La iniciativa de la misión Mc 6,7-13 (TOB15-15)

“No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos”. Nos conmueve la simplicidad con que el pastor Amós responde al sacerdote Amasías, según se lee en el texto que hoy se proclama (Am 7,12-15). Evidentemente el profeta molesta a la institución. Pero hoy son muchos los que se proclaman profetas. Los que pregonan haber recibido ese carisma.
 Pues, bien, el verdadero profeta no se atreverá nunca a apropiarse ese título. El verdadero profeta no lo es por profesión. Se podría decir que lo es siempre a regañadientes. La iniciativa no viene de él sino de Dios. Es Dios quien lo saca de su vida habitual y pone en sus labios unas palabras que ni él mismo habría nunca imaginado.
La verdadera vocación profética no reporta nunca beneficios inmediatos. Por eso, nunca puede brotar en el campo del egoísmo y de los propios intereses. Se ha dicho con razón que la vocación puede ser representada como una lucha con Dios, en la que el llamado es siempre vencido por el que le llama. Bien lo sabía Amós, acostumbrado a guiar sus rebaños por el campo.  
 
EL ESTILO DE LA MISIÓN

Si la primera lectura nos recuerda la vocación de Amós, el evangelio nos da cuenta de la vocación de los discípulos de Jesús. Tampoco ahora la iniciativa viene de ellos mismos. Es el Señor quien los elige, quien los llama y quien los envía con una triple misión: predicar la conversión, echar los demonios y curar a los enfermos (Mc 6,7-13).
 • Ahora bien, Jesús los envía de dos en dos. Sus discípulos no son francotiradores. Viajar, caminar y actuar siempre “de dos en dos” es ya un requisito para que puedan ser creídos como pregoneros y testigos de la verdad.
• Pero es que, aun antes de actuar y de hablar, han de ser convincentes por su misma forma de vivir en comunión y fraternidad. La buena noticia del amor no será creíble si los que la proclaman  no se aman como hermanos
• Además, los discípulos del Señor son enviados con un encargo muy concreto de vivir en austeridad y pobreza. Ha de faltarles no  solo lo superfluo, sino también lo necesario. El mensaje dirigido a los pobres no será creíble si lo anuncian los que nadan en las riquezas.


SENCILLEZ Y LIMPIEZA

El texto evangélico recoge un par de advertencias de Jesús que pueden resultar extrañas en la cultura de nuestro tiempo:   
• “Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio”.  Jesús quiere y espera que sus discípulos no sean presuntuosos, ni escogidos. La verdad del mensaje ha de apoyarse en la sencillez del mensajero. Abandonar una casa por exigencias de mayor comodidad no haría muy creíble el evangelio.
•   “Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo  de los pies, para probar su culpa”. Jesús es muy realista. Sabe que quienes rechazan el mensaje, rechazarán también al mensajero. Pero hay que vivir siempre con rectitud y limpieza. Para que sea evidente que el rechazo es inmotivado. 

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