Fidelidad al mensaje del Señor (PAC6-13)

Durante el tiempo pascual se nos ofrece en la liturgia la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. A través de sus páginas podemos ser testigos de la fidelidad con la que los discípulos de Jesús tratan de recordar las palabras y los gestos de su Señor. Y la valentía con la que dan testimonio de su vida y de su mensaje.

Ese ejemplo es válido para toda la comunidad cristiana de todos los tiempos y de todos los lugares. Siempre encontramos personas que subrayan la dificultad del momento que estamos atravesando. En realidad cualquier momento de la historia ha sido difícil para los verdaderos testigos del Mesías Jesús. Pero en todo tiempo se nos pide la fidelidad al mensaje del Señor

Ahora bien, en el relato que hoy se proclama (Hech 15, 1-2.22-29) nos sorprende ver que los apóstoles y los presbíteros trataron de armonizar la fidelidad al mensaje recibido con la necesaria flexibilidad para extender ese mensaje a otras culturas. En realidad, descubrieron que cuando se cierra una puerta, Dios abre otra mucho más ancha.

EL TESORO DE LA PALABRA DEL SEÑOR

El mensaje de Jesús resuena hoy con especial gravedad en la lectura del evangelio (Jn 14, 23-29). Como sabemos este texto se sitúa en el marco de la última cena de Jesús con sus discípulos. Todo en él suena a despedida. Tiene la dramática seriedad de un testamento. Y la solemnidad de una promesa definitiva.

“El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”. La palabra de Jesús se nos ha entregado como un don inmerecido. A esa gratuidad de su palabra ha de responder la acogida respetuosa, la gratitud por ese don y la fidelidad para conservarlo en su integridad.

Seguramente nos preguntaremos si es la fidelidad a la palabra la que demuestra el amor o es el amor al Señor lo que nos lleva a guardar su palabra de vida. Lo que es indudable es que Jesús vincula a esa fidelidad la presencia del Padre. Y también la asistencia del Espíritu Santo que nos irá recordando todo lo que ha dicho el Maestro.

“El que no me ama no guardará mis palabras”. He ahí la denuncia profética con la que Jesús desenmascara nuestras infidelidades. Por muy altisonantes que sean nuestras declaraciones de fe, la prueba definitiva de nuestro amor al Señor es la escucha y acogida de su palabra y la decisión de ajustar a ella nuestra vida.

EL TEMBLOR DEL CORAZON

En el evangelio que hoy se proclama se recoge una frase de Jesús que siempre habrá que recordar como guía para nuestro camino.

* “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”. Con estas palabras el Maestro advierte a sus discípulos del escándalo que muy pronto han de padecer. Ni la traición de Judas ni la negación de Pedro deberían hacerles perder la esperanza.

* “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”. Con esas palabras Jesús preanuncia a su Iglesia las dificultades que ha de atravesar y la persecución de que será objeto a lo largo de los siglos. Pero nada deberá alejarla de su Señor.

* “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”. Con esas palabras Jesús trata de suscitar y alentar la fidelidad de cada uno de los creyentes. No es fácil la aceptación de la cruz. Pero bien sabemos que sólo en ella se apoya la esperanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario