Solemnidad S. Pedro y S. Pablo (29 de junio) Mt 16,13-19

Estamos tan acostumbrados a mencionar a San Pedro y San Pablo que podemos olvidar la importancia de su misión en los orígenes de la Iglesia.
El texto de los Hechos de los Apóstoles que hoy se lee en la misa (Hech 12, 1-11) nos remite a un fresco bellísimo en el que Rafael dejó plasmada la liberación de Pedro. Herodes lo había metido en la cárcel durante la semana de Pascua. Pero “mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él”.
Orar por Pedro era un deber de gratitud y de amor para la primera comunidad de Jerusalén. Pedro será bien consciente de que esa oración le ha “liberado de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos”.
También Pablo es consciente de que el Señor lo ha liberado de la boca del león y lo seguirá librando de todo mal, salvándolo para su Reino (2Tim 4,17-18).

PILARES DE LA FE

A estos pilares de la fe de la Iglesia celebramos hoy en una misma fiesta. Su diferencia de talante y de opiniones no los separó en vida de la gran misión que les fue confiada por su Señor ni los aleja ahora en nuestra veneración.
De Pedro nos dice el evangelio de hoy (Mt 16, 13-19) que reconoció a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios vivo. A cambio, Jesús le cambia su nombre de Simón por el de Pedro para hacer de él la piedra sobre la que el Señor va a edificar su Iglesia. 
Pablo, por su parte, resume a su discípulo Timoteo su propia tarea de apóstol y misionero: “El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles”.
Así pues, los dos apóstoles y pilares de nuestra fe han sido liberados por Dios para convertirse en agentes de la liberación que nos proporciona el Evangelio de Jesucristo.

UN ÚNICO SALVADOR

En la solemnidad de hoy queda flotando la confesión que el Evangelio coloca en la boca de Pedro:
• “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Pedro es el modelo de una fe que reconoce a Jesús como el ungido de Dios, el Salvador que Él nos envía, el Hijo único de Dios. Esa era la condición mínima para ser un auténtico discípulo de Jesús de Nazaret. Los que pretendían seguirlo por otros motivos pronto abandonaron el camino.
• “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Esa es la fe de la Iglesia, convocada y guiada por el Espíritu. Y ese es el resumen de su mensaje. La Iglesia no es una organización no gubernamental de beneficencia, ni una asociación cultural, ni un grupo de poder. Es la comunidad de los que aceptan a Jesús como el Mesías divino que redime lo humano.
• “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Esa es la buena noticia que los cristianos anuncian a toda la humanidad. En un mundo secular, muchos ponen la salvación en la técnica o en la política, en el arte o en la guerra. En un mundo plural y multicultural se nos ofrecen muchos salvadores. La fe en el Mesías Jesús es el camino para la paz.

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