“No tendrás otros dioses frente a mí. No te harás ídolos… No te postrarás ante ellos ni les darás culto” (Éx 20,1-17). Después de la alianza de Dios con Noé y con Abraham, que se evocan en los dos primeros domingos de Cuaresma, hoy se nos recuerda la alianza de Dios con Moisés y con su pueblo.
Dios había liberado a Israel de la esclavitud que padecía en Egipto. Solo él podía suscitar el anhelo de la libertad. Una libertad que ha de ser conquistada mediante la fidelidad a la voluntad del Dios que nos libera.
Todos los ídolos que nos fabricamos nos llevan a una nueva esclavitud. El salmo responsorial nos dice que “los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos” (Sal 18,9).
San Pablo conocía muy bien a los judíos y a los griegos. Los judíos esperaban signos prodigiosos y los griegos buscaban una nueva sabiduría. El misterio de Cristo que él predicaba era rechazado por unos y por otros. Sin embargo, él afirma que en el Crucificado se manifiesta la fuerza y la sabiduría de Dios (1 Cor 1,22-25).
EL TEMPLO Y EL CUERPO
La primera frase del evangelio que hoy se proclama anticipa ya la celebración de la Pascua (Jn 2,13-25). Jesús llega al templo de Jerusalén, ve que sus atrios se han convertido en un mercado y decide expulsar de allí a los traficantes.• Jesús enseñaba que el templo no podía ser convertido en una plaza de negocios. También hoy quiere una Iglesia limpia y que sus fieles respeten lo sagrado.
• Jesús deseaba que la casa de Dios fuera un lugar de oración. Hoy espera de sus discípulos que se acerquen a Dios en todo tiempo y en todo lugar.
• Jesús se refería a su propio cuerpo y lo identificaba con el templo de Dios. También hoy nos exhorta a respetar nuestro cuerpo y el de los demás.
Este episodio de la purificación del templo nos prepara para la celebración de la muerte y resurrección de Jesús. El templo de su cuerpo sería destruido, pero al tercer día sería restaurado y resucitado para nuestra salvación y nuestra esperanza.
LA FE Y LA VERDAD
El relato evangélico concluye anotando las diversas reacciones de los que escuchaban a Jesús y subrayando la sabiduría del Maestro.
• Muchos de los presentes creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía. Las gentes esperaban y pedían signos y milagros para poder creer. Algo semejante ocurre también en nuestros días. Pero el evangelio nos indica el camino contrario. Solo si tenemos fe en el Señor veremos los signos y prodigios que él realiza en nosotros.
• Jesús conocía las actitudes de quienes lo seguían. Nosotros nos dejamos seducir por la publicidad. Casi siempre juzgamos a las personas y a los movimientos por su apariencia. El Señor nos exhorta a vivir en la verdad y a no juzgar a las personas tan solo por su figura. Nuestra fe no puede apoyarse en los gestos exteriores.
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