Testigos de la Resurrección Jn 20,1-9 (PAC1-19)

“Pasó haciendo el bien… Dios estaba con él… Nosotros somos testigos… Lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse… Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos”. Pedro lo había proclamado así ante los judíos en Jerusalén  (Hech 2,32). Y así lo proclama también ahora en Cesarea ante el centurión pagano Cornelio (Hech 10,34-43).
Los apóstoles habían oído las enseñanzas del Maestro y habían sido testigos de su compasión y de su acción misericordiosa. Ahora  han de convertirse en testigos convencidos y convincentes de la gloria del Cristo resucitado.
Ante ese anuncio que llega hasta nosotros, respondemos con fe y con alegría: “Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo” (Sal 117).
También hoy es importante la proclamación pública de esta experiencia de fe. Pero es igualmente necesario el cambio de nuestras actitudes. Es preciso vivir como resucitados. Así nos lo advierte el apóstol Pablo: “Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios” (Col 3,1).

APÓSTOL DE APÓSTOLES
El evangelio de este domingo de Pascua nos lleva a acompañar a María Madalena hasta el sepulcro donde había sido depositado el cuerpo de Jesús (Jn 20,1-9). Es el amanecer del primer día de la semana. Aquella discípula que lo había seguido por los caminos y había estado presente en la hora de la muerte de su Maestro, no puede olvidarlo.
• Como ella, a lo largo de los siglos los cristianos volvemos con fe y gratitud a aquel amanecer que siguió a la condena, a la muerte y a la sepultura de Jesús.
 • Como ella, no siempre encontramos al que buscamos con angustia, cuando sentimos que nos falta el apoyo en el que habíamos fundamentado nuestra fe. 
• Como ella, también nosotros nos volvemos confiadamente a los hermanos de nuestra comunidad, con los que hemos recorrido los caminos de la fe.
• Como ella, también nosotros tenemos la secreta esperanza de que nuestros hermanos encuentren en el sepulcro vacío una nueva razón para creer y caminar.  
Con razón, María Magdalena ha sido calificada a lo largo de la historia como la verdadera apóstol de los apóstoles.

ENTENDER Y VIVIR
El relato evangélico de este día de Pascua se cierra con una anotación referida a Pedro y al discípulo al que amaba Jesús: “Hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos”.
• También nosotros hemos oído muchas veces la proclamación de las Escrituras. Sabemos que ese es el inicio de nuestra fe. Así que es preciso escuchar con atención lo que nos ha sido revelado.
• También nosotros tenemos muchas dificultades para comprender las Escrituras. Hay una evidente presión exterior que nos hace difícil aceptar la única verdad que pueda traernos la salvación.    
• También nosotros, como los discípulos de Jesús, tenemos expectativas personales muy egoístas. Hay muchos intereses y muchos prejuicios que nos impiden aceptar la misión y el mensaje del Maestro.  

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