Memoria y esperanza (CUC5)

“No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo, mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?” Es hermoso y siempre actual este oráculo del Señor, recogido por el profeta Isaías (Is 43, 16-21).

En él no se invita al pueblo de Israel a ignorar el largo camino que sus antepasados recorrieron por el desierto. Dios los había liberado de la esclavitud que habían sufrido en Egipto. Los había guiado por la estepa. Y los había conducido a la patria de la libertad.

Nadie podía olvidar aquella epopeya. Pero con ella no se había agotado la providencia de Dios, ni su poder ni su compasión. Ahora había llegado la hora de mirar al futuro. Y de prestar atención a la nueva liberación. Dios podía liberar a su pueblo de los sufrimientos padecidos durante la deportación a Babilonia.

Entonces como ahora, al tiempo de la memoria ha de suceder el tiempo de la esperanza. Re-cordar el pasado es un aprendizaje para reunirnos como hermanos y a-cordar el itinerario que hemos de seguir en el futuro.

UN ESCRITO EN EL SUELO

Una idéntica llamada a la esperanza resuena en el evangelio que hoy se proclama (Jn 8, 1-11). Una mujer, sorprendida en adulterio, es llevada ante Jesús. Todos observan la actitud del Maestro. Si no la condena, contraviene el mandato de la Ley de Moisés. Si la condena, se manifiesta como un falso profeta sin capacidad de compasión.

• Nos encontramos ante un relato que parece una parábola en acción. De hecho, hay en él muchos detalles que nos sorprenden. En primer lugar, se acusa a la mujer, pero no se menciona al cómplice de su adulterio. ¿Es que el pecado es más pecado en ella que en el varón? ¿O es que al pretender juzgar a la mujer, interesa más bien juzgar a Jesús?

• En segundo lugar, el texto contrapone el pecado manifiesto de la mujer con los pecados secretos de sus acusadores. ¿Es que el pecado se determina por su publicidad o por su resonancia social? ¿No será que con la acusación que lanzamos contra los pecadores públicos tratamos de esconder nuestros pecados secretos?

• En tercer lugar llama la atención que Jesús se incline por dos veces para escribir algo en el suelo. ¿Es que pretendía distraer la atención de los presentes o ganar tiempo para responderles como se merecían? ¿Escribía en la arena los pecados ocultos de los acusadores? ¿O trataba de evocar que también la ley de Moisés había sido escrita dos veces por el dedo de Dios?

PECADO Y PERDÓN

El relato se nos presenta como el evangelio de la misericordia de Dios que se manifiesta en Jesús. A los gestos corresponden sus palabras. En dos frases se revela quién es él y cuál es su misión.

• “El que esté sin pecado que le tire la primera piedra”. Estas palabras de Jesús suenan como una provocación y un desafío. En realidad, revelan la conciencia manchada de los que presumen de cumplir la letra de la Ley cuando no han asumido su espíritu. Pero, sobre todo nos revelan la grandeza del mismo Jesús. Él es el único que está sin pecado. El único que podría juzgar y no juzga.

• “Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más”. Una vez quebrantada la le Ley, entra en juego la misericordia. Jesús es el único que podría condenar y no condena. La sociedad niega la seriedad del pecado, pero aplasta al pecador. No lo ve como persona, sino como ladrón, adúltero o asesino. Jesús no trivializa el mal. No niega la gravedad del pecado ni la seriedad de la culpa. Pero ofrece el perdón. No mira tanto al pasado como al futuro.

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