Entrada en el templo Jn 2,13-25 (CUB3-18)

“No tendrás otros dioses frente a mí”. Así comienza la primera lectura de este domingo tercero de cuaresma (Éx 20,1-17). Después de la alianza de Dios con Noé y con Abraham, que hemos meditado en los dos domingos anteriores, hoy se nos recuerda la alianza que Dios hizo con Moisés y con su pueblo.
En ese contexto se sitúa el Decálogo. Dios había liberado a Israel de la esclavitud que sufría en Egipto. Dios había hecho su parte. Pero la liberación exigía algo de parte de aquel pueblo y de todos los pueblos de la tierra. Los mandamientos no son un peso en las alas. Reflejan la responsabilidad con la que se ha de alcanzar y vivir la liberación.
En la segunda lectura, san Pablo nos invita a anticipar ya el misterio de la muerte de Cristo. El Crucificado es escándalo para los judíos y necedad para los  griegos. Pero para los que creen en él  es fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1, 22-25). 

LOS VENDEDORES Y LA LIMPIEZA
La celebración de la Pascua se anticipa también en la primera frase del evangelio que hoy se proclama (Jn 2,13-25). Hemos meditado muchas veces este episodio de la limpieza que Jesús escenificó en los atrios del templo de Jerusalén. Claro que casi siempre nos ponemos en su lugar, dispuestos a repartir latigazos más que a recibirlos.
• Jesús decide limpiar el templo de traficantes. Desea que sea una casa de oración, no una plaza de negocios. También hoy quiere una Iglesia y unos ministerios limpios.
• Jesús quiere que la casa de Dios sea un lugar de oración. También hoy nos pide que nos acerquemos a Dios en todo tiempo y en todo lugar.
• Jesús se refiere a su propio cuerpo, identificándolo con el templo de Dios. También hoy nos exhorta a respetar nuestro cuerpo y el de los demás.
Leído en este tiempo de cuaresma, este episodio nos prepara para la celebración de la muerte y resurrección de Jesús. El templo de su cuerpo seria destruido, pero al tercer día sería restaurado y resucitado para nuestra salvación y nuestra esperanza.  

LA VERDAD  Y LOS VALORES
La lectura de este episodio evangélico es muy interesante. Pero casi siempre olvidamos el final del relato. En él se nos habla de los que escuchan a Jesús y se nos recuerda cómo los veía él.
• Muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía. El texto retoma algo que aparece varias veces en los evangelios. Las gentes piden signos y milagros para poder creer. Pero el evangelio nos dice que, al contrario, solo si creemos en el Señor veremos los signos y prodigios que él realiza en nosotros.
• Pero Jesús no se confiaba a ellos… porque sabia lo que hay dentro de cada hombre. También esta frase es fundamental. Nosotros juzgamos por las apariencias y vivimos de apariencias. El Señor nos invita a vivir en la verdad y a no juzgar a las personas solo por su figura. Nuestra fe no puede quedar en los gestos exteriores.

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