NOVIEMBRE: Personajes bíblicos, fin del Año Litúrgico, fichas, manualidades, actividades, libros, humor, juegos, cómics, resúmenes, fichas, lecturas, videoclips, música... ***Si bien los materiales propios del blog están protegidos, su utilización ES LIBRE (aunque en ningún caso con fines lucrativos o comerciales) siempre que se conserve el diseño integral de las fichas o de las actividades así como la autoría o autorías compartidas expresadas en las mismas.
Le pondrás por nombre Jesús Mt 1,18-24 (AVDA4-13)
En un momento
de crisis y de miedo ante las invasiones enemigas, el profeta Isaías anunciaba
al rey el nacimiento de un niño que llevaría por nombre Emmanuel, es decir
“Dios con nosotros”. Una promesa que puede parecer inútil y hasta molesta a
todos los que han decidido prescindir de Dios.
En las
vísperas de la Navidad la liturgia nos repite una y otra vez que “el mundo
espera un Salvador”. En realidad hay muchos que no esperan nada ni esperan a
nadie. Algunos, porque todo les empuja a la desesperanza. Y otros, porque
viven muy cómodos en el presente y no miran al futuro.
En realidad,
estos últimos se preguntan, de qué podrían ser salvados ellos, que se sienten
tan realizados y satisfechos con lo que tienen. Que la celebración de hoy nos ayude a todos a recobrar el don y
la tarea de la esperanza, para recibir al Deseado de los pueblos, como lo
invoca hoy la antífona del “Magnificat”.
SALVADOR
DEFINITIVO
El evangelio
según san Mateo que hoy se proclama (Mt 1,18-24) recobra aquella promesa del
profeta Isaías y la ve actualizada en la “anunciación” a José: “José,
descendiente de David, no tengas miedo de tomar a María por esposa, porque el
hijo que espera es obra del Espíritu Santo. María tendrá un hijo y tú le
pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque salvará a su pueblo de sus
pecados”.
Jesús es el
Salvador definitivo, enviado por Dios al final de los tiempos. Él nos salva de
la triple tiranía del tener, del poder y del placer.
- Nos libra
de la desconfianza que experimentamos ante los demás, cuando sólo los
consideramos como desalmados competidores, en lugar de verlos como nuestros
hermanos.
- Nos libra
de una concepción de Dios, que nos llevaba a verlo como un tirano, como el
mayor enemigo de nuestra felicidad.
- Y
finalmente, nos salva de lo peor de nosotros mismos. Nos libera de nuestra
mentira y de nuestra vaciedad, de nuestro egoísmo y nuestras cobardías, de
nuestra vileza y nuestro miedo.
EL NOMBRE QUE
NOS SALVA
El nombre de
Jesús significa “Dios salva”. Creemos y confesamos que por Él nos ha ofrecido
Dios la salvación. En él se nos hace visible cada día nuestra dignidad de hijos
amados por Dios. Con Él, por Él y en Él damos gloria y alabanza a Dios.
• Ese nombre
de Jesús nos revela ya que la causa humana no está abocada al fracaso. Hay una
salvación para quien aspira a vivir con dignidad en el mundo.
• Ese nombre
nos recuerda que, por terribles que parezcan, las fuerzas del mal no pueden
sobreponerse a la sencilla majestad del bien.
• Ese nombre
proclama que la salvación no nace de la fuerza o del ingenio del hombre, sino
que es siempre un don gratuito de Dios. Pero veamos si podemos colaborar de
algún modo concreto en la obra salvadora de Jesucristo.
Colorear el nacimiento de Jesús
Dibujos que podrás encontrar en: holybiblecoloring.wordpress.com, rayitodecolores.blogspot.com y educima.com (respectivamente)
educarconjesus en "Religión y Escuela"
César Badajoz, responsable de la sección "Área de Religión" de la revista "Religión y Escuela", me ha pedido esta colaboración para presentar el blog y los recursos del mismo en el número 275 del presente diciembre de 2013. Gracias por difundir el trabajo de educarconjesus.
Belén en el fondo del mar (villancico)
Con este villancico mis alumnos de cuarto curso del CEIP "Villa Romana" participaron en el VIII Festival Solidario de Navidad organizado por los profesores de religión de la diócesis de León en el que participaron 10 centros en directo más otros ocho con mensajes y felicitaciones elaboradas en el aula.
El que esperamos Mt 11,2-11 (ADVA3-13)
Santa Teresa
de Jesús escribía: “¿Qué esperanza podemos tener de hallar sosiego en otras
cosas, pues en las propias no podemos sosegar…?” Las noticias de cada día nos
hablan de catástrofes naturales, de guerras y atentados. Con mucha frecuencia
son los más pobres y marginados los primeros en pagar las consecuencias del mal
y de las desgracias.
El texto del
profeta Isaías que hoy se lee gira en torno a una consoladora profecía: “Mirad
a vuestro Dios, que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os
salvará”. Inmediatamente añade que su venida cambiará la suerte de los ciegos y
los sordos, los cojos y los mudos y hará volver a los rescatados del Señor.
El evangelio
se hace eco de aquella profecía. De hecho, las mismas señales de curación
constituyen la prueba de que Jesús es el Mesías que había de venir. Hoy no
podemos ignorar a todos esos enfermos y desvalidos. Hoy hemos de agradecer la
misericordia de Dios sobre ellos.
SANACIÓN Y SALVACIÓN
Desde la
mazmorra en la que había sido arrojado por Herodes, Juan Bautista envía a dos
discípulos suyos para que interroguen a Jesús sobre su identidad: “¿Eres tú el
que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”
Jesús no presenta más credenciales que sus propias obras. Sus acciones
coinciden con las antiguas promesas formuladas en el libro de Isaías
Sus acciones
que no son meros actos de curación. La sanación corporal es el signo visible de
la salvación integral de la persona. Una salvación que solo Jesús puede
otorgar. Nadie fuera de él podrá salvarnos. Ni personas, ni instituciones. Ni
líderes ni ideologías. Ni objetos de consumo ni loterías. Solo Él es el
Salvador. Ese es el contenido central de nuestra fe y de la nueva evangelización.
La salvación
del hombre no se reduce a la sanación corporal de las persona, pero no pretende
ignorarla. Hoy podemos preguntar por los enfermos que conocemos. O tal vez
visitar en una residencia a los ancianos
que no conocemos todavía. Y no sólo para “distraerlos”. Podemos tener para
ellos las palabras y los gestos de la fe, la esperanza y el amor.
LA GRAN
BIENAVENTURANZA
De todas
formas, no olvidemos esa bienaventuranza que hoy se proclama. Entre todas las
bienaventuranzas que el evangelio pone en boca de Jesús, ésta es especialmente
llamativa.
• “¡Dichoso
aquel que no pierde su confianza en mí!”. Muchos desearían un Mesías a la
medida de sus gustos, un evangelio que aceptara sus caprichos, una Iglesia que
bendijera todas sus decisiones. Para la fe cristiana, es dichoso el que no
coloca su propia idea del Mesías por encima y contra la realidad del Mesías
Jesús.
• “¡Dichoso aquel que no pierde su confianza en mí!”.
Contemplemos una vez más su apariencia humilde. Contemplemos su sacrificio. Su
pasión y su muerte eran un verdadero escándalo, una piedra de tropiezo. Es
dichoso quien supera la tentación de abandonar a Jesús y su evangelio, a Cristo
y a su Iglesia.
Donde la gracia está Lc 1,26-38 (ADVA2-13)
“Reina y Madre, Virgen pura, que sol y cielo pisáis, a vos sola no alcanzó la triste herencia de Adán. ¿Cómo en vos, Reina de todos, si llena de gracia estáis, pudo caber igual parte de la culpa original? De toda mancha estáis libre: ¿y quién pudo imaginar que vino a faltar la gracia en donde la gracia está?” Es hermoso este romance de Francisco de Borja (1577-1658) que recitamos en la fiesta de la Inmaculada Concepción de Santa María Virgen.
En el tiempo
del Adviento, la fiesta de la Concepción Inmaculada de María nos alienta en el
camino de la esperanza. Somos conscientes
de nuestros errores y pecados. A pesar de ellos, Dios ha querido ofrecer
a la humanidad un horizonte de perdón y de misericordia, de gracia y de
belleza.
Esta fiesta
de María nos lleva a celebrar esta nueva creación. Nuestra oración de hoy brota
de una íntima alegría. La de saber que lo que perdió EVA, “la madre de todos
los que viven”, ha sido felizmente recuperado gracias al AVE que el ángel
Gabriel dirige a María, Madre de todos los redimidos.
LLENA DE
GRACIA
Hoy se nos
repite el relato evangélico de la Anunciación a María. En él escuchamos las
palabras que le dirige el ángel del Señor: “María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios”.
Ese saludo convierte a María en imagen de todo el género humano. Con él se
inicia el gran Adviento de la historia humana. Con él renace la esperanza.
Desde lo más
hondo de su existencia, María refleja fielmente la misericordia de Dios y sabe
traducirla en fidelidad. Dios nos crea y nos sostiene. María gozó durante toda
su vida de la plenitud de la gracia y de la salvación. Fue una persona fiel en
todo al proyecto de Dios. También a nosotros, Dios se nos da gratis, pero
espera nuestra respuesta.
La sintonía
de María con la salvación ofrecida por Dios a la humanidad es un don gratuito,
pero encontró en ella una respuesta libre y generosa. Muy pobre es nuestra fe
si no logra superar el temor y no nos
ayuda a aceptar el don de la gracia que Dios nos ofrece cada día.
La humanidad no tiene nada que temer de la divinidad. Dios
no es un enemigo de la causa y de la libertad humana. Dios nos ofrece su amable
cercanía. Como dijo Benedicto XVI, “el hombre que se dirige hacia Dios no se
hace más pequeño, sino más grande, porque gracias a Dios y junto con él se hace
grande, se hace divino, llega a ser verdaderamente él mismo”.
ABOGADA DE
GRACIA
Hoy nuestro
corazón se esponja en la contemplación de la decisión de Dios de ofrecer a la
humanidad un rayo de esperanza. Con el prefacio de la misa de esta solemnidad
nos gozamos en la limpieza de María:
• “Purísima
había de ser, Señor, la Virgen que nos diera el Cordero inocente”. Esta mirada
al pasado de nuestra historia nos invita a dar gracias por el don de la
salvación. A la vista del mal y de la corrupción de este mundo, con frecuencia
nos dejamos vencer por el pesimismo.
• “Purísima
la que, entre todos los hombres, es abogada de gracia y ejemplo de santidad”. Y
esta mirada a nuestro presente nos lleva a recobrar la esperanza. Tratemos de
descubrir los signos de esperanza que se encuentran en nosotros mismos, en los
demás y en toda la sociedad.