El que está por venir Lc 21,25-28.34-36 (ADC1-15)

“En aquellos días y en aquella hora suscitaré a David un vástago legítimo, que hará justicia y derecho en el tierra”.  Este oráculo de Dios que se encuentra en el libro de Jeremías (Jer 33, 14-16) nos introduce hoy en el tiempo del Adviento. Este es el tiempo de la espera y de la esperanza
• De la espera de un futuro que nos desvela un horizonte en el que se puede vislumbrar el derecho y la justicia. No la justicia de los que se apoyan en el poder del dinero y de las armas para arrogarse el derecho de “ajusticiar” a todos los que consideran como enemigos de sus ideales o de sus intereses. 
• Y de esperanza, porque el mismo oráculo nos anuncia que ese horizonte no es fruto de las estrategias humanas. Es un puro don de Dios. Por eso el texto concluye con unas palabras que nos invitan a elevar los ojos a lo alto: “En aquellos días se salvará Judá y en Jerusalén vivirán tranquilos, y la llamarán así: “Señor –nuestra- justicia”.

EXHORTACIONES

En el evangelio que se proclama en este primer domingo de Adviento, Jesús anuncia que habrá signos en los astros, angustia entre las gentes, estruendo del mar y hombres que quedan sin aliento, agarrotados por el miedo ante lo que se le viene encima al mundo (Lc 21, 25-36). Pero esta profecía incluye tres exhortaciones que conviene leer en sentido inverso:
• “Estad despiertos”. Si nos mantenemos en vela podremos llegar a discernir los signos de los tiempos y aprender el profundo significado que encierran para nosotros.
• “Tened cuidado”. Si perdemos la esperanza en el futuro, nos dejaremos emborrachar por el vicio y el dinero, que nos ofrecen en el presente una seguridad ilusoria.
• “Alzad la cabeza” Si levantamos la vista solo para lamentarnos no habremos conseguido mucho. Levantamos los ojos para descubrir la liberación y al Liberador.
De hecho el texto evangélico de hoy no promete algo sino la llegada de Alguien: “Manteneos en pie ante el Hijo del hombre”.

ACTITUDES

En la segunda lectura de la misa de hoy leemos un trozo del primer escrito cristiano: la primera carta de Pablo a los fieles de la ciudad de Tesalónica. En este mensaje, el Apóstol subraya tres actitudes que acompañan a la esperanza:
• Rebosar de amor mutuo. Esta es la verdadera actitud del cristiano ante los demás. No se puede esperar al Señor viviendo en la indiferencia, y menos aún en el rencor. 
• Pedir la fortaleza. Esta actitud nos sitúa ante nosotros mismos. Nuestra debilidad nace de nuestro acomodo y nuestra poltronería. Sólo la austeridad nos hará fuertes para esperar.
• Mantenerse irreprensibles ante Dios. Esta tercera actitud nos lleva a examinar nuestra conciencia ante Dios. El conoce nuestro corazón y nuestra verdad más oculta.

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