Camino, verdad y vida Jn 14,1-12 (PAA5-14)

“Hombres de buena familia y llenos de espíritu de sabiduría”. Son dos cualidades imprescindibles para el ministerio del servicio. Así habían de ser los elegidos para atender a las necesidades de los pobres y especialmente de las viudas. La primera lectura nos introduce así en el ambiente de la comunidad de los seguidores de Jesús que se encontraba en Jerusalén. 

Aquella situación dio origen a la elección de los siete varones que identificamos habitualmente con los “diáconos” o servidores. Ese grupo permitiría a los apóstoles dedicarse a otra tarea no menos importante: la de la oración y el servicio de la palabra. Con eso quedan reflejadas las tareas propias de los enviados por Jesús.

Hay que leer esta página de los Hechos de los Apóstoles (6, 1-7) cada vez que corremos el riesgo de perder la identidad de nuestras comunidades cristianas. Anunciar la palabra del Señor, orar y atender a los pobres. Si falta uno de esos apoyos, el trípode se cae y la comunidad se convierte en una secta o en una organización no gubernamental (ONG).

LA INTERROGACIÓN

El evangelio que se proclama en este domingo quinto de Pascua nos sitúa en el escenario de la última cena de Jesús con sus discípulos (Jn 14, 1-12). En él se recoge una interrogación del apóstol Tomas que parece reflejar su perplejidad: “Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?”

Si somos sinceros, hemos de reconocer que a veces también nosotros nos encontramos en la misma situación. En primer lugar, porque no comprendemos la identidad y la misión de Jesús. Y despues, porque son muchos los que tratan de orientarnos hacia sendas que no conducen a ninguna parte.

 El Señor se había presentado como “la puerta del redil”. Ahora nos revela el sendero que nos conduce a la plenitud de nuestra vida: es decir, a la vida de nuestro Pedre: “Solamente por mí se puede llegar al Padre. Si me conocéis, también conoceréis a mi Padre; y desde ahora ya le conocéis y le estáis viendo”.  

Y LA REVELACIÓN

Es inolvidable esa presentación de la identidad y la misión de Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Si no aceptamos esta revelación no culpemos a los demás. Examinemos nuestra propia conciencia:

• “Yo soy el camino”.  Desconocemos esta palabra de Jesús cuando nos empeñamos en decidir por nosotros mismos los valores morales que puede hacernos felices. Esos valores y virtudes que  nos impiden desviarnos de la senda del bien. 

• “Yo soy la verdad”.  Ignoramos esta palabra de Jesús cuando intentamos explicar su mensaje con las ideas que están de actualidad. Ideas sobre la salvación, sobre la responsabilidad  personal o sobre la gracia divina.

• “Yo soy la vida”. Despreciamos esta palabra de Jesús cuando tratamos de ajustar sus enseñanzas a nuestros intereses personales.  O a las propuestas que nos vienen ofrecidas por la voz de la mayoría o por la tiranía de las modas. 

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