El tesoro de la sabiduría del Reino Mt 13,44-52 (TOA17-20)

1. El texto evangélico de hoy es el final del capítulo 13 de Mateo, el capítulo de las parábolas por antonomasia, en que una y otra vez se compara el "Reino de los cielos" con las cosas de este mundo, de la tierra, del campo, de la cizaña. En este caso, nos hemos de fijar en el tesoro del campo y la perla (vv. 44-46). Son como dos parábolas en una, aunque pudieran ser independientes en su momento. Las dos parábolas, tras una introducción idéntica, narran el descubrimiento de algo tan valioso que los protagonistas (un hombre cualquiera y un comerciante) no dudan ni un instante en vender todo lo que tienen para adquirirlo; lo hallado es tan extraordinario que están dispuestos a desprenderse de cuanto poseen con tal de apropiárselo. No todos los días tiene uno la suerte de descubrir un tesoro o una perla de inmenso valor. Cualquier hombre sería feliz con un descubrimiento semejante. Por eso, haría todo lo posible por obtenerlo, aunque para ello tuviera que pagar un alto precio. En las dos parábolas, los bienes que poseen los protagonistas del relato, pocos o muchos, son suficientes para que con su totalidad puedan adquirir lo que han encontrado. En ambos casos, el acento recae sobre el descubrimiento y sobre la decisión que toman los dos protagonistas.

2. Efectivamente, la decisión que toman parece desproporcionada o, al menos, arriesgada. Pero hemos de considerar que tienen una seguridad en esa decisión que les lleva hasta ese destino. ¿Es sabiduría o coraje (parresía)? Las dos cosas. Los elementos secundarios de las narraciones -si entendemos que son dos-, no dejan de tener sentido, aunque ya sabemos que en la interpretación de los parábolas no debemos exagerar o alegorizar cada una de las cosas que aparecen. Bien es verdad que en la primera hay un elemento sorpresa, porque es como el hombre que está en el campo, muy probablemente contratado, y encuentra el tesoro por casualidad. En el caso del mercader que recorre los bazares, sin duda, que siempre espera encontrar algo extraordinario y por eso porfía.

3. Como en los dos casos la comparación es con el “reino de los cielos” (bien en el caso del tesoro, bien en el caso del mercader) entonces el sentido no puede ser otro que este: cuando uno encuentra el Reino de Dios, bien porque ha tenido la suerte inesperada de encontrarse un tesoro o bien porque lo iba buscando habiendo oído hablar de él, entonces todo está en poner en marcha la sabiduría y el coraje de que uno es capaz, los cinco sentidos, arriesgarlo todo, entregar todo lo que uno tiene, por ello.

4. ¿Es que el reino de Dios es un tesoro? Naturalmente que sí. Porque es el acontecimiento de un tiempo nuevo de gracia y salvación, de felicidad y amor que Jesús ha predicado y que ha convertido en causa de su vida y de su entrega. Por eso lo importante de estas dos parábolas es la decisión que toman ambos protagonistas y más todavía la alegría de esta decisión en el caso de tesoro en el campo (extraña que el mercader de perlas no tenga esta reacción primera, aunque sea la misma decisión). No he encontrado mejor conclusión que esta: «El Reino aparece así como un don al alcance de todos, de los afortunados y de los inquietos, de los que sin buscarlo se lo encuentran por casualidad y de los que lo descubren al final de una búsqueda. Para responder adecuadamente a ese don, aceptándolo y haciéndolo suyo, el ser humano ha de estar convencido de que el Reino es lo más valioso que se le puede ofrecer y, en consecuencia, ha de estar dispuesto a anteponerlo a cualquier otro bien» (cf. F. Camacho Acosta, Las parábolas del tesoro y la perla, Isidorianum, 2002).

Fray Miguel de Burgos Núñez

Integrismo e intolerancia en la Iglesia (Juan María Laboa)

¿Cómo reacciona la Iglesia ante una sociedad plural, libre, no sometida a sus mandatos, y ante una comunidad creyente más autónoma y más consciente de la libertad de conciencia y de sus derechos dentro de la Iglesia? ¿Cómo debe actuar sin renunciar a sus aspiraciones de universalidad?

El integrismo, cuando no ha sido controlado, ha sido y sigue siendo una actitud bastante espontánea en la sociedad creyente, pero que puede resultar inquietante y deletérea para la vida comunitaria, empobrecedora, disgregadora de la comunión eclesiástica. En estos dos últimos siglos, no pocos obispos, sacerdotes y laicos integristas han debilitado la convivencia gravemente. Históricamente, la mayoría de los cismas eclesiales se deben a los integristas y, aunque parezca lo contrario, no tanto a los progresistas; aunque no cabe duda de que la intolerancia puede darse con la misma intensidad en un lado y en otro...

En este libro, el sacerdote e historiador Juan María Laboa presenta cómo se ha vivido históricamente el pluralismo sin dañar la comunión. La secularización y el pluralismo han marcado de manera relevante la situación religiosa actual, y este reto afecta también a la identidad cristiana y a la convivencia dentro de la Iglesia. Estudiar y reflexionar sobre el integrismo ayuda a comprender mejor el ayer, el posconcilio y la situación actual.

Autor Juan María Laboa
Editorial PPC
ISBN 9788428834469
300 páginas
Precio 18 euros (papel)

Dejádlos crecer juntos. Mt 13,24-43 (TOA16-20)

Es de una viveza exquisita la forma en que se mueven los protagonistas de la parábola: el dueño de la finca, que siembra buena semilla de acuerdo a un estupendo proyecto; un misterioso enemigo que trabaja en los descuidos y en la noche, y cuyo rostro no podemos ver; y unos labradores enamorados del campo y de la vida, que se sienten impotentes ante el avance de la cizaña. Ellos, en quienes nos vemos reflejados, proponen una solución errónea y desproporcionada para acabar con el mal: arrancarlo de raíz, sin ser conscientes que de esa manera iban a morir muchas espigas de buen trigo, poniendo en peligro toda la cosecha. Es, como muchas veces queremos extirparlo, “matando moscas a cañonazos”. Además, ¿quién distingue perfectamente -al ser casi iguales- el trigo de la cizaña? 

El mal, que germina en todos los campos de lo humano, florece ocultando los grandes logros de la persona y de su Historia. Hace mucho ruido, crece en la noche, se da cuenta de su avance en todas las noticias y corrillos… Pero no se hace dueño del campo. La vida está por encima de todo mal, no se rinde y sigue ofreciendo a diario sus frutos. ¿Por qué no habría de vencer el trigo? ¿Y si sus raíces fueran capaces de convertir las de la cizaña?

La solución de Dios, el dueño del campo de la parábola, está en controlar los tiempos, creyendo en la fuerza del bien; su poder no es omnipotencia, sino confianza en los efectos que sus ritmos producen en las personas. Cuando el remedio es peor que el mal que intenta combatir, se impone mirar con confianza evangélica la realidad, respetando los procesos de lo humano, los ritmos lentos con los que Dios escribe en las personas, los momentos únicos en los que cada uno, cada una, aprendemos y cambiamos… ¿Me hago consciente de esos procesos en mi vida y en los demás? ¿Soy de los que cuentan las historias desde los malos o desde los tiempos que el bien necesita para hacerse fuerte?

El valor de lo pequeño: la semilla de mostaza y la levadura
El texto concluye con estas dos pequeñas parábolas que afianzan el valor de las cosas pequeñas. La comparación sorprende por el desfase entre el pequeño comienzo (la pizca de levadura y la diminuta semilla) y el gigantesco resultado final. ¿Qué pasa en el medio? Ahí hay procesos: los efectos de la vida, la paciencia, la dinámica propia del crecimiento. Cuando cogemos el bisturí e ignoramos los procesos, entonces nada funciona, nada tiene sentido. Si los respetamos desde la confianza, entonces veremos sus frutos.

La mostaza y la levadura son una llamada a la esperanza, a confiar en la fuerza pequeña y oculta que enreda y mueve lo humano y todos sus ritmos. El Reino de Dios, dice Mateo a sus oyentes de entonces y de ahora, trabaja en lo escondido, y tiene una fuerza invisible que no podemos imaginar. Capaz de vencer al mal y todas sus obras. Basta mirar con esperanza… También en estos tiempos de virus, crisis y mal humor… ¿Seremos capaces de confiar en que Dios conduce la Historia y sigue construyendo Reino? ¿Nos pondremos de su parte o seremos de los que bloquean su proyecto?

Fr. Javier Garzón Garzón
Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/19-7-2020/pautas/

Preguntas para pensar en ética (Tomás Miranda Alonso)

Los seres humanos somos capaces de asombrarnos ante lo que sucede, de admirarnos, de preguntarnos el porqué de las cosas, el sentido de nuestras vidas, qué podemos esperar, qué debemos hacer. Y, cuando creemos que hemos llegado a responder a esas preguntas, nos surgen otras nuevas, algunas de las cuales cuestionan las mismas respuestas a las que habíamos llegado anteriormente. En filosofía, más importante que las respuestas que podamos dar, son las preguntas que nos podemos hacer, ya que estas son la mecha que se necesita para empezar a disparar la traca del pensamiento.

Este es un libro de preguntas que surgen de nuestra dimensión moral, preguntas que se plantean no solo los filósofos profesionales, sino también todo hombre y mujer, de cualquier edad, que quiera asumir la responsabilidad de decidir cómo quiere vivir: ¿qué hago con mi vida?, ¿cumpliría mis deberes si pudiera hacerme invisible a los demás?, ¿soy como soy y no puedo cambiar?, ¿qué son los valores?, ¿cómo establecer normas morales que puedan ser aceptadas por todos?...

La pretensión de este libro es abrir un espacio de reflexión y de diálogo a todas las personas interesadas en pensar y conversar con los demás sobre problemas de carácter moral, problemas que surgen de la necesidad que tenemos todos de decidir continuamente qué vida queremos vivir y qué mundo queremos construir entre todos.

Podría decirse, pues, que, en cierto modo, lo que ha movido a escribir estas páginas ha sido el deseo y la necesidad de pensar sobre cuestiones de naturaleza moral que surgen en la vida. Pero, para pensar sobre estas cuestiones, se necesita dialogar con los demás, tener en cuenta otros puntos de vista, otras perspectivas con las que se pueda mejorar y ampliar el pensamiento.

Autor: Tomás Miranda Alonso
Editorial PPC
ISBN 9788428834308
215 librospáginas
Precio 19 euros (papel)

La semilla que da fruto Mt 13,1-23 (TOA15-20)

1.La parábola del sembrador y su explicación abre estos domingos de lectura continua en los que se nos van a presentar distintas parábolas, que Mateo concentra precisamente en el c. 13. Podemos decir también que esta es una parábola ecológica, por sus símbolos. La semilla que cae en distintas tierras, que después se compara con distintas actitudes, debe ser la Palabra de Dios que conduce nuestra historia, que crea una relación hermosa y llena de sentido.

2.Cuando la historia no se contempla desde el horizonte de la Palabra de Dios, entonces todo se resiste a la armonía, a la fraternidad, a la paz, e incluso a la calidad de vida digna para todos. En todo caso, Jesús, con su parábola -ya que la explicación probablemente procede de la iglesia primitiva que era más timorata-, intentaba decir que, pase lo que pase, la Palabra de Dios siempre produce fruto; basta acogerla desde nuestras posibilidades. Unas veces producirá más y otras menos, pero siempre será luz de nuestra vida. Porque en esto de la luz, de la gracia y de la salvación, la cantidad no cuenta de verdad.

3.Es muy probable que haya sido la iglesia posterior y su moralismo excesivo, la que se haya propuesto acentuar eso de la cantidad como un perfeccionamiento anhelado, y así se refleja en la explicación de la parábola, donde ya todo se centra en el campo que acoge, no en la semilla. Sin embargo, el profeta de Nazaret era menos perfeccionista y quería trasmitir una confianza inaudita en la fuerza de Dios que nos llega por la palabra profética y por la parábola profética del sembrador. El sembrador sabe que no todo lo que siembra se recoge al final, sino que siendo más realista confía "en conjunto" en la semilla que esparce, es decir, en la palabra que ilumina y que salva.

4.Cuando alguien solamente ha podido entregar el 20, o el 60 de su vida (incluso el 30 y el 40), Dios no lo desprecia, sino que lo tiene muy en cuenta. Su amor a los hombres y mujeres que viven en este mundo no le hace despreciar lo que su amor engendra, aunque sea una mínima parte de lo que debería haber sido. Porque para Jesús, en este caso, se trataba de poner de manifiesto la fuerza de la semilla, de la palabra, del evangelio de vida. Porque sin esa semilla, sin esa palabra de gracia y de buenas noticias, no hay manera de que los seres humanos se puedan fiar de Dios y serle fieles. Jesús está sembrado, en esta parábola “el evangelio” frente a le Ley (la Torá). Con el evangelio se entiende que la semilla es gracia; con la ley, lo que vale es la ”producción” en cantidades semejantes a la inversión.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Padre socialista y ateo explica porqué cursar Religión Católica en la Escuela

Recientemente un diario nacional español rescataba la figura Jean Jaurès en los orígenes del socialismo francés, que había fundado en 1904 L’Humanité, el periódico que en 1920, tras la escisión entre SFIO y el Partido Comunista Francés. El motivo era la carta que como padre, socialista y ateo dirigía a su hijo en respuesta a su solicitud de un justificante para no ir a casa de religión. La respuesta del padre sorprendería al hijo y les serviría también hoy en pleno siglo XXI a tantos "intelectos progres o aventajados cristianos solo de pila bautismal" para entender la GRAN APORTACIÓN DEL CONOCIMIENTO DE LA RELIGIÓN CATÓLICA EN LA EDUCACIÓN DE LAS PERSONAS y, ESPECIALMENTE, EN EL ÁMBITO EDUCATIVO. Aquí está su texto:

«Querido hijo: Me pides un justificante que te exima de cursar religión, un poco por tener la gloria de proceder de distinta manera que la mayor parte de los condiscípulos y temo que también un poco para parecer digno hijo de un hombre que no tiene convicciones religiosas. Este justificante, querido hijo, no te lo envío ni te lo enviaré jamás. 
No es porque desee que seas clerical, a pesar de que no hay en esto ningún peligro, ni lo hay tampoco en que profeses las creencias que te expondrá el profesor. Cuando tengas la edad suficiente para juzgar, serás completamente libre pero, tengo empeño decidido en que tu instrucción y tu educación sean completas, y no lo serían sin un estudio serio de la religión.

Te parecerá extraño este lenguaje después de haber oído tan bellas declaraciones sobre esta cuestión; son, hijo mío, declaraciones buenas para arrastrar a algunos pero que están en pugna con el más elemental buen sentido. ¿Cómo sería completa tu instrucción sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas sobre las cuales todo el mundo discute? ¿Quisieras tú, por tu ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos asuntos sin exponerte a soltar un disparate?

Dejemos a un lado la política y las discusiones y veamos lo que se refiere a los conocimientos indispensables que debe tener un hombre de cierta posición. Estudias mitología para comprender historia y la civilización de los griegos y de los romanos y ¿qué comprenderías de la historia de Europa y del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer la religión, que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización? En el arte ¿qué serán para ti las obras maestras de la Edad Media y de los tiempos modernos, si no conoces el motivo que las ha inspirado y las ideas religiosas que ellas contienen?

En las letras ¿puedes dejar de conocer no sólo a Bossuet, Fenelón, Lacordaire, De Maistre, Veuillot y tantos otros que se ocuparon exclusivamente de cuestiones religiosas, sino también a Corneille, Racine, Hugo, en una palabra a todos estos grandes maestros que debieron al cristianismo sus más bellas inspiraciones?

Si se trata de derecho , de filosofía o de moral ¿puedes ignorar la expresión más clara del Derecho Natural, la filosofía más extendida, la moral más sabia y más universal? –éste es el pensamiento de Juan Jacobo Rousseau-.

Hasta en las ciencias naturales y matemáticas encontrarás la religión: Pascal y Newton eran cristianos fervientes; Ampere era piadoso; Pasteur probaba la existencia de Dios y decía haber recobrado por la ciencia la fe de un bretón; Flammarion se entrega a fantasías teológicas.

¿Querrás tú condenarte a saltar páginas en todas tus lecturas y en todos tus estudios? Hay que confesarlo: la religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de la civilización y es ponerse fuera del mundo intelectual y condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer conocer una ciencia que han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras.

Ya que hablo de educación: ¿para ser un joven bien educado es preciso conocer y practicar las leyes de la Iglesia? Sólo te diré lo siguiente: nada hay que reprochar a los que las practican fielmente, y con mucha frecuencia hay que llorar por los que no las toman en cuenta.

No fijándome sino en la cortesía en el simple “savoir vivre”, hay que convenir en la necesidad de conocer las convicciones y los sentimientos de las personas religiosas. Si no estamos obligados a imitarlas, debemos por lo menos comprenderlas para poder guardarles el respeto, las consideraciones y la tolerancia que les son debidas. Nadie será jamás delicado, fino, ni siquiera presentable sin nociones religiosas.

Querido hijo: convéncete de lo que digo: muchos tienen interés en que los demás desconozcan la religión, pero todo el mundo desea conocerla. En cuanto a la libertad de conciencia y otras cosas análogas, eso es vana palabrería que rechazan de ordinario los hechos y el sentido común.

Muchos anti-católicos conocen por lo menos medianamente la religión; otros han recibido educación religiosa; su conducta prueba que han conservado toda su libertad.

Además, no es preciso ser un genio para comprender que sólo son verdaderamente libres de no ser cristianos los que tienen la facultad de serlo, pues, en caso contrario, la ignorancia les obliga a la irreligión.

La cosa es muy clara: la libertad exige la facultad de poder obrar en sentido contrario. Te sorprenderá esta carta, pero precisa hijo mío, que un padre diga siempre la verdad a su hijo. Ningún compromiso podría excusarme de esa obligación

Recibe, querido hijo, el abrazo de TU PADRE»

Fuente:https://www.abc.es/sociedad/abci-asombrosa-carta-padre-socialista-y-ateo-explica-hijo-debe-clase-religion-202007011031_noticia.html

El Dios de Jesús, un “padre” entrañable Mt 11,25-30)

El evangelio de este domingo es uno de los textos más hermosos del evangelio de Mateo, que no se prodiga precisamente en el misterio de la gratuidad de Dios. Lucas 10,21, para introducir estas mismas expresiones, (quiere ello decir que ambos evangelistas tienen una fuente común, la conocida como documento o evangelio Q), ha recurrido a uno de sus elementos teológicos más notorios en su obra: estas palabras las pronuncia Jesús lleno del Espíritu Santo. De esta manera, pues, se asumiría en la liturgia de hoy la fuerza y radicalidad del texto de la carta a los Romanos. Por otra parte, también se ha visto en este texto evangélico el cumplimiento del oráculo de Zacarías 9,9-10.

III.2. Se ha escrito y se ha hablado mucho del Dios de Jesús y cada generación ha de interrogarse sobre ello, porque ese Dios hay que descubrirlo en el evangelio. En este caso podríamos aplicar ese famoso "criterio de disimilitud" con el que los especialistas han tratado de fijar las palabras auténticas de la predicación de Jesús. Es verdad que sobre este criterio se ha encarecido mucho y a veces las discusiones se extreman: lo que no es del judaísmo, o por el contrario, de la comunidad primitiva, es de Jesús. Este texto de Q, sin duda, es de esos textos absolutos. Ni en el judaísmo oficial se pensaba así de Dios, ni entre los primeros cristianos se lo hubieran imaginado tal como hoy aparece en este texto de alabanza y acción de gracias de Jesús. Por tanto, tampoco se hubieran atrevido a poner en boca de Jesús palabras como estas, tan audaces y determinantes. Con los retoques pertinentes que la tradición siempre articula (aquí se usa páter, en griego, y no Abbâ, aunque se reconoce que los vv. 25-26 están recargados de sustratos arameos), nos acercamos mucho a la experiencia más determinante que Jesús tenía de su Dios. Estamos hablando de la experiencia humana de Jesús, del profeta, no debemos entenderlas, ni interpretarlas todavía, en clave trinitaria.

III.3. Jesús, pues, rompiendo con toda clase de preconcepciones sobre Dios, sobre la religión, sobre la cercanía del amor divino y de la gracia, reta a sus oyentes -aunque estas palabras las dirige a sus discípulos-, para que definitivamente se echen en las manos de Dios. ¿Por qué? porque se trata de un Dios distinto de como se le había concebido hasta ahora y, consiguientemente, de unas relaciones distintas con Él. No son los sabios, los poderosos, o los que más saben, los que lo tienen más fácil para entender al Dios de Jesús. Esa es la primera lección, lo más importante, aunque tampoco es una condena de la teología, de los teólogos o de los místicos. Pero es verdad que Jesús quiere abrir el misterio de Dios a toda la gente y, especialmente, a los más alejados, incluso a los menos "espiritualistas".

III.4. Es posible que esto le haya valido en la historia la acusación de que su Dios es un Dios de ignorantes y de desgraciados de este mundo, como si Jesús lo hubiera creado desde un cierto resentimiento contra la sociedad de su tiempo. Y la verdad es que tomando expresiones del filósofo Nietzsche, el que había predicho la muerte de Dios, este Dios de Jesús es tan humano, que no lo soportan los espíritus soberbios, los que se creen con espíritu prometéico. El instinto de Jesús para descubrir a Dios nos ofrece a todos la posibilidad de un Dios maravilloso, humano y entrañable.

Fray Miguel de Burgos Núñez
Fuente: dominicos.org/predicacion/homilia/5-7-2020/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/