La muerte y la vida Jn 11,1-45 (CUA5-14)



Con frecuencia andamos como cadáveres ambulantes. Con razón dice el Papa Francisco que la primera de nuestras tentaciones es la acedia o pereza espiritual. No podemos pasar la vida como aletargados. Necesitamos despertar de nuestro sueño.
El texto del profeta Ezequiel que hoy se lee en la misa se refiere a la restauración social,  política y religiosa del pueblo de Israel (Ez 37, 12-14). Pero las imágenes que emplea el profeta, preanuncian ya la fe en la resurrección: “Pueblo mío, voy a abrir vuestras tumbas… Pondré en vosotros mi aliento de vida, y reviviréis”. 
Entre nosotros suele estar poco atendido el ministerio del duelo. Al escuchar los lamentos de las hermanas de Lázaro nos preguntamos: ¿Qué podemos hacer para acercarnos, como persona y como comunidad, a quienes han visto morir a un ser querido?

EL AMOR AL AMIGO

El evangelio nos recuerda la resurrección de Lázaro, el amigo de Jesús (Jn 11). Él ha venido para dar la vida a los muertos. La vida del espíritu a los que han muerto por el pecado. Y la vida sin fronteras ni final, para los que le confían esta vida caduca y quebradiza.
Hoy nos acercamos mentalmente a Betania.  Contemplamos a Jesús en pie ante la tumba de Lázaro y escuchamos su oración: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado”. Como los presentes, también nosotros podemos contemplar las lágrimas que bajan por sus mejillas. También nosotros podemos reconocer su amor al amigo.
Entre los presentes surgen dos posturas contrapuestas. Unos creen en este profeta que da la vida. Otros deciden darle muerte tan sólo por haber librado de la muerte a su amigo. ¿En qué grupo nos situamos nosotros?
Jesús devuelve la vida a su amigo Lázaro. Pero ese “signo” le costará a él mismo la vida. En nuestra vida hay algo muerto. Pero junto a nosotros pasa el que es la vida. Y el que desea que vivamos ya en plenitud. En vísperas de su Pascua, pidámosle sinceramente que se acerque a nuestros sepulcros y nos llame a la vida.

EL MENSAJE DE LA VIDA

No podemos olvidar las palabras que Jesús dirige a Marta, la hermana de su amigo Lázaro:
“Yo soy la resurrección y la vida”. Jesús participa del poder del Padre. Él es el manantial de la vida humana y la fuente de su íntimo sentido. Él aporta su rescate definitivo cuando ha sido secuestrada por el pecado y por la muerte.
• “El que cree en mi aunque haya muerto vivirá”. Cuando las esperanzas se agotan, tan sólo en Él se recobran. La muerte física no es el final del camino humano, si ha estado marcado por el amor de Él y por la fe en Él.
• “El que está vivo y cree en mí no morirá para siempre”. A la vida física es preciso que se añada la fe en el Mesías Jesús. Sólo así será vencida la muerte.

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