Conversión y salvación Lc 19,1-10 (TOC31-13)



“Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan... A todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida”. El autor del libro de la Sabiduría sabe que el Señor nos recuerda nuestro pecado, no para avergonzarnos sino para que nos convirtamos a Él.   (Sab 11, 22-12,2).
Es importante subrayar las dos caras de la moneda. En primer lugar, desconfiar de la misericordia y del perdón de Dios sería una señal de que no lo conocemos bien. Su poder no se manifiesta en el rechazo, sino en el perdón. Él no odia nada de lo que ha creado. Y menos puede odiar al ser humano, al que ha creado a su imagen.
En segundo lugar, confiar en el perdón de Dios no puede hacernos olvidar la gravedad del pecado. Esta dramática realidad no puede ser trivializada. El pecado es nuestra propia ruina. Por eso, el Dios que nos ama nos corrige poco a poco, nos recuerda nuestra falta y nos reprende para que nos convirtamos a él.

TRES MOMENTOS Y UN CAMINO

El evangelio según San Lucas presta una atención especial a los pobres y al dinero. En el evangelio que hoy se proclama aparece la figura de Zaqueo, jefe de los cobradores de impuestos y rico (Lc 19, 1-10). El primer acto nos dice que desea ver a Jesús que llega a la ciudad de Jericó. Pero su baja estatura le impide descubrirlo por encima de la multitud.
El segundo acto se desarrolla posiblemente a la entrada de la ciudad. Para superar la dificultad, Zaqueo se adelanta a la gente y sube a un sicómoro, una especie de higuera de madera incorruptible. Seguramente se cree protegido por las hojas de aquel árbol, como lo creía Adán. Pero Jesús lo descubre y se invita a alojarse en la casa.
El tercer acto del relato nos lleva a la casa de Zaqueo. La alegre acogida que presta al Maestro suscita la murmuración de algunos. Pero Zaqueo se sitúa por encima de las críticas.  Reconoce en público su pecado, promete compartir sus bienes con los pobres y restituir cuatro veces más de lo que ha podido adquirir injustamente.
Este relato es un resumen del evangelio. Los pasos de Zaqueo son los mismos que ha de recorrer el creyente en el camino de la fe y la conversión: desear encontrarse con Jesús, acogerlo en la propia casa, confesar el propio pecado y prometer un futuro de generosidad.

TRES REVELACIONES

Pero junto a estos momentos, el texto evangélico recoge tres declaraciones de Jesús en casa de Zaqueo que resumen la misión del Mesías:
• “Hoy ha sido la salvación de esta casa”. Jesús es el Salvador. Con ese nombre lo había anunciado el evangelio de Lucas (Lc 1,31).  Jesús no desprecia el mal ni quita importancia al pecado de injusticia que haya podido cometer Zaqueo. Pero no llega a la casa del pecador para reprenderle sino para traerle la salvación.
• “También éste es hijo de Abrahán”.  El mismo evangelio de Lucas ha dicho que, tras su muerte, el pobre Lázaro es acogido en la compañía de Abrahán (Lc 16,22). Por su conversión, también el rico Zaqueo forma parte de la familia espiritual de Abrahán, el padre de los creyentes.
• “El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”. Evocando una oveja, una moneda y un hijo que se va de casa, el evangelio de Lucas ha recogido las tres parábolas de las pérdidas, la búsqueda y el hallazgo (Lc 15). Ahora sabemos que la búsqueda del hombre perdido resume la misión misma de Jesús.

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