La salvación llega a la historia humana Lc 3,1-6 (ADVC2-21)

1. El evangelio de hoy nos ofrece el comienzo de la vida pública de Jesús. El evangelista quiere situar y precisar todo en la historia del imperio romano, que es el tiempo histórico en que tienen lugar los acontecimientos de la vida de Jesús y de la comunidad cristiana primitiva. Los personajes son conocidos: el emperador Tiberio sucesor de Augusto; el prefecto romano en Palestina que era Poncio Pilato; Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande, como tetrarca de Galilea, donde comenzó a resonar la buena noticia para los hombres; al igual que Felipe, su hermano, que lo era de Iturea y Traconítide; los sumos sacerdotes fueron Anás y Caifás. De todos ellos tenemos una cronología casi puntual. Es un “sumario” histórico, muy propio de Lucas ¿Y qué?, podemos preguntarnos. Es una forma de poner de manifiesto que lo que ha de narrar no es algo que puede considerarse que ocurriera fuera de la historia de los hombres de carne y hueso. La figura histórica de Jesús de Nazaret es apasionante y no se puede diluir en una piedad desencarnada. Sería una Jesús sin rostro, un credo sin corazón y un evangelio sin humanidad.

2. El evangelio es absolutamente histórico y llega como mensaje de juicio y salvación para los que lo escuchan. Incluso hubo toda una preparación: Juan el Bautista, un profeta de corte apocalíptico que anuncia, en nombre de Dios, apoyándose en el profeta Isaías, que algo nuevo llega a la historia, a nuestro mundo. Dios siempre cumple sus promesas; lo que se nos ha presentado en el libro de Baruc comienza a ser realidad cuando los hombres se abren al evangelio. Juan el Bautista es presentado bajo el impacto de Is 40,3-5, para llegar a la última expresión “y todo hombre verá la salvación de Dios”. Mt 3,3 no nos ha trasmitida la cita de Isaías más que haciendo referencia a “voz que clama en el desierto: preparad el camino al Señor y haced derechas sus sendas”. Lucas se engolfa, fascinado, en el texto del Deutero-Isaías para poner de manifiesto que ya desde Juan el Bautista la “salvación” está a las puertas. En la tradición cristiana primitiva, Juan el Bautista es el engarce entre el AT y el NT. Eso significa que no viene a cerrar la historia salvífica de Dios en el pasado, sino que quiere hace confluir en el profeta de Nazaret toda la acción salvadora que Dios ya había realizado en momentos puntuales y volvía a prometer por los profetas, en una nueva dimensión, para el futuro.

3. Efectivamente, para Lucas, la salvación “sôtería”, si cabe, es la clave de su evangelio. Jesús, al nacer, recibirá el título de “salvador” (sôtêr) (Lc 2,11) y su vida no debe ser otra cosa que hacer posible la salvación de Dios. Por eso mismo se encuentra muy a gusto el tercer evangelista cuando, al presentar la figura de Juan el Bautista, que es la de un profeta de juicio, subraye que ese juicio será, con Jesús, un juicio de salvación para toda la humanidad. Para Lucas, Juan el Bautista, que era un profeta de penitencia, quiere entregar el testigo para que el profeta de salvación, Jesús, entre en escena. Todo eso independientemente de si Jesús tuvo algo que ver, alguna vez y por corto tiempo, como discípulo del Bautista. De hecho, Lucas no está muy interesado en la actividad penitencial o bautismal de Juan, sino que más bien le importa su actividad de predicador, de profeta, por eso lo presenta amparado por todo el texto de Is 40,3-5 que Mt se ahorra en parte y en lo más positivo. Juan el Bautista, para Lucas, es pre-anunciador de la salvación de Dios.

4. Y no podemos menos de poner de manifiesto, al hilo de la cita de Isaías y del término “todo” (pas: todo valle, todo monte y colina, todo hombre –aunque el texto griego diga “toda carne”-), que aparece tres veces, ese carácter universal de la salvación que ahora preanuncia Juan. ¿Qué significa esto? Pues que esa salvación no es para un pueblo, ni está encerrada en una tradición religiosa determinada. Lo que ha de ocurrir rompe todos los esquemas con que se esperaba que Dios actuara. Los oráculos proféticos de salvación, como el de Baruc de hoy, todavía se quedan estrechos, aunque sean muy hermosos y esperanzadores. Jerusalén, aún bajo un simbolismo especial, seguía siendo el centro del judaísmo y de un pueblo que se empeñaba en que él era diferente, por elegido. Ahora el pas del texto isaiano nos descubre un secreto, el verdadero proyecto del Dios de la salvación: todos serán salvados. Todos “verán” es como decir “experimentarán”.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/5-12-2021/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/

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