Juan o el favor de Dios (TO12-12 por JR Flecha)


La liturgia habitual de este domingo cede el paso a la solemnidad de la natividad de San Juan Bautista. A lo largo del año, sólo se nos propone la celebración  del nacimiento de Jesús, el de María, su Madre y el de Juan, el Bautista que parece reflejar la figura profética de Elías.  
Y no es extraño que el Precursor sea celebrado con tanta solemnidad. La figura de Juan el Bautista ha sorprendido siempre a los discípulos de Jesús, Tanto que los textos evangélicos parecen insistir una y otra vez en afirmar que el Mesías esperado no es Juan sino Jesús.
De una forma y de otra, los textos evangélicos subrayan la providencia de Dios que guía el nacimiento de Juan. Y la luz que le lleva a preparar el camino del Mesías, reconociendo la superioridad del que viene detrás de él y cuyas sandalias no es digno de desatar.

UN NOMBRE NUEVO

En el evangelio que hoy se proclama, contemplamos la escena del nacimiento de Juan (Lc 1, 57-66.80). Y asistimos a una simpática discusión familiar sobre el nombre que se ha de imponer al niño. Aparentemente es una discusión como tantas otras que tienen lugar en torno al nacimiento de un bebé.
Pero algo nos llama la atención, ya desde el punto de vista social. Hasta hace muy poco tiempo, muchas familias ponían al niño el nombre de alguno de sus parientes. De alguna forma, se intentaba que el recién llegado encarnase la imagen y los valores de su antepasado. El nombre parecía marcar su identidad.
Para el niño de Isabel habían soñado ya un futuro calcado sobre el pasado inmediato. Habría de llamarse Zacarías, como su padre. Seguramente muchos esperaban que fuera sacerdote del templo de Jerusalén, como su padre. Y que llegase a una pacífica y serena ancianidad, como su padre. 
Pero Dios le impone el nombre de Juan que significa “Dios ha concedido favor”. Ninguno de sus parientes lo había llevado. Dios le confía una misión única. No ha de servir en el santuario antiguo: ha de preparar el camino al Santo de Dios. No envejecerá en paz. Será condenado a muerte por su fidelidad a la Ley del Señor.

CREYENTE Y CREÍBLE

El relato evangélico recoge el asombro de las gentes y los comentarios que se repiten por las montañas de Judea.
 • “¿Qué va a ser este niño?” Contra toda apariencia va a ser un hombre fiel a la Ley de Moisés. No tanto en las prescripciones rituales, como en la llamada a la conversión y en la promoción de la justicia. 
• “¿Qué va a ser este niño?” Va a ser el precursor del Mesías. No tanto por su aislamiento en el desierto como por su valiente predicación. Juan anunciará su próxima llegada y lo descubrirá después entre los hombres.
• “¿Qué va a ser este niño?” Va a ser un profeta libre y leal, creyente y creíble. Como todo todos los profetas anunciará el bien y la verdad y denunciará el mal y la corrupción. Aunque ello le cueste la vida.

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