Jesús y los enfermos Mc 1,29-39 (TOB5-15)

“Mis días corren más que la lanzadera y se consumen sin esperanza. Recuerdo que mi vida es un soplo y que mis ojos no verán más la dicha” (Job, 1, 6-7). Con estas lamentaciones de Job se cierra la primera lectura de este domingo. Seguramente muchos enfermos y ancianos se identificarán con ellas.
Lo más sorprendente es que, inmediatamente antes, Job había dicho que la noche se le hacía larga y que se hartaba de dar vueltas hasta el alba. Dicen que una ancianita solía repetir: “Qué corta es la vida y qué largas se hacen algunas tardes”. Aunque el tiempo total de nuestra existencia se nos haga corto, hay situaciones que parecen frenar el reloj. 
Y una de esas situaciones es precisamente la enfermedad. Los días que se transcurren en un hospital parecen ser mucho más largos que los días de nuestras vacaciones. Quien se cree dueño de su propia vida se dará muchas veces por vencido ante la experiencia de la enfermedad. El misterio del dolor pone en entredicho todas nuestras seguridades. 

LIBERTAD Y SERVICIO

 El evangelio de Marcos comienza evocando las actividades que han de llenar el tiempo de Jesús durante su vida pública (Mc 1, 29-39). Hay tres actividades que anuncian toda su misión profética: la predicación por las aldeas de Galilea, la oración silenciosa antes del amanecer y la curación de los enfermos. 
La predicación en la sinagoga lo revela como un maestro que habla con autoridad. La oracion lo lleva también a la sinagoga en el día del sábado, y lo encamina después a lugares descampados y desiertos. Su compasión con los enfermos se manifiesta de nuevo en la sinagoga, pero también en las casas y en los caminos
El relato de la curación de la suegra de Pedro nos sitúa en un día de sábado. La mujer no ha podido acudir a la sinagoga, pero el Maestro viene a su casa. Este es uno de esos momentos que marcan el paso de la Antigua a la Nueva Alianza. Jesús no teme ignorar algunas normas que repiten los maestros de la Ley. Se acerca, toma de la mano a la enferma y la levanta.
Ese gesto es determinante. A la mujer se le pasa la fiebre y se levanta para servir a Jesús y a los discípulos que han comenzado a seguirle. La que era esclava del mal ha sido liberada por Jesús. Pero su libertad se convierte en decisión y en acto de servicio. La suegra de Pedro y su curación se presentan, pues, como una especie de parábola en acción.

LA EVANGELIZACIÓN

Al anochecer termina el descanso del sábado. Las gentes traen los enfermos hasta Jesús precisamente al anochcer, cuando se pone el sol. Y Jesús los cura ante la admiración general. Pero después de orar durante la última parte de la noche, Jesús invita a sus discípulos diciendo: “Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido”.
• Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas”. Jesús no se deja atrapar por las exigencias inmediatas de las gentes, que buscan en él una solución a sus problemas. La Iglesia no es una organización asistencial, como dice el Papa Francisco.    
• “Vámonos para predicar”. Jesús será recodado como un Maestro y un predicador itinerante. El evangelio dice que anuncia el Reino de Dios y exhorta a la fe y a la conversión. Por eso Pablo puede exclamar: “Ay de mí si no anuncio el Evangelio”.
• “Para eso he venido”. Jesús reconoce que su misión  es anunciar la buena noticia de Dios. La Iglesia ha ejercicio siempre en el mundo una impagable labor de asistencia a los pobres y a los enfermos. Pero es bien consciente de que ha de ser fiel, sobre todo, a su misión de evangelizar.  

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