Oración y compasión Mc 1,29-39 (TOB5-18)

“Al acostarme pienso: ¿Cuándo me levantaré? Se me hace eterna la noche y me harto de dar vueltas hasta el alba”. Así se lamenta Job, deprimido y agobiado por su enfermedad (Job 7,4). Su experiencia es la de muchas personas enfermas, a las que se les hace larga la noche.
En su origen, la palabra “enfermo” refleja la situación de la persona que no tiene apoyo suficiente para sostenerse en pie. Los síntomas de las enfermedades pueden variar, pero el sentimiento de sentirse débil e incapacitado para moverse es común a todos los que se ven aquejados por el dolor.
Pero a la luz de la fe, podemos confesar con el salmista: “El Señor sana los corazones destrozados y venda sus heridas (Sal 146,3).
Aunque san Pablo se refiera a sus relaciones con los paganos y con los que dudaban de su fe, sería bueno hacer nuestra su propia confesión: “Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles” (1 Cor 9,22).

EL SERVICIO
Eso mismo es lo que había hecho Jesús. Al salir de la sinagoga de Cafarnaún, un día de sábado, se dirigió a la casa de Simón y de Andrés. La suegra de Simón estaba enferma, con fiebre. Jesús se acercó, la tomó de la mano y la ayudó a levantarse. Pero al contacto con Jesús, se le pasó la fiebre y se puso a servirles (Mc 1,30-31).
• El texto evangélico nos sitúa en un día de sábado. Se nos dice que Jesús participa en la oración de su pueblo y a continuación cura a una enferma. Una dedicación no debería ser jamás un obstáculo para la otra. Evidentemente, la mirada a lo alto no puede hacernos olvidar los dolores y sufrimientos de aquí abajo.
• Algo parecido ocurre con los discípulos. Salen del espacio de oración que los ha acercado a lo divino, pero no olvidan la realidad del dolor humano.  De hecho, interceden ante Jesús a favor de la enferma. Jesús no rehúsa acercarse a ella, sino que le trae la salud. Y ella pasa de la servidumbre al servicio. Sin pretenderlo, se convierte en modelo para nuestra vida.  

LA MISIÓN
A continuación el texto pretende resumir tres actividades propias de Jesús. En realidad, son tres componentes de su misión.
• En primer lugar, la compasión y la sanación. Al ponerse el sol, es decir, pasado ya el descanso sabático, las gentes acercaron a Jesús a muchos enfermos y él los curó. 
• En segundo lugar, la oración. De madrugada, estando todavía oscuro, Jesús se retiro a un lugar solitario y se puso a orar.  
• Y en tercer lugar, la predicación. Reunido con sus discípulos, Jesús los invita a dirigirse a las aldeas cercanas para predicar también allí.

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