Fe en Dios y Servicio al hombre Lc 17,5-10 (TOC27-19)

“Mira, el altanero no triunfará, pero el justo por su fe vivirá”. No es muy conocido el profeta Habacuc, pero se ha hecho famoso ese oráculo que recibió de Dios (Hab 2,2-4).
Parecía desalentado al contemplar la situación de injusticia y de violencia, de luchas y contiendas en que vivía el país. Todo hacía presagiar el fin de aquella sociedad corrupta. Seguramente los caldeos no tardarían en invadir aquellas tierras. Y con la invasión llegarían la crueldad y la rapiña, la muerte y el destierro.
 Ante ese panorama, Habacuc se dirige a Dios con una súplica cargada de angustia: “Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que me oigas, te gritaré: ¡Violencia!, sin que me salves?” Y Dios le responde para recordarle que solo la fe puede ayudar a su pueblo a descubrir el sentido de tanto dolor y a mantener la confianza.
En el mismo sentido resuena la invitación divina en el salmo responsorial: “No endurezcáis el corazón” (Sal 94). Para todo el pueblo de Dios valen las palabras que san Pablo dirige a Timoteo: “Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio… Vive con fe y amor cristiano” (2 Tim 6-14).

UNA IMAGEN IMPACTANTE
También el evangelio de Lucas que hoy se proclama retoma la reflexión sobre la fe (Lc 17,5-10). En él aparecen una súplica, una imagen y una exhortación. 
• La súplica que los apóstoles dirigen a Jesús debería ser la nuestra: “Auméntanos la fe”. Bien sabemos que entre nosotros hay personas que se dicen creyentes y no practicantes. En realidad, también hay muchos que son practicantes, pero no parecen muy creyentes. Unos y otros deberían –o deberíamos- repetir con frecuencia esa petición.
• La imagen que utiliza Jesús es impactante. Bastaría tener fe como un granito de mostaza para arrancar de raíz una morera y plantarla en el mar. La hipérbole es profética. La fe nos llevaría a cambiar el mundo. Con la fe renacería la justicia. Los poderosos descubrirían el valor de la humildad y los pobres verían reconocida su dignidad. 
• La exhortación retoma la imagen del criado que ha hecho lo que debía. Jesús nos ofrece una pauta para no alardear del bien que la fe haya producido en nuestra vida. Contra la tentación del pelagianismo, que denuncia el papa Francisco, basta confesar con toda sencillez: “Somos siervos inútiles. Hemos hecho lo que teníamos que hacer”.  

DON Y TAREA DE LA FE
Con todo, ninguno de nosotros debería dejar en el olvido esa petición que los apóstoles dirigen al Señor. Es una oración de alcance universal.
• “Auméntanos la fe”. La fe es un don gratuito de Dios. Solo quienes lo valoran como tal lo pedirán un día y otro con insistencia, lo recibirán con alegría y gratitud y lo cuidarán con esmero y responsabilidad a lo largo de toda su vida.    
• “Auméntanos la fe”.  La fe es confianza en Dios. Es el resumen de la vocación de esta familia que es la Iglesia. La comunidad ha sido llamada por su Señor a confiar en él, también en los momentos difíciles y en las horas de prueba.   
• “Auméntanos la fe”.  La fe es finalmente un horizonte que se abre ante los ojos de toda la humanidad. Muchos piensan que por creer están haciendo un favor a Dios. Pero es Dios quien nos ofrece una luz para poder caminar en las tinieblas y verle en nuestros hermanos.

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