Abiertos como el Señor Mc 9,38-43.45.47-48 (TOB26-18)

“Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor”. Dios había pedido a Moisés que compartiera su espíritu con setenta ancianos. Y así lo hizo él, imponiéndoles las manos. Eldad y Medad no asistieron a aquel rito. Sin embargo, recibieron igualmente el don de profecía (Núm 11,25-29).
Ahí interviene Josué, para dar a Moisés un consejo que parece muy prudente. Según él, sería oportuno prohibir a aquellos dos ancianos que siguieran profetizando. Pero Moisés no comparte esa opinión. Su deseo es muy significativo: “Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor”.
A la intransigencia y el celo de Josué se opone la amplitud de miras de Moisés y su interés por el bien de toda la comunidad. Y, sobre todo, se nos revela la fuerza de Dios, que derrama su espíritu donde quiere y como quiere.
Del salmo responsorial tal vez habría que retener la última petición al Señor: “Preserva a tu siervo de la arrogancia” (Sal 18,14).

TAREAS PARA JUAN
También algunos discípulos de Jesús han caído en la tentación de la arrogancia  En el evangelio que hoy se proclama (Mc 9,38-48) se recuerda un informe que Juan transmite a su Maestro. Los apóstoles han visto a uno que expulsaba demonios en el nombre de Jesús, aunque no pertenecía al grupo de sus discípulos. Y han tratado de impedírselo. ¿Qué implica para nosotros la noticia de ese comportamiento?
• En principio, Juan no ha comprendido que Jesús y su espíritu no son una propiedad exclusiva de un grupo de selectos. Su vida y su mensaje se ofrecen a toda la humanidad. En el nombre de Jesús se anuncia la salvación para todos.
• Además, Juan parece considerar que los que no pertenecen al grupo de los llamados por Jesús han de ser necesariamente sus enemigos. Necesita comprender que el Espíritu sopla donde menos se le espera.
• Y finalmente, Juan todavía no ha llegado a descubrir que los enfermos, los marginados y los esclavizados por el mal necesitan no sólo una ayuda institucional sino, sobre todo, el anuncio de la salvación. 

TAREAS PARA TODOS
 Tras oír el informe de Juan, Jesús se vuelve a sus discípulos diciendo: “No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí.  El que no está contra nosotros está a favor nuestro”. Tres mensaje para la historia.
• Las prohibiciones. Con demasiada frecuencia pensamos que los grandes valores se defienden prohibiendo unas iniciativas que nos parecen inadecuadas. Mejor sería intentar el acercamiento y el diálogo
• Los milagros. Con mucha frecuencia creemos que los milagros son fenómenos de otros tiempos. Mejor sería abrir los ojos para descubrir que también hoy la providencia de Dios se hace presente entre nosotros.
• La concordia. Con excesiva frecuencia consideramos a los demás como adversarios y competidores. Mejor sería  aprender a ver el mundo como el campo de una misión que nos ha sido confiada a todos.

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