Los de cerca y los de lejos Lc 13,22-30 (TOC21-16)

“Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua” (Is 66, 18). Esa promesa de Dios, se encuentra en la tercera parte del libro de Isaías. El pueblo ha regresado de Babilonia. El tiempo de la deportación y del exilio no podrá ser olvidado jamás. Pero Dios invita a soñar el futuro. A romper el particularismo. A ensanchar el horizonte.
El profeta anuncia que el Señor enviará sus mensajeros por todo el mundo.  Y anunciarán su gloria hasta en las tierras más lejanas. Hasta las costas que nunca oyeron su fama ni vieron su gloria. Y de allá vendrán para ofrecer sacrificios  en el Monte Santo de Jerusalén.
 Apoyado en esa promesa, el orante se atreve a cantar: “Alabad al Señor todas las naciones, aclamadlo todos los pueblos”  (Sal 116,1). Claro que nadie podrá caminar hasta el Señor si no se purifica. Es preciso aceptar como hijos la corrección con que nos reprende el Padre que nos ama (Heb 12,5-13).

LA PRESUNCIÓN

Al leer el evangelio que se proclama en este domingo nos quedamos un poco desconcertados. El texto parece oscilar de un tema a otro.
• En primer lugar se nos presenta a Jesús que sube decidido hacia Jerusalén. Pero no parece obsesionado por la condena que allí le espera. Al contrario, mientras va recorriendo el camino no deja de enseñar en las ciudades y aldeas por las que pasa. Jesús es un Maestro que no olvida su misión.
• En segundo lugar, se recuerda la pregunta de un oyente anónimo: “¿Señor, serán pocos los que se salven?” Jesús elude la cuestión teórica y exhorta a las gentes a esforzarse en entrar por la puerta estrecha. La salvación no queda garantizada por la cercanía física al Maestro. No basta escuchar  su palabra. Hay que vivir como él para evitar ser rechazados por él.
 • En un tercer momento, contra la presunción de los que le siguen habitualmente, Jesús  proclama la suerte de “los otros”. Son los que vienen de lejos. “Vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur y se sentarán en la mesa en el Reino de Dios.

LA RUTINA

El texto evangélico se cierra con una advertencia que debió de brotar muchas veces de los labios de Jesús: “Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos”.
• Las primeras comunidades cristianas pensaron sin duda que los primeros eran los miembros del pueblo de Israel, mientras que los últimos eran evidentemente los que llegaban del mundo pagano y aceptaban el evangelio del Señor. Se cumplían así las antiguas profecías. La comunidad se abría a nuevos horizontes.

• En las comunidades cristianas de hoy hemos de considerar seriamente aquella especie de proverbio de Jesús. Los cristianos “de siempre” hemos caído en la rutina. Creemos tener asegurada la salvación. Somos “practicantes no creyentes”. Seguramente nos precederán en el Reino muchos de esos que parecen “creyentes no practicantes”.

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