De vuelta a lo Ordinario

Este año se necesitará más fuerza para no sucumbir en la larga etapa, con la que da comienzo el “Tiempo Ordinario”, al carecer no sólo del alivio externo de las luces de colores y del clima festivo, sino de trabajo estable, economía suficiente, convivencia pacífica, estabilidad familia, posible quiebra de la salud...

Sin embargo, éste es tiempo propicio para constatar la hondura de los cimientos de la casa, y la profundidad de las raíces del árbol de la propia existencia. Es el tiempo de descubrir si hemos cimentado sobre roca o sobre arena, y si estamos junto a la corriente del manantial, o en secano.

...es el momento de descubrir la estabilidad emocional, la madurez personal, la fortaleza de espíritu, que provienen de la dimensión trascendente que concede la fe.

No es momento de moralismo, ni de dar consejos desde la mesa de escribir a quienes viven en la intemperie de sí mismos. Pero es de amigos compartir la experiencia que pueda ayudar, ofrecer la palabra sincera, el gesto solidario, dar la seguridad del recuerdo afectivo.

Estamos en el momento propicio de hacernos encontradizos con quienes puedan necesitar una presencia compasiva. Es la ocasión de orar con más fuerza por la unión y comunión de los cristianos. Es tiempo responsable para acrisolar la fidelidad doméstica, la ayuda mutua, y de saber lo que influye el estímulo amigo.

Que no sea por ti por quien el otro decaiga en su esperanza, o merme su ilusión en la entrega o caiga en la desgana y apatía.

Tiempo Ordinario, tiempo de comenzar la tarea, de renovar el proyecto, como quienes saben que el bien hacer tiene efectos difusivos de estabilidad y de esperanza.Ya no se llaman tiempos fuertes el Adviento, la Cuaresma y la Pascua, en comparación con el Tiempo Ordinario, como si éste fuera tiempo menor, cuando es el más largo.

Feliz y próspero Tiempo Ordinario

(Extracto del artículo de Ángel de Buenafuente publicado en la web periodista digital el pasado enero)

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