En la montaña (CUC2-13)

“Dios sacó afuera a Abraham y le dijo: Mira al cielo, cuenta las estrellas si puedes”. (Gén 15,5). Abraham es conocido como el padre de los creyentes. Las Escrituras recuerdan su fe. Confió en Dios, aunque lo sacaba de su casa y lo enviaba a caminos desconocidos. Confió en Dios, aunque le prometía una descendencia imposible.

Para Abraham le fa se sustentaba en la escucha de Dios. Efectivamente, su oración consistía en escuchar a Dios, en aceptar los planes de Dios sobre él. La fe le exigía mantenerse fiel al proyecto de Dios. Pero esa fe hacía posible su fidelidad al proyecto que Dios le garantizaba con su alianza.

El modelo de Abraham es válido también para los cristianos. También en nosotros la fe genera esperanza. San Pablo nos exhorta a vivir aguardando al Señor y Salvador Jesucristo. A mantenernos en la esperanza, puesto que sabemos que Él transformará nuestra condición humilde según el modelo de su condición gloriosa (Flp 3,17 – 4,).
LA ORACIÓN Y LA NUBE

La transformación de nuestra condición humana encuentra su modelo definitivo en la transfiguración de Jesús en lo alto del monte. El evangelio de Lucas (Lc 9,28-32) nos ofrece algunos detalles que conviene meditar:

• Jesús se transfiguró mientras estaba en oración. Cambió el aspecto de su rostro. Bien sabemos que el rostro refleja a la persona. En la oración, el rostro humano de Jesús nos reveló de una vez para siempre el rostro invisible de Dios.

• Con Jesús aparecen Moisés y Elías conversando sobre la muerte que iba a consumar en Jerusalén. Jesús escucha la Escritura. En ella se anuncia su suerte y su muerte. La transfiguración no es la meta. Es un indicador del camino que le lleva al Calvario.

• Los discípulos preferidos que lo acompañan se caen de sueño. Espabilándose vieron la gloria del Maestro. Estos mismos discípulos se dormirán también en el huerto de los Olivos. Y al despertarse verán la angustia de Jesús. Esta “visión” les prepara para aquella.

• David quiso construir un templo para Dios, pero Dios preparó a David una casa y una dinastía. Pedro quiere construir tres tiendas para retener a Jesús, Moisés y Elías en el ámbito de lo humano. Pero Dios responde introduciendo a los discípulos en la nube de lo divino.

LA PALABRA Y EL SILENCIO

Desde el seno de la nube resuena una voz: “Este es mi hijo, el escogido, escuchadle”. La niebla espesa que nos rodea en lo alto de la montaña, nos priva de ver los rebaños, pero acerca a nuestros oídos el sonido de sus esquilones. La nube representa a Dios, siempre invisible, pero siempre cercano a cada uno de nosotros con el misterio de su palabra.

• “Este es mi hijo, el escogido, escuchadle”. La transfiguración es la revelación de Jesús, como hijo eterno de Dios. Nosotros participamos de alguna manera de su filiación y estamos llamados a vivir el espíritu de la filialidad.

• “Este es mi hijo, el escogido, escuchadle”. La transfiguración nos anuncia la elección de Jesús como mensajero de la bondad y misericordia de Dios. Nosotros hemos sido elegidos para colaborar en su misión liberadora.

• “Este es mi hijo, el escogido, escuchadle”. La transfiguración nos presenta a Jesús como el profeta que transmite las palabras de Dios. Nosotros somos invitados a prestar atención a su mensaje de vida y esperanza.

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