El arco iris y el Evangelio (CUB1-12 por JR Flecha)

Este primer domingo de cuaresma evoca la realidad del pecado. El pecado es un hecho y un ambiente que ha generado la catástrofe del diluvio. Por eso mismo, el relato bíblico refleja todos los tiempos y todos los escenarios de la humanidad. El pecado es la desarmonía del hombre consigo mismo, con la naturaleza, con sus semejantes y con el mismo Dios.

Pero la lectura del Génesis recoge también la revelación de Dios a Noé: “Hago un pacto con vosotros y con vuestros descendientes y con todos los animales que os acompañan” (Gén 9, 8-15). Dios revela su misericordia y promete fidelidad a sí mismo. Dios establece un pacto cósmico con toda la creación. En su belleza, el arco iris es una señal de paz.

Este texto es toda una meditación sobre el pecado y la gracia. Sobre la dramática alternancia del caos y el cosmos. Sobre el mal y la esperanza. La historia de la salvación del hombre no puede limitarse a evocar su maldad. Sobre ella se impone la bondad del Señor del mundo y de la historia. Siempre es posible esperar un arco iris.

EL NUEVO ADÁN

En este año, el evangelio de Marcos resume al máximo el episodio de las tentaciones de Jesús (Mc 1,12-15). Pero no lo suprime. Es más, subraya el hecho de que Jesús haya ido al desierto empujado por el Espíritu. El desierto es más que un escenario. En él se encuentra Jesús con la historia de su pueblo peregrino. Y se encuentra consigo mismo y con su misión.

El evangelio anota que Jesús se dejó tentar. En el mundo de hoy la mayor tentación es la de ignorar la tentación. Tentar a alguien es poner a prueba su verdad. La tentación pone en claro los valores por los que nos movemos. Exige un discernimiento serio y revela la orientación de nuestra libertad. A la luz de la fe, cuestiona nuestra fidelidad al Señor.

Pero el texto evangélico añade una nota interesante: en el desierto Jesús “vivía entre alimañas y los ángeles le servían”. En el desierto Jesús se revela como el nuevo Adán. El desierto es el paraíso recobrado. Llegados los tiempos mesiánicos, es posible vivir en la armonía primordial. En el desierto, los ángeles revelan la protección de Dios sobre su Hijo.

EL EVANGELIO DE DIOS

Con todo, el evangelio recuerda que, después del arresto de Juan, Jesús volvió a Galilea y proclamaba el Evangelio de Dios diciendo: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el evangelio”.

• “Se ha cumplido el plazo”. Con Jesús llega el cumplimiento de las promesas. La visita de Dios. Es la hora de la vigilancia atenta y de las decisiones inaplazables. Ha llegado el momento de revisar la propia existencia y de optar por los valores que valen de verdad. De optar por el único Dios que salva.

• “Está cerca el reino de Dios”. Llega el tiempo en que Dios ofrece a los hombres su cercanía y su señorío. Sólo hay una cosa importante: la entrada en el reino y la aceptación del reinado de Dios. Sólo Él nos puede liberar de todos nuestros ídolos. De todos los otros señoríos y tiranías.

• “Convertíos”. En el mensaje de Jesús, la oferta del reino por parte de Dios comporta la exigencia de un cambio de mentalidad y de valores para aceptar sin reservas su señorío. La aceptación y la espera de un reino a la vez presente y futuro determina la actitud ante los bienes e instituciones de este mundo.

• “Creed en el Evangelio”. Es la hora de aceptar la vida nueva que Dios ofrece en Jesucristo. La fe como aceptación creyente del mensaje de Dios determina la exigencia de conversión. La fe no es un asentimiento puramente intelectual. La fe implica la decisión de una vida, la orientación de la misma hacia Dios, la prontitud para seguir su voluntad.

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