El ciego y el camino (TOB30-12)

Después de habernos exhortado en los tres últimos domingos a revisar nuestras actitudes ante el placer, el tener y el poder, la liturgia nos presenta la imagen de los ciegos. A lo largo de las páginas bíblicas son con frecuencia la metáfora de la pobreza y el desvalimiento. En este día son como un grito de esperanza en medio de la oscuridad.

El profeta Jeremías pone en boca de Dios un oráculo de esperanza dirigido al pueblo de Israel, deportado en Babilonia (Jer 31, 7-9). El Señor de la historia se acordará de él y lo guiará de nuevo hasta su tierra. Al ir iban llorando, pero ahora regresarán entre consuelos.

Se anuncia la hora del retorno. Se anuncia un nuevo Éxodo. Dios traerá a los suyos y los congregará de los confines de la tierra. En ese resto de Israel, recobrado y liberado del exilio habrá ciegos y cojos y habrá preñadas y paridas.

Dios se presenta a sí mismo como el protector de los enfermos y de las débiles. Él es el Señor de la vida. Es más, Dios quiere ser reconocido por Israel como un padre.

LOS CONTRASTES HUMANOS

Dedicado a revisar las actitudes humanas más profundas, este capítulo del evangelio de Marcos se cierra con un relato profundo. Una especie de evangelio dentro del evangelio. Un resumen del itinerario de los que han sido alcanzados por la bondad del Señor (Mc 10,46-52). Un relato en el que, una vez más, se agrupan al menos tres contrastes.

- En primer lugar, también aquí aparece la figura de un ciego. Es ciego y pobre, como ocurría generalmente en aquel tiempo. Pero es uno de los pocos enfermos curados por Jesús que tiene nombre propio. Se llama Bartimeo, es decir, “el hijo de Timeo”. Es claro que para el evangelio el pobre tiene dignidad.

- Es ciego, pero el oído le lleva a descubrir el paso de la gente. Y, sobre todo, el paso de Jesús. Mientras los que acompañan al Maestro quieren hacerle callar, el ciego lo invoca a gritos con un título mesiánico: “Hijo de David, ten compasión de mí”. Evidentemente ése puede ser un verdadero discípulo.

- Hay un tercer detalle. Antes del encuentro con Jesús, el ciego es un mendigo sentado al borde del camino y pidiendo limosna. Después del encuentro es un hombre que ha recobrado la vista y sigue a Jesús por el camino. Mendigar al borde del camino y seguir por el camino al que se reconoce como el Maestro: he ahí la diferencia que marca la fe.

LAS PALABRAS DEL MAESTRO

El relato evangélico recoge tres frases de Jesús que reflejan lo que Él es y lo que aporta a quien se acerca a Él.

• “Llamadlo”. Esa es la voluntad de Jesús. Él vino a buscar a los pobres, a los enfermos y marginados. Y vino a buscar colaboradores para esa misión de sanación y salvación. Todos los cristianos somos invitados a hacer llegar esa llamada a los que buscan al Señor.

• “¿Qué quieres que haga por ti?” Es la misma pregunta que Jesús dirigió a Santiago y Juan, hijos del Zebedeo. Ellos querían que Jesús les concediese honores y poder. Bartimeo sólo quiere la luz que puede conceder el que es la luz del mundo.

• “Anda, tu fe te ha curado”. La sanación viene del Señor. Es absolutamente gratuita. Pero el Señor valora la fe de los que se acercan a él con humildad y confianza. La que lo confiesa como hijo de Dios es la que lleva a descubrirlo como guía del camino.

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