El pastor verdadero Jn 10,11-18 (PAB4-18)

“No hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos” (Hech 4,12). Evidentemente, Simón Pedro se refiere al nombre de Jesucristo. En su nombre, Juan y él habían curado al paralítico que yacía a la puerta del Templo.
Los jefes del pueblo y los ancianos los habían detenido, encarcelado y azotado.  Pero no los juzgaban por haber devuelto la salud a un enfermo. Eso les habría merecido el rechazo de las gentes. Los apóstoles son juzgados como malhechores precisamente por haber curado a aquel paralítico en el nombre de Jesús.
Jesús era como la piedra desechada por los constructores. Pero por voluntad del Padre se había convertido en la piedra angular de un nuevo edificio (Sal 117). He ahí la gran contradicción y la fuente de escándalo, entonces y ahora.

LA COMUNIDAD
El evangelio de este domingo cuarto de Pascua nos ofrece todos los años la alegoría evangélica que nos presenta a Jesús como el verdadero Pastor de su rebaño. En el contexto en el que fueron pronunciadas, esas palabras eran una denuncia contra los pastores que no servían a su pueblo, sino que se servían de él. Hay tres actores en el relato:
• El lobo ataca a los rebaños. Roba las ovejas y las dispersa. Estas imágenes no pueden ser ignoradas. El texto evangélico tiene ya presentes a las comunidades que son atacadas, divididas y dispersadas por los que buscan sus intereses y traen la muerte.
• Hay responsables de la comunidad que se comportan como asalariados.  No les importan las ovejas. No están dispuestos a defenderlas. En consecuencia, las abandonan en el momento en que se presenta el peligro. 
• El pastor verdadero se interesa por sus ovejas. En realidad, está dispuesto a dar su vida por ellas. Y, además, se interesa por otras ovejas que no pertenecen a su rebaño o le han sido arrebatadas. Hace lo posible por atraerlas a la comunidad.

LA REVELACIÓN
Esta alegoría evangélica contiene una de las revelaciones más importantes sobre Jesús: sobre su identidad y sobre su misión: “Yo soy el buen Pastor, que conozco a mis ovejas y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre”. 
• “Yo soy el buen Pastor”. Era esta una imagen muy familiar para el pueblo de Israel. Con ella se revelaba el amor de Dios a su pueblo. Y la comunidad cristiana habría de ver en ella la imagen del Señor que se cuidaba de ella.
• “Conozco a mis ovejas y las mías me conocen”.  La expresión refleja la cercanía y la intimidad de Jesús con cada uno de los que le siguen. Si Jesús los conoce personalmente, ellos han de esforzarse por conocerlo y reconocerlo cada día.  
• “Como el Padre me conoce y yo conozco al Padre”.  No se puede olvidar esta comparación final. La relación existente entre el Padre y Jesús ha de ser el modelo y la pauta para las relaciones entre los miembros de la comunidad y sus pastores.  

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