Llamada y misión Mc 1,14-20 (TOB3-15)

“Levántate y vete a Nínive, la gran capital, y pregona allí el pregón que te diré” (Jon 3,1).  Esa es la orden que el Señor dirige a Jonás. No era un encargo fácil. Nínive era una potencia despiadada, que sometía a esclavitud a todos los pueblos que iba conquistando. Exhortar a Ninive a convertirse, de parte de un Dios al que despreciaba, parecía una tarea imposible.
No es extraño que Jonás trate de ignorar la llamada de Dios y de huir lejos, exactamente en la dirección contraria de la ciudad a la que Dios le envía. Jonas nos parece un profeta desobediente, pero otros podrían calificarlo como un hombre realista y prudente. Nadie puede ser obligado a meterse en la boca del lobo.
Sin embargo, contra todo pronóstico, los ninivitas escuchan un mensaje en el que no cree el mensajero. Y ante el arrepentimiento de Nínive, Dios se arrepiente del castigo que pensaba enviar a la ciudad. Evidentemente, la misericordia de Dios es mayor que la incredulidad humana.

LA LLAMADA

El evangelio que hoy se proclama recuerda también una llamada. La escena nos sitúa en las orillas del lago de Galilea. Jesús es todavía un desconocido en la región. Al pasar, encuentra  a Simón y a su hermano Andrés enfrascados en su tarea habitual. Son pescadores y están echando el copo en el lago.  
“Venid conmigo y os haré pescadores de hombres” (Mc 1,17). Hemos escuchado muchas veces estas palabras. Hoy nos resultan familiares, pero tuvieron que suscitar algunas preguntas en aquel momento. ¿Quién era aquel personaje que invitaba a unos desconocidos a seguirle? ¿Qué podía significar ser pescadores de hombres?
 La escena puede explicarse por el evangelio de Juan. Andrés era discípulo de Juan Bautista, había tenido ya un encuentro con Jesús  y lo había comentado con su hermano Simón. Y tal vez con Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, que eran sus compañeros en las tareas de la pesca. También a ellos dirige Jesús su llamada. 

EL SEGUIMIENTO

Pero la escena que se desarrolla junto al lago de Galilea es como una parábola en acción. Nos indica que la llamada obedece a la iniciativa de Jesús. Y nos recuerda la respuesta de los que han sido llamados por él:
• Los cuatro pescadores dejaron sus aperos de pesca y a sus familiares y compañeros. Abraham salió de su tierra y dejó atrás a su parentela. Moisés dejó la tierra en la que había nacido y la alta posición que ocupaba. También Jonás dejó su tierra y su comodidad. La llamada de Dios relativiza nuestra instalación y posesiones y hasta nuestras relaciones personales. 
• Los cuatro pescadores del lago decidieron seguir a Jesús y se marcharon con él. Abraham, Moisés y Jonás, siguieron la indicación del Dios que los enviaba a un futuro difícil y arriesgado. La llamada de Dios exige de nosotros una generosa disponibilidad para seguir los pasos de Jesús, acompañarlo por el camino y ser testigos de su vida y su mensaje.

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