La escucha y la enseñanza Mc 6,30-34



“¡Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño!” Con esta lamentación divina, comienza la primera lectura que hoy se proclama (Jer 23, 1-6). El Señor denuncia y condena el comportamiento de los malos pastores de su pueblo. En lugar de reunir a las gentes las han dispersado.
Así que el Señor mismo promete que será el pastor de su pueblo: “Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas, de todos los países a donde las expulsé, y las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen”.  No sólo eso, sino que el Señor elegirá buenos pastores para que las ovejas vivan sin temor y no se pierdan.
El oráculo profético se cierra con una promesa muy importante. Dios anuncia la llegada de un descendiente de David, que reinará como rey prudente y será reconocido por su amor a la justicia. La imagen del pastor era muy conocida por un pueblo que se había formado conduciendo a sus  rebaños. Así que aquella profecía mantuvo viva la esperanza del pueblo de Israel.      
 
EL SENTIDO DE LA MISIÓN

El evangelio de hoy recuerda que Jesús había enviado a sus apóstoles a una misión por los pueblos de alrededor. En este momento regresan para reunirse con él. Antes de retomar la imagen del pastor y aplicarla a Jesús, el texto ofrece unos detalles muy importantes sobre él mismo y sobre el sentido de la misión evangélica (Mc 6, 30-34).
• En primer lugar, leemos que Jesús invita a sus discípulos a subir a una barca y retirarse a un lugar tranquilo para descansar junto a él. Para Jesús es más importante el “ser” que el “hacer”. Junto al trabajo misionero, valora el descanso y la convivencia. Jesús parece más interesado por las personas que por los resultados de su acción.
 • Además, de alguna manera se nos dice que para ser auténtica, la misión ha de ser repensada, contrastada, evaluada. Pero no se trata de una evaluación académica o sociológica. Es una evaluación “contada”. Los enviados por Jesús vuelven junto a él para hacerle partícipe de sus experiencias.  Jesús sabe y quiere escucharles. El Maestro se hace discípulo. 
 • Hay otro detalle importante. El texto nos dice que eran tantos los que iban y venían que los discípulos no encontraban tiempo ni para comer. Es verdad que, junto a la tentación de la acción continua, serpea también la tentación de la “acedia”, como dice el Papa Francisco. Si Jesús no quiere la ociosidad, tampoco quiere que sus discípulos mueran en el intento.

EL REGALO DEL TIEMPO

Pero al final del texto evangélico  se añaden unas palabras que nos remiten a la imagen del pastor: “Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles con calma” (Mc 6, 34). 
• Las gentes andaban perdidas. Anhelaban escuchar una palabra de verdad y de vida. Seguramente eso es verdad también en nuestro tiempo. No podemos ignorar el hambre y la sed de sentido que afligen a tantas personas.
• Jesús es capaz de cambiar con generosidad sus propios planes. No se hace sordo ante las necesidades de las gentes. Jesús no considera como intocable el proyecto de descanso que había pensado para él y para sus discípulos.
• Así que el Maestro se deja llevar por la compasión y se dedica a la ardua y fatigosa tarea de enseñar a las gentes. Pero no lo hace reflejando frustración. El tiempo es el don más importante que podemos ofrecer a las personas. Y Jesús lo ofrece de todo corazón.

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