenar.

En realidad, la falsedad puede afectar a los creyentes y a los no creyentes. Para medrar, aparentar y escalar cargos en la sociedad unos pueden servirse de los signos religiosos y los otros de la ostentación de su incredulidad. Unos y otros pueden caer en la tentación de utilizar a Dios en su propio interés y beneficio.

 SERVICIO Y HUMILDAD

 El evangelio que hoy se proclama concluye con tres aforismos que Jesús debió de repetir en diversas ocasiones. Evidentemente, con ellos trataba de reflejar el espíritu del mensaje que él vivía y anunciaba.

• “El primero entre vosotros será vuestro servidor”. Jesús decía que no había venido a ser servido, sino a servir. Sus discípulos estaban llamados a seguirle. En su Iglesia, la autoridad ha de evaluarse por la disposición a servir generosa y verdaderamente a los hermanos. Y con ese criterio ha de evaluarse también la sinceridad de la fe.

• “El que se enaltece será humillado”. Este proverbio refleja una experiencia  humana y social, muy anterior a la revelación. La historia nos recuerda una larga retahíla  de  ídolos caídos.  Los mismos hechos de la vida demuestran que la persona altanera y orgullosa tarde o temprano habrá de tocar el polvo.

• “El que se humilla será enaltecido”.  Este otro proverbio no parece tan evidente. Millones de personas marginadas y pisoteadas nunca alcanzan un reconocimiento social. En boca de Jesús, esta promesa suena a profecía. El reconocimiento tiene por sujeto al mismo Dios, y se sitúa tanto en el tiempo como en la eternidad.

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