La llamada Jn 1,35-42 (TOB2-18)

“Vino el Señor, se detuvo y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Y él respondió: Habla Señor, que tu siervo escucha”. En este precioso relato por tres veces llama el Señor al niño Samuel en el santuario, donde se encontraba el Arca de Dios (1Sam 3,3-10.19).
La palabra de Dios irrumpe en medio de las tinieblas. Dios elige a un niño y lo llama durante la noche. El niño cree que es el sacerdote Elí y acude a  él. Cuando al fin se convence de que es Dios quien lo llama, se muestra dispuesto a escuchar su voz. Y Dios lo hace portador de una palabra que ha de dirigir al sacerdote.
Con toda propiedad el salmo pone en nuestros labios una oración que evoca la disponibilidad de aquel niño-profeta: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad” (Sal 39).
De la reflexión  de san Pablo a los Corintios sobre la dignidad del cuerpo humano (1Cor 6,13-20) podemos subrayar hoy una conclusión que responde a nuestra verdad más profunda: No nos pertenecemos, puesto que hemos sido comprados a un alto precio.  

 LA BÚSQUEDA
 En el texto del evangelio de san Juan que hoy se proclama (Jn 1,35-42) aparece una vez más la figura de Juan Bautista. Mirando a Jesús que pasa, se dirige a dos de sus discípulos y les dice: “Este es el Cordero de Dios”. Basta esa indicación para que ellos se decidan a seguir a Jesús.  El evangelio recoge tres frases de un diálogo definitivo:
 • “¿Qué buscáis?”  Esas son las primeras palabras de Jesús que aparecen en el evangelio de Juan. Jesús comienza su misión preguntando. Esa pregunta la repetirá en el huerto de Getsemaní a los que llegan a prenderlo. Y la dirigirá también a María Magdalena el primer día de la semana.
• “Maestro, ¿dónde vives?” En los salmos aparece la pregunta: “¿Dónde está Dios?” Mientras las gentes de Israel buscaban a Dios en el Templo. Dios se hace presente en Jesús. Donde quiera que él viva allí resonará la voz de Dios.
• “Venid y lo veréis”. Las gentes de Israel temían acercarse a la montaña de Dios. Serían invitadas con frecuencia a “escuchar” la voz de Dios. Esa actitud será siempre válida. Pero ahora la palabra de Dios se ha hecho carne. Ha llegado el momento de “ver”.  

EL ENCUENTRO
El texto nos deja en suspenso ante el secreto de las palabras que pudieron cruzarse entre Jesús y los dos discípulos de Juan. Solo contamos con una frase que no puede dejarnos indiferentes: “Fueron, vieron donde vivía y se quedaron con él ese día”.
• “Fueron”. También hoy es preciso salir de nuestra comodidad para ponernos en camino y acércanos al que es la verdad y la vida.
• “Vieron donde vivía”. También hoy es necesario abrir los ojos para percibir la presencia del Señor en nuestro mundo.
• “Se quedaron con él ese día”. También hoy se nos ofrece la oportunidad de permanecer junto a nuestro Maestro para hacer nuestro su mensaje.

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