Los bienes de las viudas Mc 12,38-44 (TOB32-15)

“Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos”.  Sólo eso pretende la viuda que el profeta Elías se encuentra al acercarse a la ciudad de Sarepta. Este relato que hoy se lee (1 Re 17, 10-16) nos presenta a tres protagonistas
En primer lugar, vemos que el profeta no llega imponiéndose por su fuerza o por su sabiduría. Es un extranjero que sólo cuenta con la palabra de Dios, que lo ha enviado a aquella tierra de paganos. Así que  pide por favor un sorbo de agua y un trozo de pan.
Además, el profeta no se dirige a los que gobiernan en la ciudad. La primera persona que se encuentra es tan pobre como él. Y con ella comienza el diálogo que ha de culminar en un doble testimonio de fe.
El tercer protagonista es el mismo Dios, que envía al profeta y vela por la existencia de aquella pobre viuda y de su hijo. La palabra de Dios es eficaz. Dios cumple su promesa y se hace reconocer aun por los que parecen estar lejos de él.

LOS DONATIVOS Y LA ENTREGA

También el evangelio de hoy recuerda la figura de las viudas (Mc 12, 28-44). Jesús ridiculiza la vanidad de la que hacen gala los escribas. Y denuncia la voracidad con la que tratan de adueñarse de los bienes de las viudas, aparentando hacer largas oraciones. Al pecado de orgullo, los escribas unen la injusticia y la impiedad.
La alusión a las viudas expoliadas por los especialistas de la Ley introduce el eco de un momento inolvidable. Aquel en que Jesús observó la diferente conducta de los ricos y los pobres al acercarse a las arcas donde ser recogían los donativos destinados al templo de Jerusalén.
Muchos ricos echaban mucho dinero. Pero llegó también una viuda pobre y echó dos monedas: exactamente las más pequeñas que circulaban por entonces. Aquel hecho no pasó inadvertido a los ojos del Maestro. En aquella viuda vio Jesús el signo de la entrega personal de una mujer creyente.

SEGURIDAD Y CONFIANZA

 Como en otras ocasiones, Jesús aprovecha la ocasión para ofrecer una enseñanza a sus discípulos: la pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Pero ¿cuál es el criterio para esa evaluación? 
• “Los demás han echado de lo que les sobra”. Aun siendo fuerte, la cantidad depositada por los ricos no ponía en riesgo su comodidad y menos aún sus vidas. Los donantes seguían controlando su propia seguridad y confiando en sí mismos. 
 • La viuda pobre “ha echado todo lo que tenía para vivir”. Aun siendo escasa, la ofrenda de la pobre viuda significaba despojarse de toda seguridad razonable y poner toda su confianza en la providencia del Señor.

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