Mayor que el profeta Jn 1,29-34 (TOA2-14)



“Es poco que seas mi siervo  y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra”. Estas palabras de la segunda parte del libro de Isaías (Is 42, 1-7) nos presentan la misión universal del “Siervo de Dios”.
Pascal escribió que cuando llueve en la aldea, algunos párrocos suben al púlpito y anuncian el diluvio. Somos demasiado provincianos. El mundo se extiende mucho más allá de nuestro pueblo. Y la Iglesia es más amplia que nuestra parroquia. Dios desea que la voz de su Siervo llegue hasta el confín de la tierra.   
También en estos tiempos necesitamos creyentes como éste. Los profetas de hoy no pueden limitarse al grupo con el que se identifican. Han de salir a “las periferias existenciales”, como dice el Papa Francisco. Tal vez no podemos incendiar el mundo, pero podemos al menos encender una luz que indique el camino del bien y la verdad.
  
ANUNCIO Y TESTIMONIO

Juan Bautista sabía bien que él no era el Mesías. Ni siquiera lo conocía antes de que le fuera mostrado por el Espíritu. Juan no tenía las respuestas que su pueblo esperaba. Pero podía, al menos, anunciar la llegada del Mesías. Y manifestarlo cuando lo descubrió ya presente entre los hombres.
En el texto que hoy se proclama, Juan manifiesta con humildad su propio descubrimiento (Jn 1,29-34). Ha llegado ya el que es mayor que él mismo.  Ha visto al anunciado por los profetas. Y, entre el Jordán y el desierto,  él realiza su vocación de profeta anunciando su llegada a todos los que le escuchan.  
Claro que Juan no se reserva para sí mismo su descubrimiento. Sabe que la salvación no le pertenece. Quien ha descubierto la verdad no tiene más remedio que comunicarla. Con su palabra y sobre todo con su propia conducta. El anuncio, la profecía y el testimonio son cualidades que se esperan también hoy de los creyentes.

EL CORDERO Y LA PALOMA

Las palabras que el Bautista dirige a las gentes sobre Jesús resumen nuestra fe en el Mesías y orientan nuestra vida de cristianos.  
• “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Jesús es el cordero de la nueva Pascua. Al mirarle a Él, descubrimos nuestro pecado. Y al mirarnos, él nos redime del pecado. Él se ha ofrecido en sacrificio por nuestra salvación.
• “He contemplado al Espíritu que bajaba sobre él como una paloma y se posó sobre él”. El Espíritu que Isaías veía sobre el Siervo de Dios lo ha visto Juan sobre Jesús de Nazaret. Él es la tierra firme que encuentra la paloma tras el diluvio. 
• “Yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios”. Juan Bautista no habla de oídas. Como él, todos los que hemos experimentado la cercanía del Señor, damos humildemente testimonio de su presencia.

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