Pasado y futuro Jn 8,1-11 (CUC5-19)

“No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo, mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, corrientes en el yermo… para dar de beber a mi pueblo”.  Al recuerdo de la liberación que Dios había ofrecido a su pueblo en el pasado, se contrapone ahora la promesa de una nueva intervención (Is 43,16-21).
Ningún pueblo debería olvidar su pasado. Y menos el pueblo de Israel, que hizo del “recordar” no solo una advertencia para la vida social sino también una exigencia de fidelidad a la alianza que Dios le había otorgado.  
El profeta conoce el dolor de un pueblo humillado por sus enemigos y deportado a una tierra extraña. Pero conoce también la bondad de Dios. Por eso invita a sus gentes a mirar al futuro. Dios promete liberar a su pueblo de los sufrimientos que ha padecido en Babilonia.
A esa certeza responde el salmista al cantar: “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres” (Sal 125). San Pablo, por su parte, trata de olvidar lo que ha dejado atrás para valorar el conocimiento de Cristo y correr hacia la meta prometida (Flp 3,8-14).  

ALGUNAS PREGUNTAS
También el evangelio que hoy se proclama contrapone de algún modo el pasado y el futuro (Jn 8,1-11). Los escribas y fariseos traen ante Jesús a una mujer presuntamente sorprendida en adulterio.
La intención de los que la acusan es manifiesta. Si el Maestro no aprueba el mandato de apedrear a la adúltera, se sitúa escandalosamente contra la Ley de Moisés. Si la condena, demuestra no tener la compasión que se espera de un profeta.
• En este  relato evangélico se acusa a la mujer, pero no se menciona al cómplice de su adulterio. Eso nos hace dudar de los acusadores. ¿No han querido o no han podido detener al cómplice? ¿En su cultura interesa solo el pecado de la adúltera? Tal vez ni siquiera les interese la conducta de la mujer, sino la ocasión para poder acusar a Jesús. 
•  En el relato se dice que Jesús se inclina  por dos veces para escribir algo en el suelo. ¿Pretendía crear un espacio de silencio para que los acusadores reconocieran sus propios pecados? ¿O trataba de evocar que también la ley de Moisés había sido escrita dos veces por el dedo de Dios?

REVELACIÓN Y PERDÓN
La actitud de Jesús ante la mujer sorprendida en adulterio es un excelente resumen del evangelio. Como ha escrito el papa Francisco, citando a san Agustín, en este escenario quedaron frente a frente la “misericordia” y la “mísera”, es decir, la necesitada de compasión. Será oportuno prestar atención a lo que Jesús dice tanto a los fariseos como a la mujer.
• “El que esté sin pecado que le tire la primera piedra”.  Estas palabras de Jesús revelan y denuncian  la incoherencia de todos los que, antes y ahora, presumen de cumplir la letra de la Ley cuando no han querido asumir su espíritu. Además, nos revelan la grandeza y la comprensión del Maestro. Jesús es el único que está sin pecado. Por tanto, es el único que podría juzgar, pero  no juzga.
• “Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más”. La sociedad niega la seriedad del pecado, pero condena al pecador. No lo ve como persona, sino como asesino o adúltero, como ladrón o calumniador. Por el contrario, Jesús no niega la gravedad del pecado ni la seriedad de la culpa. Pero se muestra siempre dispuesto a ofrecer el perdón. El Maestro no mira tanto al pasado como al futuro.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario