Amor y Gloria Jn 3,16-18

“Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad”. Así se presenta el mismo Dios a Moisés entre las rocas del monte Sinaí (Ex 34,6). Esa manifestación que se proclama en la misa de hoy ya nos revela la bondad infinita de Dios.
Él ha liberado a su pueblo de la esclavitud de Egipto. Pero Moisés sabe que el punto de partida significaría bien poco si no se alimentara en el pueblo el ideal del punto de llegada. La memoria ha de abrirse a la esperanza. Por eso le ruega al Señor que camine con su pueblo y lo tome como su heredad.
 Caminar con el Dios de la compasión y la misericordia no es un privilegio exclusivo de aquellas tribus hebreas. La fe nos dice que también nosotros podemos caminar amparados por el Dios compasivo y misericordioso.

EL AMOR DE DIOS

 Jesús revela a Nicodemo la identidad de Dios y su proyecto sobre el hombre: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna” (Jn 3,16). Con esta manifestación se completa la que se encontraba en el libro del Éxodo. El Dios compasivo ama a este mundo.
Esa intuición de la experiencia hebrea es el núcleo de la fe cristiana. En la religión de los griegos nunca se habría podido imaginar que los dioses amaran a los hombres. Los dioses infundían terror. Los predicadores cristianos tuvieron que desempolvar el verbo “agapáo”, como en este caso, para hablar del amor gratuito y misericordioso de Dios.
Una de las causas del ateísmo contemporáneo se encuentra precisamente ahí. Muchos confunden el Dios que anuncia Jesús con el Dios que condenó a Prometeo por haber intentado ayudar a los hombres a prosperar. El Dios que envía a su Hijo Jesús no tiene celos de los hombres. Al contrario ama a los hombres y a su mundo.

EL NOMBRE Y LA GLORIA

En el pueblo de Lardeira (Orense) se venera una interesante imagen de la Trinidad. Tres figuras se miran como afirmando su identidad divina y su diversidad como personas. A ellas se refiere San Pablo en la segunda lectura de hoy: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros” (2 Cor 13,13).
• “La gracia de nuestro Señor Jesucristo”. Si por Moisés nos fue dada la Ley, por Jesucristo nos han llegado la gracia y la verdad (Jn 1,17). A él acudimos con esperanza, sabiendo que seremos aceptados y perdonados.
• “El amor de Dios”. El Dios Creador del mundo y liberador de Israel, es nuestro Padre y nos ama de forma creativa y gratuita, con amor compasivo y misericordioso.
• “La comunión del Espíritu Santo”. El Espíritu de Dios es la comunidad de Dios, que humildemente tratamos de reproducir en nuestras comunidades humanas.
En su exhortación “La alegría del Evangelio”, el Papa Francisco nos recuerda que nuestra fe en el Dios trinitario promueve el amor al prójimo, la fraternidad y la justicia y nos lleva a la compasión que comprende, asiste y promueve a la persona (EG 178-179).

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