La profecía de la esperanza Lc 21,25-28.34-36 (ADVC1-18)

“Suscitaré a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra”. Ese oráculo  divino transmitido por  Jeremías (33,14-16)  es la promesa fundamental que resuena en este primer domingo del Adviento. Esa profecía alimentaba la esperanza del pueblo de Israel. Y alienta también la nuestra. 
• “Suscitaré a David un vástago legítimo”. Como sabemos, el profeta Natán había prometido al rey David que Dios le daría una casa y una descendencia. Pues bien, la fe cristiana ha visto en Jesús la realización de aquella promesa. Jesús es el descendiente de David. Su pueblo lo esperó sin conocerlo. Nosotros estamos llamados a reconocerlo. 
• “Hará justicia y derecho en la tierra”. Nuestro mundo  nos presenta un  panorama de mentira y de engaño, de corrupcion y de muerte. Pero el ser humano necesita palabras y hechos de justicia. El Adviento nos ayuda a recordar que Jesús vino a anunciar el reino  de la verdad. Los creyentes estamos llamados a colaborar en su realización. 

EL MIEDO Y LA CONFIANZA
En el evangelio que  hoy se proclama (Lc 21,25-28.34-36) Jesús anuncia que un día los astros temblarán. Con ello se insinúa que es inútil depositar la confianza en lo que parece más estable en todo el universo. Es evidente que el verdadero creyente no puede atribuir a las cosas creadas un valor absoluto y definitivo.
Es muy interesante la observación de los sentimientos humanos que el texto revela. Ante el temblor de los astros, es decir, de lo que se considera más firme, la reacción espontánea es el temor: “Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros temblarán”.
Sin embargo, ante ese sentimiento, el evangelio contrapone una actitud de confianza: “Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”. Con todo, es verdad que la confianza requiere vigilancia y ascetismo. No dejarse embotar por el vicio,  mantenerse despiertos y pedir a Dios la fuerza necesaria.

EL QUE VIENE
  El texto no se limita a describir ese especáculo cósmico y su efecto sobre las gentes. Es un “evangelio”, es decir, una buena noticia: “Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria”.  Esa profecía es la razón de nuestra esperanza.  
• “Verán al Hijo del hombre”. Estas palabras remiten a la profecía que se encuentra en el libro de Daniel. Pero nos recuerdan que el Señor ya está entre nosotros. Nuestra infidelidad y nuestra pereza nos impiden descubrirlo. La esperanza nos lleva a desear su manifestación.
• Vendrá “en una nube”. La nube es una de las imágenes más habituales para expresar la presencia de Dios. La nube dificulta la vision del horizonte, pero acerca los sonidos. Él Señor está cerca de nosotros, aunque a veces nos resulte difícil percibirlo. Escuchemos su voz.
• Vendrá “con gran poder y gloria”. El Hijo del hombre es el Justo injustamente ajusticiado. Ante los poderes de este mundo se mostró débil e indefenso. Pero ante su gloria actual  se ha de doblar toda rodilla. Es el Señor.

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