La piedra y el pastor Jn 10,11-18 (PAB4-15)

“Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular. Ningún otro puede salvar y, bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos” Así interpela Pedro a los jefes del pueblo y a sus senadores  (Hech 4,11-12).
Pedro y Juan han sido llevados ante el Sanedrín no por haber curado al tullido que pedía limosna a la puerta del Templo de Jerusalén, sino por haberlo curado en el nombre del Mesías de Nazaret. Eso es lo que realmente molestaba a las autoridades del pueblo. 
Pero Pedro inicia su discurso con las palabras de un salmo (118,22). No se trata de un alegato para defenderse a sí mismo, sino del anuncio de su evangelio. Era importante afirmar que la piedra despreciada se había convertido en el fundamento de la vida y de la salvación.
O dicho más claramente, Jesús, crucificado por instigación de aquellos jefes del pueblo, ha sido convertido por Dios en el salvador de ese pueblo tan manipulado por sus jefes. Esa es la gran paradoja. Y ese es el núcleo del mensaje que ha de recorrer el mundo. 

 LA CONTRAPOSICIÓN

El evangelio de este cuarto domingo de Pascua  (Jn 10,11-18) nos recuerda todos los años la figura de Jesús como el Pastor bueno y responsable.
• Hay algunas notas que establecen una notable diferencia entre el pastoreo de Jesús y la actuación del asalariado. Jesús da la vida por sus ovejas. Pero el asalariado no es pastor ni dueño de las ovejas. Es evidente que sólo le preocupa su interés personal. No ama a sus ovejas. No está dispuesto a dar la vida por ellas.  Por eso las abandona cuando ve llegar al lobo.
• El texto que se proclama en este día nos ofrece otra contraposición muy importante. Pedro acusaba a los jefes del pueblo de haber  crucificado a Jesús. Pero el evangelio repite una y otra vez que Jesús entrega espontáneamente  la vida por sus ovejas: “Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente”.
• En este texto evangélico hay una tercera contraposición: la que va de entregar la vida a recuperarla. Nosotros entregamos o perdemos la vida, pero nada indica que podamos recuperarla. Una y otra vez se repite que Jesús entrega su vida por las ovejas. Pero por dos veces nos dice él mismo que tiene poder para recuperarla.

JESÚS Y EL PADRE

 No deberíamos olvidar esa palabra de Jesús. Sólo él tiene poder para recuperar la vida que entrega por los suyos. Ese es el mensaje de la Pascua. Pero todavía nos llaman la atención las referencias de Jesús a su Padre: 
• “El Padre me conoce y yo conozco al Padre”.  Esa relación de mutuo conocimiento entre Jesús y su Padre indica su origen eterno, revela el estilo de su vida y nos ofrece la razón por la que ha podido revelarnos a su Padre.
• “El Padre me ama porque yo entrego mi vida”. La generosidad de Jesús es fruto del amor que le une al Padre, pero, al mismo tiempo la entrega de Jesús a los hombres le hace merecedor del amor del Padre.
• “Este mandato he recibido de mi Padre”. Una y otra vez Jesús había manifestado que había venido al mundo para cumplir la voluntad del Padre. Ahora nos manifiesta que la voluntad del Padre es que el Hijo entregue su vida por sus ovejas.  

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