Las buenas noticias liberan Mc 1,21-28 (TOB4-21)

1. El evangelio de Marcos nos presenta la primera actuación de Jesús después de haber llamado a los discípulos. Entran en Cafarnaún y después en la sinagoga. Este es un relato que forma parte de un conjunto teológico, formal y literario, que se conoce como la “jornada de Cafarnaún (1,21-3,6)”. El evangelio de hoy es digno de consideración y de reflexión porque casi siempre se ha leído de una forma neutral o insustancial. Pero esta escena tiene mucho de programa en el evangelio de Marcos. Cuando en Mc 1,14-15 se anunciaba el tiempo nuevo, es ahora cuando se va a describir por qué es verdaderamente nuevo y cuál es su alcance. Los personajes son la “gente” y un “endemoniado”, es decir, los sencillos y los oprimidos. No tendría sentido que tratemos de identificar la “patología” de este enfermo, porque yo considero que la “patología”, además de psicológica, viene a ser espiritual y teológica y, por lo mismo, no menos humana.

2. Comienza en el día del sábado, dedicado al descanso para escuchar la palabra de Dios. Varias cosas debemos retener de esta narración: Jesús es invitado a comentar las Escrituras, y desde el comienzo, su enseñanza provoca la admiración, con toda seguridad por lo que dice. La gente le reconoce «autoridad» (exousía), cuando sabemos que Jesús no se había formado a los pies de un rabino, sino que todo lo sacaba de sí mismo, desde su experiencia interior. Ello pone de manifiesto que está en sintonía profética con Dios, y, por lo mismo, que se está cumpliendo lo previsto en el texto de Dt 18. Debemos entender que aquí la autoridad tiene ese sentido de fuerza profética que no se puede aprender en escuela alguna ni con ningún maestro de la ley. Al principio y al final del relato el coro de la gente se hace testigo de algo nuevo e inaudito. El “exorcismo”, como centro del relato, es la excusa “histórica” para que la gente respire con la llegada de este profeta a la sinagoga.

3. Le gente intuye que no es un comentador ramplón de textos de la Ley o de los Profetas, sino un verdadero creador de buenas noticias, con las que ha de enfrentarse a todas las situaciones (en cumplimiento de Mc 1,14-15). Es verdad que el texto no nos dice lo que Jesús hablaba, porque el objetivo en este caso es poner de manifiesto la “fuerza” liberadora y salvadora de su palabra en aquel personaje misterioso que se siente provocado por la explicación que Jesús hace de la Escritura. No sabemos si está comentando un texto de la Torah (de la ley) o de los profetas, como sucede en la narración de Lucas, en Nazaret (Lc 4,16ss). Pero el espíritu del relato apunta claramente al mismo tenor de las buenas noticias, por las que al hombre “enfermo” le aflora lo “endemoniado” que siempre había creído ser, como le habían enseñado tradicionalmente los “teólogos” y terapeutas de siempre.

4. La mentalidad de la época sobre el “endemoniado” debe tenerse muy en cuenta a la hora de leer e interpretar este relato. La palabra profética de Jesús hace que de aquél hombre salgan sus males, su misma mentalidad demoníaca, que le había provocado la “doctrina” tradicional y a-teológica de los encargados de la sinagoga. Es muy posible que algunos interpreten la capacidad de Jesús para enfrentarse como un psicoterapeuta al enfermo… pero sería demasiado técnico este asunto, Hay un trasfondo religioso y teológico, que no podemos olvidar. Si era un enfermo, estaba pagando alguna falta; esa era la tesis tradicional en el judaísmo de la época. ¿No era eso para endemoniarse? Jesús, pues, rompe barreras; pone de manifiesto la falsedad de una teología que atribuye a Dios lo que es de los hombres, de sus mentalidades cerradas y anquilosadas en el pasado y en un Dios sin corazón. Su interpretación hace de la sinagoga un verdadero ámbito de libertad, donde se escuchan palabras de vida y no de muerte.

5. En este relato tan particular se enfrentan dos mundos, el del enfermo y endemoniado con su doctrina y su mundo roto en mil pedazos y el del Jesús, el profeta que, de parte de Dios, anuncia un tiempo nuevo. Incluso los enfermos se resisten a dejar de ser lo que eran, o los que los otros querían que fueran. Su venganza es decir quién es Jesús, el “santo de Dios”, y esto en el evangelio de Marcos es como romper “el secreto mesiánico” que solamente había de revelarse en el fracaso de la cruz (allí lo hará un centurión pagano, Mc 15). Pero ya aquí se adelanta algo del triunfo de Jesús. Al revelar el “endemoniado” quién era Jesús, estaba poniendo de manifiesto que era capaz de reconocer la mano de Dios, como la gente, donde los encargados y dirigentes de la “palabra” y de las cosas de Dios solamente se ocupaban de condenar y de privar de dignidad y libertad a las personas. Este, y no otro, es el sentido de este relato que, sin duda, tiene cosas históricas de la praxis de Jesús de Nazaret. Pero lo más importante son sus significaciones, expresadas simbólicamente y no por ello menos reales, para los que acogen el mensaje nuevo de Jesús: las buenas noticias de parte de Dios, liberan psíquica y espiritualmente.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/31-1-2021/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/

Una palabra con autoridad Mc 1,21-28 (TOB4-21)

 “Suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo le mande. Yo mismo pediré cuentas a quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre” (Dt 18,18-19). El oráculo anuncia que Dios enviará a su pueblo  un profeta semejante a Moisés.

Esa decisión de Dios exige del pueblo la disposición y la responsabilidad necesarias para escuchar lo que el profeta transmita de parte de Dios. Y, al mismo tiempo, exige del mismo profeta la fidelidad en la transmisión de la palabra que se le confía. De ningún modo deberá caer en la arrogancia de atribuir a Dios lo que es tan solo su opinión personal.

Evocando ese mensaje, escuchamos la exhortación que nos transmite el salmo responsorial: “Ojalá escuchéis hoy su voz: no endurezcáis vuestro corazón” (Sal 94). También las advertencias sobre el matrimonio que san Pablo escribe a los Corintios nos invitan a prestar atención al mensaje y a las cosas de Dios (1 Cor 7,32-35).

EL ASOMBRO

 El evangelio de Marcos que se proclama en este domingo cuarto del tiempo ordinario (Mc 1,21-28) nos lleva a la sinagoga de Cafarnaún en un día de sábado.  Jesús toma la palabra y todos quedan asombrados al oírle. Realmente, enseña con autoridad, no como los escribas, que siempre se apoyan en las opiniones de otros. 

 • La autoridad no depende de la fuerza sino de la verdad. La autoridad no se la da el mensajero al mensaje, sino el mensaje al mensajero. La autoridad del que habla no se manifiesta en el tono de voz con el que se pronuncia el mensaje. No tiene razón el que habla más fuerte, sino el que tiene razones para demostrar la verdad de lo que dice.

 • Por otra pate, el asombro ante el que habla no está exento de ambigüedad. Con frecuencia nos asombramos ante la incoherencia de los que se dirigen al pueblo defendiendo unas actuaciones contra las cuales siempre habían protestado. Nos asombra la grosería del lenguaje y nos asombra mucho más el cinismo de quien miente en cada frase que pronuncia.

LA LIBERACIÓN

Las palabras que Jesús pronuncia en la sinagoga de Cafarnaún producen en los que escuchan un asombro que nace de su verdad y del gesto que las acompaña. En efecto, entre la asamblea hay un hombre poseído por un espíritu inmundo, al que Jesús interpela con fuerza. 

• “Cállate y sal de él”. Aquel que es la Palabra de Dios tiene la autoridad para imponer el silencio a quien grita en medio de la oración de la comunidad. Es la hora de Dios. Es la hora del bien y no del mal.        

• “Cállate y sal de él”.  Las gentes piensan por entonces que el mal físico corresponde al mal moral. Jesús dirá algún día que ese razonamiento no es correcto. Sin embargo, desde el primer momento ha de quedar claro que él ha venido a vencer al espíritu del mal.

• “Cállate y sal de él”. El hombre que grita en la sinagoga parece ser fiel a los días de culto. Ha ido a la sinagoga para orar. Jesús no lo reprende por ello. Pero con su palabra y su gesto demuestra que él ha venido a liberar al hombre en su integridad.  

José-Román Flecha Andrés

Mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial de la Paz 2021

 1. En el umbral del Año Nuevo, deseo presentar mi más respetuoso saludo a los Jefes de Estado y de Gobierno, a los responsables de las organizaciones internacionales, a los líderes espirituales y a los fieles de diversas religiones, y a los hombres y mujeres de buena voluntad. A todos les hago llegar mis mejores deseos para que la humanidad pueda progresar en este año por el camino de la fraternidad, la justicia y la paz entre las personas, las comunidades, los pueblos y los Estados.

El año 2020 se caracterizó por la gran crisis sanitaria de COVID-19, que se ha convertido en un fenómeno multisectorial y mundial, que agrava las crisis fuertemente interrelacionadas, como la climática, alimentaria, económica y migratoria, y causa grandes sufrimientos y penurias. Pienso en primer lugar en los que han perdido a un familiar o un ser querido, pero también en los que se han quedado sin trabajo. Recuerdo especialmente a los médicos, enfermeros, farmacéuticos, investigadores, voluntarios, capellanes y personal de los hospitales y centros de salud, que se han esforzado y siguen haciéndolo, con gran dedicación y sacrificio, hasta el punto de que algunos de ellos han fallecido procurando estar cerca de los enfermos, aliviar su sufrimiento o salvar sus vidas. Al rendir homenaje a estas personas, renuevo mi llamamiento a los responsables políticos y al sector privado para que adopten las medidas adecuadas a fin de garantizar el acceso a las vacunas contra el COVID-19 y a las tecnologías esenciales necesarias para prestar asistencia a los enfermos y a los más pobres y frágiles[1].
Es doloroso constatar que, lamentablemente, junto a numerosos testimonios de caridad y solidaridad, están cobrando un nuevo impulso diversas formas de nacionalismo, racismo, xenofobia e incluso guerras y conflictos que siembran muerte y destrucción.

Estos y otros eventos, que han marcado el camino de la humanidad en el último año, nos enseñan la importancia de hacernos cargo los unos de los otros y también de la creación, para construir una sociedad basada en relaciones de fraternidad. Por eso he elegido como tema de este mensaje: La cultura del cuidado como camino de paz. Cultura del cuidado para erradicar la cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación, que suele prevalecer hoy en día.

2. Dios Creador, origen de la vocación humana al cuidado
En muchas tradiciones religiosas, hay narraciones que se refieren al origen del hombre, a su relación con el Creador, con la naturaleza y con sus semejantes. En la Biblia, el Libro del Génesis revela, desde el principio, la importancia del cuidado o de la custodia en el proyecto de Dios por la humanidad, poniendo en evidencia la relación entre el hombre (’adam) y la tierra (’adamah), y entre los hermanos. En el relato bíblico de la creación, Dios confía el jardín “plantado en el Edén” (cf. Gn 2,8) a las manos de Adán con la tarea de “cultivarlo y cuidarlo” (cf. Gn 2,15). Esto significa, por un lado, hacer que la tierra sea productiva y, por otro, protegerla y hacer que mantenga su capacidad para sostener la vida[2]. Los verbos “cultivar” y “cuidar” describen la relación de Adán con su casa-jardín e indican también la confianza que Dios deposita en él al constituirlo señor y guardián de toda la creación.

El nacimiento de Caín y Abel dio origen a una historia de hermanos, cuya relación sería interpretada —negativamente— por Caín en términos de protección o custodia. Caín, después de matar a su hermano Abel, respondió así a la pregunta de Dios: «¿Acaso yo soy guardián de mi hermano?» (Gn 4,9)[3]. Sí, ciertamente. Caín era el “guardián” de su hermano. «En estos relatos tan antiguos, cargados de profundo simbolismo, ya estaba contenida una convicción actual: que todo está relacionado, y que el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás»[4].

3. Dios Creador, modelo del cuidado
La Sagrada Escritura presenta a Dios no sólo como Creador, sino también como Aquel que cuida de sus criaturas, especialmente de Adán, de Eva y de sus hijos. El mismo Caín, aunque cayera sobre él el peso de la maldición por el crimen que cometió, recibió como don del Creador una señal de protección para que su vida fuera salvaguardada (cf. Gn 4,15). Este hecho, si bien confirma la dignidad inviolable de la persona, creada a imagen y semejanza de Dios, también manifiesta el plan divino de preservar la armonía de la creación, porque «la paz y la violencia no pueden habitar juntas»[5].

Precisamente el cuidado de la creación está en la base de la institución del Shabbat que, además de regular el culto divino, tenía como objetivo restablecer el orden social y el cuidado de los pobres (cf. Gn 1,1-3; Lv 25,4). La celebración del Jubileo, con ocasión del séptimo año sabático, permitía una tregua a la tierra, a los esclavos y a los endeudados. En ese año de gracia, se protegía a los más débiles, ofreciéndoles una nueva perspectiva de la vida, para que no hubiera personas necesitadas en la comunidad (cf. Dt 15,4).
También es digna de mención la tradición profética, donde la cumbre de la comprensión bíblica de la justicia se manifestaba en la forma en que una comunidad trataba a los más débiles que estaban en ella. Por eso Amós (2,6-8; 8) e Isaías (58), en particular, hacían oír continuamente su voz en favor de la justicia para los pobres, quienes, por su vulnerabilidad y falta de poder, eran escuchados sólo por Dios, que los cuidaba (cf. Sal 34,7; 113,7-8).

4. El cuidado en el ministerio de Jesús
La vida y el ministerio de Jesús encarnan el punto culminante de la revelación del amor del Padre por la humanidad (cf. Jn 3,16). En la sinagoga de Nazaret, Jesús se manifestó como Aquel a quien el Señor ungió «para anunciar la buena noticia a los pobres, ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dejar en libertad a los oprimidos» (Lc 4,18). Estas acciones mesiánicas, típicas de los jubileos, constituyen el testimonio más elocuente de la misión que le confió el Padre. En su compasión, Cristo se acercaba a los enfermos del cuerpo y del espíritu y los curaba; perdonaba a los pecadores y les daba una vida nueva. Jesús era el Buen Pastor que cuidaba de las ovejas (cf. Jn 10,11-18; Ez 34,1-31); era el Buen Samaritano que se inclinaba sobre el hombre herido, vendaba sus heridas y se ocupaba de él (cf. Lc 10,30-37).

En la cúspide de su misión, Jesús selló su cuidado hacia nosotros ofreciéndose a sí mismo en la cruz y liberándonos de la esclavitud del pecado y de la muerte. Así, con el don de su vida y su sacrificio, nos abrió el camino del amor y dice a cada uno: “Sígueme y haz lo mismo” (cf. Lc 10,37).

5. La cultura del cuidado en la vida de los seguidores de Jesús
Las obras de misericordia espirituales y corporales constituyen el núcleo del servicio de caridad de la Iglesia primitiva. Los cristianos de la primera generación compartían lo que tenían para que nadie entre ellos pasara necesidad (cf. Hch 4,34-35) y se esforzaban por hacer de la comunidad un hogar acogedor, abierto a todas las situaciones humanas, listo para hacerse cargo de los más frágiles. Así, se hizo costumbre realizar ofrendas voluntarias para dar de comer a los pobres, enterrar a los muertos y sustentar a los huérfanos, a los ancianos y a las víctimas de desastres, como los náufragos. Y cuando, en períodos posteriores, la generosidad de los cristianos perdió un poco de dinamismo, algunos Padres de la Iglesia insistieron en que la propiedad es querida por Dios para el bien común. Ambrosio sostenía que «la naturaleza ha vertido todas las cosas para el bien común. [...] Por lo tanto, la naturaleza ha producido un derecho común para todos, pero la codicia lo ha convertido en un derecho para unos pocos»[6]. Habiendo superado las persecuciones de los primeros siglos, la Iglesia aprovechó la libertad para inspirar a la sociedad y su cultura. «Las necesidades de la época exigían nuevos compromisos al servicio de la caridad cristiana. Las crónicas de la historia reportan innumerables ejemplos de obras de misericordia. De esos esfuerzos concertados han surgido numerosas instituciones para el alivio de todas las necesidades humanas: hospitales, hospicios para los pobres, orfanatos, hogares para niños, refugios para peregrinos, entre otras»[7].

6. Los principios de la doctrina social de la Iglesia como fundamento de la cultura del cuidado
La diakonia de los orígenes, enriquecida por la reflexión de los Padres y animada, a lo largo de los siglos, por la caridad activa de tantos testigos elocuentes de la fe, se ha convertido en el corazón palpitante de la doctrina social de la Iglesia, ofreciéndose a todos los hombres de buena voluntad como un rico patrimonio de principios, criterios e indicaciones, del que extraer la “gramática” del cuidado: la promoción de la dignidad de toda persona humana, la solidaridad con los pobres y los indefensos, la preocupación por el bien común y la salvaguardia de la creación.

* El cuidado como promoción de la dignidad y de los derechos de la persona.
«El concepto de persona, nacido y madurado en el cristianismo, ayuda a perseguir un desarrollo plenamente humano. Porque persona significa siempre relación, no individualismo, afirma la inclusión y no la exclusión, la dignidad única e inviolable y no la explotación»[8]. Cada persona humana es un fin en sí misma, nunca un simple instrumento que se aprecia sólo por su utilidad, y ha sido creada para convivir en la familia, en la comunidad, en la sociedad, donde todos los miembros tienen la misma dignidad. De esta dignidad derivan los derechos humanos, así como los deberes, que recuerdan, por ejemplo, la responsabilidad de acoger y ayudar a los pobres, a los enfermos, a los marginados, a cada uno de nuestros «prójimos, cercanos o lejanos en el tiempo o en el espacio»[9].

* El cuidado del bien común.
Cada aspecto de la vida social, política y económica encuentra su realización cuando está al servicio del bien común, es decir del «conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección»[10]. Por lo tanto, nuestros planes y esfuerzos siempre deben tener en cuenta sus efectos sobre toda la familia humana, sopesando las consecuencias para el momento presente y para las generaciones futuras. La pandemia de Covid-19 nos muestra cuán cierto y actual es esto, puesto que «nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos»[11], porque «nadie se salva solo»[12] y ningún Estado nacional aislado puede asegurar el bien común de la propia población[13].

* El cuidado mediante la solidaridad.
La solidaridad expresa concretamente el amor por el otro, no como un sentimiento vago, sino como «determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos»[14]. La solidaridad nos ayuda a ver al otro —entendido como persona o, en sentido más amplio, como pueblo o nación— no como una estadística, o un medio para ser explotado y luego desechado cuando ya no es útil, sino como nuestro prójimo, compañero de camino, llamado a participar, como nosotros, en el banquete de la vida al que todos están invitados igualmente por Dios.

* El cuidado y la protección de la creación.
La encíclica Laudato si’ constata plenamente la interconexión de toda la realidad creada y destaca la necesidad de escuchar al mismo tiempo el clamor de los necesitados y el de la creación. De esta escucha atenta y constante puede surgir un cuidado eficaz de la tierra, nuestra casa común, y de los pobres. A este respecto, deseo reafirmar que «no puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres humanos»[15]. «Paz, justicia y conservación de la creación son tres temas absolutamente ligados, que no podrán apartarse para ser tratados individualmente so pena de caer nuevamente en el reduccionismo»[16].

7. La brújula para un rumbo común
En una época dominada por la cultura del descarte, frente al agravamiento de las desigualdades dentro de las naciones y entre ellas[17], quisiera por tanto invitar a los responsables de las organizaciones internacionales y de los gobiernos, del sector económico y del científico, de la comunicación social y de las instituciones educativas a tomar en mano la “brújula” de los principios anteriormente mencionados, para dar un rumbo común al proceso de globalización, «un rumbo realmente humano»[18]. Esta permitiría apreciar el valor y la dignidad de cada persona, actuar juntos y en solidaridad por el bien común, aliviando a los que sufren a causa de la pobreza, la enfermedad, la esclavitud, la discriminación y los conflictos. A través de esta brújula, animo a todos a convertirse en profetas y testigos de la cultura del cuidado, para superar tantas desigualdades sociales. Y esto será posible sólo con un fuerte y amplio protagonismo de las mujeres, en la familia y en todos los ámbitos sociales, políticos e institucionales.

La brújula de los principios sociales, necesaria para promover la cultura del cuidado, es también indicativa para las relaciones entre las naciones, que deberían inspirarse en la fraternidad, el respeto mutuo, la solidaridad y el cumplimiento del derecho internacional. A este respecto, debe reafirmarse la protección y la promoción de los derechos humanos fundamentales, que son inalienables, universales e indivisibles[19].

También cabe mencionar el respeto del derecho humanitario, especialmente en este tiempo en que los conflictos y las guerras se suceden sin interrupción. Lamentablemente, muchas regiones y comunidades ya no recuerdan una época en la que vivían en paz y seguridad. Muchas ciudades se han convertido en epicentros de inseguridad: sus habitantes luchan por mantener sus ritmos normales porque son atacados y bombardeados indiscriminadamente por explosivos, artillería y armas ligeras. Los niños no pueden estudiar. Los hombres y las mujeres no pueden trabajar para mantener a sus familias. La hambruna echa raíces donde antes era desconocida. Las personas se ven obligadas a huir, dejando atrás no sólo sus hogares, sino también la historia familiar y las raíces culturales.

Las causas del conflicto son muchas, pero el resultado es siempre el mismo: destrucción y crisis humanitaria. Debemos detenernos y preguntarnos: ¿qué ha llevado a la normalización de los conflictos en el mundo? Y, sobre todo, ¿cómo podemos convertir nuestro corazón y cambiar nuestra mentalidad para buscar verdaderamente la paz en solidaridad y fraternidad?

Cuánto derroche de recursos hay para las armas, en particular para las nucleares[20], recursos que podrían utilizarse para prioridades más importantes a fin de garantizar la seguridad de las personas, como la promoción de la paz y del desarrollo humano integral, la lucha contra la pobreza y la satisfacción de las necesidades de salud. Además, esto se manifiesta a causa de los problemas mundiales como la actual pandemia de Covid-19 y el cambio climático. Qué valiente decisión sería «constituir con el dinero que se usa en armas y otros gastos militares “un Fondo mundial” para poder derrotar definitivamente el hambre y ayudar al desarrollo de los países más pobres»[21].

8. Para educar a la cultura del cuidado
La promoción de la cultura del cuidado requiere un proceso educativo y la brújula de los principios sociales se plantea con esta finalidad, como un instrumento fiable para diferentes contextos relacionados entre sí. Me gustaría ofrecer algunos ejemplos al respecto.

— La educación para el cuidado nace en la familia, núcleo natural y fundamental de la sociedad, donde se aprende a vivir en relación y en respeto mutuo. Sin embargo, es necesario poner a la familia en condiciones de cumplir esta tarea vital e indispensable.

— Siempre en colaboración con la familia, otros sujetos encargados de la educación son la escuela y la universidad y, de igual manera, en ciertos aspectos, los agentes de la comunicación social[22]. Dichos sujetos están llamados a transmitir un sistema de valores basado en el reconocimiento de la dignidad de cada persona, de cada comunidad lingüística, étnica y religiosa, de cada pueblo y de los derechos fundamentales que derivan de estos. La educación constituye uno de los pilares más justos y solidarios de la sociedad.

— Las religiones en general, y los líderes religiosos en particular, pueden desempeñar un papel insustituible en la transmisión a los fieles y a la sociedad de los valores de la solidaridad, el respeto a las diferencias, la acogida y el cuidado de los hermanos y hermanas más frágiles. A este respecto, recuerdo las palabras del Papa Pablo VI dirigidas al Parlamento ugandés en 1969: «No temáis a la Iglesia. Ella os honra, os forma ciudadanos honrados y leales, no fomenta rivalidades ni divisiones, trata de promover la sana libertad, la justicia social, la paz; si tiene alguna preferencia es para los pobres, para la educación de los pequeños y del pueblo, para la asistencia a los abandonados y a cuantos sufren»[23].

— A todos los que están comprometidos al servicio de las poblaciones, en las organizaciones internacionales gubernamentales y no gubernamentales, que desempeñan una misión educativa, y a todos los que, de diversas maneras, trabajan en el campo de la educación y la investigación, los animo nuevamente, para que se logre el objetivo de una educación «más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión»[24]. Espero que esta invitación, hecha en el contexto del Pacto educativo global, reciba un amplio y renovado apoyo.

9. No hay paz sin la cultura del cuidado
La cultura del cuidado, como compromiso común, solidario y participativo para proteger y promover la dignidad y el bien de todos, como una disposición al cuidado, a la atención, a la compasión, a la reconciliación y a la recuperación, al respeto y a la aceptación mutuos, es un camino privilegiado para construir la paz. «En muchos lugares del mundo hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas, se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia»[25].

En este tiempo, en el que la barca de la humanidad, sacudida por la tempestad de la crisis, avanza con dificultad en busca de un horizonte más tranquilo y sereno, el timón de la dignidad de la persona humana y la “brújula” de los principios sociales fundamentales pueden permitirnos navegar con un rumbo seguro y común. Como cristianos, fijemos nuestra mirada en la Virgen María, Estrella del Mar y Madre de la Esperanza. Trabajemos todos juntos para avanzar hacia un nuevo horizonte de amor y paz, de fraternidad y solidaridad, de apoyo mutuo y acogida. No cedamos a la tentación de desinteresarnos de los demás, especialmente de los más débiles; no nos acostumbremos a desviar la mirada[26], sino comprometámonos cada día concretamente para «formar una comunidad compuesta de hermanos que se acogen recíprocamente y se preocupan los unos de los otros»[27].

Vaticano, 8 de diciembre de 2020
Francisco
 
[1] Cf. Videomensaje con motivo de la 75.ª Sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, 25 septiembre 2020.
[2] Cf. Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 67.
[3] Cf. “La fraternidad, fundamento y camino para la paz”. Mensaje para la celebración de la 47.a Jornada Mundial de la Paz, 1 enero 2014 (8 diciembre 2013), 2.
[4] Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 70.
[5] Pontificio Consejo “Justicia y Paz”, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 488.
[6] De officiis, 1, 28, 132: PL 16, 67.
[7] K. Bihlmeyer - H. Tüchle, Church History, vol.1, Westminster, The Newman Press, 1958, pp. 373-374.
[8] Discurso a los participantes en el Congreso organizado por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral en el 50.o aniversario de la Carta encíclica “Populorum progressio” (4 abril 2017).
[9] Mensaje a la 22.ª Sesión de la Conferencia de las Partes de la Convención marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (COP22), 10 noviembre 2016. Cf. Grupo de Trabajo interdicasterial de la Santa Sede sobre la Ecología Integral, En camino para el cuidado de la casa común. A cinco años de la Laudato si’, LEV, 31 mayo 2020.
[10] Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 26.
[11] Momento extraordinario de oración en tiempos de pandemia, 27 marzo 2020.
[12] Ibíd.
[13] Cf. Carta enc. Fratelli tutti (3 octubre 2020), 8, 153.
[14] S. Juan Pablo II, Carta. enc. Sollicitudo rei socialis (30 diciembre 1987), 38.
[15] Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 91.
[16] Conferencia del Episcopado Dominicano, Carta pastoral Sobre la relación del hombre con la naturaleza (21 enero 1987); cf. Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 92.
[17] Cf. Carta enc. Fratelli tutti (3 octubre 2020), 125.
[18] Ibíd., 29.
[19] Cf. Mensaje a los participantes en la Conferencia internacional “Los derechos humanos en el mundo contemporáneo: conquistas, omisiones, negaciones”, Roma, 10-11 diciembre 2018.
[20] Cf. Mensaje a la Conferencia de la ONU para la negociación de un instrumento jurídicamente vinculante sobre la prohibición de las armas nucleares que conduzca a su total eliminación, 23 marzo 2017.
[21] Videomensaje para la Jornada Mundial de la Alimentación, 16 octubre 2020.
[22] Cf. Benedicto XVI, “Educar a los jóvenes en la justicia y la paz”. Mensaje para la celebración de la 45.a Jornada Mundial de la Paz, 1 enero 2012 (8 diciembre 2011), 2; “Vence la indiferencia y conquista la paz”. Mensaje para la celebración de la 49.a Jornada Mundial de la Paz, 1 enero 2016 (8 diciembre 2015), 6.
[23] Discurso a los Diputados y Senadores de Uganda, Kampala, 1 agosto 1969.
[24] Mensaje para el lanzamiento del Pacto Educativo, 12 septiembre 2019.
[25]  Carta. enc. Fratelli tutti (3 octubre 2020), 225.
[26]Cf. Ibíd., 64.
[27] Ibíd., 96; cf. “La fraternidad, fundamento y camino para la paz”. Mensaje para la 47.ª Jornada Mundial de la Paz, 1 enero 2014 (8 diciembre 2013), 1

La Llamada y el envío Mc 1,14-20 (TOB3-21)

 “Ponte en marcha y ve a la gran ciudad de Nínive; allí les anunciarás el mensaje que yo te comunicaré” (Jon 3,1). Esta misión debía de resultar repugnante para Jonás. Su misma conciencia se rebelaba ante aquel mandato divino. ¿Cómo exhortar a la conversión a una ciudad que despreciaba a Dios y sembraba la muerte en las tierras que conquistaba? 

Si Jonás ignoraba aquella llamada no era por despreciar a Dios sino para tratar de preservar la imagen de la divinidad. Pero, en realidad, Jonás estaba juzgando al mismo Dios. No podía admitir que su misericordia cubriese a los malvados. Dios no debería compadecerse de los que no tenían compasión de los que humillaban y aplastaban con su poder asesino. 

Sin embargo, ante la llamada de Dios solo cabe la obediencia agradecida. Así lo manifestamos, repitiendo la invocación del salmo 24: “Señor, enséñame tus caminos”. Sabemos que este mundo es como el escenario de un teatro. Y san Pablo advierte a los Corintios -y a todos nosotros- que la representación de este mundo se termina (1 Cor 7,31).

LLAMADA Y PROMESA

 El tema de la llamada aparece también en el texto evangélico que hoy se proclama (Mc 1,14-20). Jesús camina por la costa del lago de Galilea. Al pasar, encuentra  a dos pescadores que están arrojando el copo desde la orilla. Uno es  Andrés, que, siendo discípulo de Juan el Bautista,  ya había tenido un encuentro con Jesús. El otro es su hermano Simón.       

Jesús se dirige a ellos y los invita a seguirle: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres” (Mc 1,17).  Es cierto que Jesús no era un desconocido para ellos. Pero ¿Qué podía significar esa extraña promesa de hacerlos pescadores de hombres? Sin embargo, dejaron las redes y siguieron inmediatamente a Jesús.

 A muy pocos pasos de distancia. Jesús vio a Santiago y Juan. Estaban en una barca, varada a la orilla del lago, repasando las redes con Zebedeo, su padre. También a ellos les dirigió la misma llamada. Ellos dejaron las redes y a su padre junto con los jornaleros, saltaron a tierra y siguieron a Jesús.  

SALIDA Y SEGUIMIENTO

Este encuentro que tiene lugar a la orilla del lago de Galilea nos recuerda que la llamada obedece a la iniciativa de Jesús. Y nos indica que esa llamada al seguimiento lleva consigo la entrega de una misión.  

• La llamada de Dios siempre lleva consigo una salida. Así ocurrió con Abrahán, con Moisés y con Isaías. También Jonás había de salir de su tierra. Los cuatro pescadores que Jesús encontró a la orilla del lago tenían que dejar su trabajo. Y así ocurre hoy con todos los que escuchan la llamada del Señor. La llamada de Dios relativiza nuestra comodidad, nuestras  posesiones y hasta nuestras relaciones familiares. 

• La llamada de Dios siempre lleva consigo la invitación al seguimiento. En otros tiempos, Abraham y Moisés siguieron la indicación del Dios que los enviaba recorrer caminos desconocidos. Jonás era enviado a una misión que parecía abocada al fracaso. Los cuatro pescadores del lago se decidieron seguir a Jesús y se fueron con él. La llamada de Dios exige de nosotros la disponibilidad para seguir  a Jesús,  y ser testigos de su vida y su mensaje.

Convertirse es creer en el Evangelio Mc 1,14-20 (TOB3-21)

1. EL evangelio de hoy, de Marcos, tiene dos partes. La primera (vv.14-15), un sumario o síntesis, centrada en lo que es el programa de Jesús cuando vino a Galilea: el evangelio de Dios. Jesús viene a proclamar buenas noticias -eso significa evangelio-, de parte de Dios. Ello supone, pues, el anuncio de un tiempo nuevo y la llegada del Reino de Dios. El segundo elemento determina al primero: el tiempo es nuevo porque el reino de Dios ha comenzado. El tiempo es nuevo porque la soberanía de Dios sobre las miserias del hombre ha de ponerse de manifiesto. Este es el empeño fundamental de Jesús: hacer posible que ese Reino, que no es un territorio, ni un poder violento o material, llegue a los hombres. Dios se compromete profundamente, por medio de Jesús, en hacer posible ese Reino de liberación y de gracia. Pero también, por nuestra parte, se necesitan respuestas: convertíos y creed en el evangelio. Eso es lo que Jesús pedía y eso es lo que se nos pide aún. Ser cristianos, pues, debe significar que en este mundo de miserias, el evangelio, como buena noticia para los que sufren, está en acción.

2. Si analizamos a fondo este sumario, podremos darnos cuenta de su importancia. El redactor lo pone al principio de todo, de la predicación de Galilea, porque está convencido de que cuando Jesús comienza a predicar ha llegado el tiempo nuevo tanto tiempo esperado por el pueblo de Israel. Y el tiempo es nuevo  porque Jesús trae “buenas noticias” de parte de Dios, lo que se centra en ese concepto abarcante del “reino o reinado de Dios” (basileia tou theou). Jesús quiere decir que es Dios quien toma las riendas de esta historia  y ya no deben ser los hombres “soberanos” y “reyes” quienes han de imponer a otros sus caprichos y sus leyes. Dios entrega salvación y liberación por medio del profeta de Galilea. Hacía mucho tiempo que no se oía una voz profética en Israel, porque los “soberanos” de turno lo habían impedido. La soberanía de Dios también implicaba que se oyera una voz profética para interpretar la historia de las miserias humanas de otra forma y de otra manera.

3. ¿Qué se pide a cambio de este tiempo nuevo? ¡Conversión! Que no es simplemente “hacer penitencia”. Si traducimos de esa manera el verbo que está a la base del texto (metanoéô) le habremos quitado su sentido primero y principal: cambiar de rumbo, de camino, de horizonte, de mentalidad. Convertirse  no es vestirse de saco y de ceniza. En Marcos, en el evangelio, en la predicación de Jesús, significa precisamente tomar una actitud nueva, una mentalidad creadora. Y es el segundo término el que mejor lo define: (unido a la conversión por un kai –y- “explicativo”) “creer en el evangelio”- Creer es “confiar” en las buenas noticias que vienen de parte de Dios. Esa es la conversión primera y fundamental. Sin eso no hay conversión, aunque nos vistamos de saco y ceniza.

4. La segunda parte del texto evangélico de hoy describe la llamada a ser discípulos (vv. 16-20) y también pone de manifiesto varias cosas: el evangelio siempre ha contado con testigos que desde el principio forman una comunidad. El anuncio del evangelio provoca decisiones personales creando comunidad y fraternidad. Jesús no es un solitario que anuncia ideas extrañas, sino alguien que llega al corazón de los hombres, hasta el punto de dejar su modo de vivir por la causa del Reino. Los que le siguen sentirán con él una experiencia nueva de vida para anunciarla a los otros («os haré pescadores de hombres»). No se trata simplemente de un Rabí que tiene discípulos para que aprendan, sino que todo eso lo deben invertir en los demás. Jesús se impone en su llamada, pero dejando libertad. El «sígueme» de Jesús, de su evangelio, es una palabra creadora, no es doctrina, no son ideas, sino que provoca un estilo de vida. Esta primera llamada de los discípulos, aunque conocidos, no debe interpretarse como el relato histórico de lo que sucedió realmente, aunque en cierta forma lo es; sino que pretende ser el apoyo directo de la reacción al anuncio de las buenas noticias del evangelio predicado por Jesús en Galilea.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/24-1-2021/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/

Búsqueda y encuentro Jn 1,35-42 (TOB2-21)

 “Aquí estoy. Vengo porque me has llamado”. El niño Samuel ha quedado consagrado a Dios en el santuario de Siló.  Durante la noche, oye una voz que le llama por su nombre. Y se dirige al sacerdote Elí con estas palabras que reflejan su disponibilidad (1Sam 3,3-10.19). 

El sacerdote se limita a responder que él no ha llamado al niño y lo invita a acostarse de nuevo.  Cuando el hecho se repite hasta tres veces, comprende que esa voz misteriosa viene de lo alto. Así que, aconsejado por el sacerdote, cuando Samuel se siente llamado de nuevo, responde como le ha sugerido Elí: “Habla Señor que tu siervo escucha”.

Todos podemos hacer nuestra esa experiencia y responder con el salmo responsorial: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad” (Sal 39).

Si el pequeño Samuel escuchó en el templo la llamada de Dios, nosotros sabemos que nuestro cuerpo es templo del Espíritu, como nos dice san Pablo. Así que no tenemos que ir lejos para escuchar esa voz celestial (1 Cor 6,13-20).

EL DESEO

El evangelio de este segundo domingo del tiempo ordinario nos recuerda que la llamada eterna de Dios se ha hecho presente en el tiempo por medio de Jesús. Juan Bautista lo descubre entre las gentes y lo señala como el Cordero de Dios. Andrés y otro de sus discípulos dejan al Bautista y lo siguen.

Jesús les dirige una pregunta que podría parecer rutinaria: “¿Qué buscáis?”. Pero esa es una pregunta que nos lleva a examinar nuestros deseos más íntimos. Con frecuencia creemos que para satisfacerlos basta con buscar bienes, puestos de poder o signos que difundan nuestra fama. Pero quien busca satisfacciones no siempre encuentra la felicidad. 

Los dos discípulos de Juan se limitan a preguntar a  Jesús dónde vive. Y él responde con una invitación: “Venid y lo veréis”. Aquel encuentro con Jesús debió de llevarles a comprender  que lo importante de Jesús no era dónde vivía, sino quién era. El evangelio es una lección también para nosotros. No importa buscar algo, sino encontrar a Alguien.

EL ANUNCIO

Los dos discípulos de Juan el Bautista comprendieron que las palabras del Precursor los llevaban en realidad hacia el esperado por su pueblo. Lo comprenden y se apresuran a anunciarlo a los demás. Así  lo hace Andrés, dirigiéndose a su hermano Simón:

• “Hemos encontrado al Mesías”. Los dos discípulos de Juan han visto satisfechos sus deseos por la alegría de un hallazgo siempre soñado. Andrés y su compañero han pasado ya de la búsqueda al encuentro. Han pasado del siervo al Señor y del profeta al Mesías.

• “Hemos encontrado al Mesías”. Él pequeño Samuel había escuchado la voz de Dios que se dirigía a él en la noche y en el ámbito del santuario. Los discípulos de Juan encuentran al que es la Palabra de Dios a pleno día y en el espacio abierto cerca del Jordán. 

• “Hemos encontrado al Mesías”. El niño Samuel escuchó un mensaje de Dios que él había de transmitir al sacerdote Elí. Los discípulos de Juan escuchan al enviado de Dios y comprenden que han de anunciar a los demás la riqueza de ese encuentro.

¿Dónde habitas? Jn 1,35-42 (TOB2-21)

El evangelio de hoy nos presenta la forma en que Jesús acogió a sus primeros discípulos. No se hace por medio de una llamada concreta de Jesús, - como sucederá después con Felipe, Jn 1,43ss-, sino de otra forma distinta. Probablemente en el evangelio de Juan hay una intencionalidad manifiesta: el paso de los discípulos del Bautista a Jesús. Es una escena que viene después de la presentación que Juan el Bautista ha hecho de Jesús a sus seguidores. Por eso, como respuesta inmediata, dos de esos discípulos (uno de ellos se identifica como Andrés, el hermano de Pedro), se interesan por la vida de Jesús. De ahí la pregunta: “Maestro ¿dónde habitas?”. No es necesario entrar en la cuestión del “otro” discípulo, que, desde luego, no es necesario identificar con el discípulo amado, y tampoco a éste con Juan el hijo del Zebedeo en cuanto autor de este evangelio, como muchos han defendido y siguen defendiendo. El evangelista subrayaba así que Juan el Bautista había cumplido su misión; ésta había terminado, y sus seguidores debían atender a aquél que él llama el «Cordero de Dios». No podemos establecer con seguridad los puntos históricos de esta narración. No sabemos a ciencia cierta si eso fue así, ya que la tradición de los evangelios sinópticos parece más primitiva y nos habla de la llamada directa de Jesús a Pedro y a su hermano Andrés, para que dejaran sus redes y le siguieran.

2. ¿Dónde vivía Jesús? No se nos dice en el relato, porque su intención es poner de manifiesto que su modo de vida es lo que se describirá a lo largo del evangelio. Han visto ya algo que fascina a estos discípulos, para dejar al Bautista y seguir a Jesús, y comunicar la noticia al mismo Pedro. Con ello, el Bautista no se encuentra desairado, porque en otro momento él mismo dice: «es necesario que El crezca y que yo disminuya» (Jn 3,30). Así, pues, una vez que Juan el Bautista ha cumplido la misión que le correspondía –según se piensa en la tradición cristiana que Juan, como los sinópticos, recoge-, llega el momento de “seguir” a Jesús, de vivir con él, de contemplar su morada. El simbolismo del evangelio joánico enriquece verdaderamente esta escena sobre la iniciativa de los discípulos. No los ha llamado el Maestro, pero Juan sí les ha trazado el camino. A veces, alguien puede descubrirnos nuestra “vocación”; lo importante es saber discernir y poder dedicarse a ello.

3. El encuentro de Pedro, con Jesús, es presentando en Juan de una forma muy particular, distinta a los sinópticos. Aquí se adelanta su hermano Andrés en su decisión a seguir al Maestro. Pero lo que importa siempre es la disposición. El que Pedro reciba un nombre nuevo “Kefas”(piedra), con todo lo que ello significa, forma parte también del misterio vocacional. Un nombre nuevo es un destino, un camino, una vida nueva, una misión. Todo esto está sugerido en esta escena vocacional. Desde luego, aceptar a Jesús, su vida, su ideas y su experiencia de Dios, no puede dejarnos donde estábamos antes. Todo ha de cambiar, sin que haya que exagerar actitudes espirituales o morales. Seguiremos a Jesús y su evangelio, y volveremos a sentir la necesidad del perdón y de la gracia, porque la debilidad nos acompaña siempre. Pero con un nombre nuevo se nos dice que el horizonte de nuestra existencia es Aquél que trae la luz y la vida al mundo, como se pondrá de manifiesto en todo el evangelio joánico.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/17-1-2021/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/

Bautizado y Revelado Mc 1,7-11 (NAVB-21)

 “Mirad a mi siervo a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones… La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará”. Dios ha elegido a ese personaje, que ha recibido el Espíritu de Dios para dar la vista a los ciegos y liberar a los cautivos  (Is 42,1-4. 6-7).

Quebrar en público una caña y apagar la mecha de un cirio eran gestos que daban cuenta de la aplicación de una pena de muerte. Pero el elegido del Señor será mensajero de misericordia y de justicia. Con razón, el salmo responsorial nos invita a proclamar que “el Señor bendice a su pueblo con la paz” (Sal 28).

En el discurso que recoge el libro de los Hechos de los Apóstoles, Pedro recuerda que, después de que Juan predicara el bautismo, Jesús inició su misión en Galilea. Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, Jesús pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos, porque Dios estaba con él (Hech 10,34-38). 

LA BAJADA AL JORDÁN

El Jordán es un río, pero es también un mensaje. En el evangelio que se proclama en esta fiesta, La imagen del Jordán nos lleva a evocar algunos momentos importantes de la historia de Israel.

• Jesús se acercó al Jordán, como en otros tiempos había llegado Josué al frente del pueblo que le había sido encomendado. También Jesús había de introducir a su pueblo en la tierra de la verdadera libertad.

• Al Jordán y sus alrededores llegó Elías al recibir la  misión de defender la causa del mismo Dios y regresó para clausurar su camino y ser arrebatado a la gloria. En el Jordán se revelaba también la misión de Jesús.

• Jesús bajó al Jordán, como en otro tiempo había bajado el leproso Naamán. Pero Jesús no llegaba para curarse de una enfermedad sino para purificar las aguas que habían de limpiarnos de nuestras manchas.

 Así pues, el Bautismo es el momento de la revelación de Jesús y de la misión que le ha sido confiada en el mundo.

LA VISTA Y EL OÍDO

  El texto evangélico juega con los sentidos de la vista y el oído. Dos alusiones que nos llevan a recordar a otros dos personajes de la memoria de Israel.

Al salir de las aguas, Jesús ve rasgarse el cielo y al Espíritu Santo bajar hacia él “como una paloma”. La paloma  que baja sobre él recuerda la otra paloma que indicó a Noé el fin del diluvio. Jesús es la tierra firme de la nueva humanidad. La tierra de la esperanza y de la vida.

Además, tras el bautismo de Jesús en las aguas del Jordán, se puede escuchar una voz del cielo que lo reconoce como aquel misterioso Siervo del Señor en el que Dios decía complacerse  (Mc 1,11).  

• Como el Siervo del Señor, Jesús ha sido elegido por el mismo Dios y ha sido enviado como un profeta en el que Dios se complace. 

• Como el Siervo del Señor también Jesús habrá de afrontar el dolor y las torturas, sabiendo que salvará a sus hermanos.

El bautismo en el Espíritu Mc 1,7-11 (NAVB-21)

1. En las tradiciones cristianas primitivas, el evangelio del “Hijo de Dios” (como le llama Marcos (1,1), no comienza de improviso, sin cerrar el pasado, sin romper los silencios y las noches de espera y esperanza de un tiempo nuevo. Muchos creyeron que eso había llegado con Juan el Bautista. Y esto se conserva latente en el cristianismo antes de que comenzaran a ponerse en pie las identidades de la religión nueva: el cristianismo. Hoy no se discute que Juan el Bautista fue el precursor del Jesús, al menos en la interpretación fundamental. Había, pues, que separar y decir algo de cómo todo comenzó en Galilea. Pero Jesús, que conoció al Bautista, que incluso se interesó por su causa y su predicación, no se quedó con él… Por eso el texto muestra, por medio de la escena del bautismo, la diferencia entre un proyecto penitencial y el proyecto evangélico: el bautismo en el Espíritu de Dios.

2. El texto nos habla del testimonio de Juan el Bautista sobre Jesús, quien llevará a cabo su obra, no por un bautismo de agua (aunque sea un símbolo), sino por el bautismo en el Espíritu. Es una escena cristológica de las primeras comunidades cristianas que Marcos ha asumido como inauguración solemne del ministerio público de Jesús. Es la presentación profética, pero sencilla, del que ha de revelar a Dios, sus mandamientos, su proyecto de salvación y de gracia. Jesús vino al Jordán como hombre, pero al pasar por el Jordán, como el pueblo, quedó «constituido» en el profeta definitivo del Dios de la salvación. Por eso se ha dicho que este es un relato de “vocación” profética. La escena del Bautismo de Jesús, en los textos evangélicos, viene a romper el silencio de Nazaret de varios años (se puede calcular en unos treinta). El silencio de Nazaret, sin embargo, es un silencio que se hace palabra, palabra profética y llena de vida, que nos llega en plenitud como anuncio de gracia y liberación.

3. El Bautismo de Jesús se enmarca en el movimiento de Juan el Bautista que llamaba a su pueblo al Jordán (el río por el que el pueblo del Éxodo entró en la Tierra prometida) para comenzar, por la penitencia y el perdón de los pecados, una etapa nueva, decisiva más bien, donde fuera posible volver a tener conciencia e identidad de pueblo de Dios. Jesús quiso participar en ello por solidaridad con la humanidad. Es verdad que los relatos evangélicos van a tener mucho cuidado en mostrar que ese acto del bautismo va a servir para que se rompa el silencio de Nazaret y todo el pueblo pueda escuchar que Él no es un pecador más que viene a hacer penitencia. El es el Hijo Eterno de Dios que, como hombre, pretende imprimir un rumbo nuevo en una era nueva. Pero no es la penitencia y los símbolos viejos los que cambian el horizonte de la historia y de la humanidad, sino el que dejemos que Dios sea verdaderamente el «señor» de nuestra vida.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/10-1-2021/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/

La clase de religión en salida (Carlos Esteban Garcés)


En el mundo educativo están emergiendo con fuerza nuevas iniciativas que impulsan un giro antropológico en la escuela: un informe mundial de la UNESCO para 2021 fortaleciendo la educación como bien común; la Agenda 2030 y su apuesta por el desarrollo sostenible; la competencia global que la OCDE propone para PISA; y un renovado planteamiento de la educación ciudadana con perspectiva mundial. Esas tendencias son un eje transversal que impulsa una renovada pasión por la dignidad humana.

La enseñanza de la religión, demasiado centrada sobre sí misma, no puede permanecer ajena a lo que está pasando. Esta es la pretensión de este libro: abrir caminos a lo nuevo y renovar sus aprendizajes esenciales en diálogo con los signos de los tiempos.





Editorial PPC
Autor: Carlos Esteban Garcés
ISBN 9788428836333
256 páginas
Precio 20 euros

La historia del lucense S. Froilán, obispo de León (libro-cómic)


«San Froilán. El lobo y otras historias» es un relato desenfadado y divertido sobre la vida de este santo San Froilán, patrono de Lugo, en formato cómic. 

Autores: Manuel Rajal y Vanesa Ferreiro
Editorial: La Voz de la Verdad
ISBN 978-84-938333-8-1
44 páginas
Precio: 12 euros



La Luz

 


LETRA: 
Ha venido tu luz y la gloria de Dios
Ha nacido sobre mí
Soy vasija de barro y aunque estoy quebrado
Tu luz brilla en mí.

// Mi alfarero, tú me hiciste
Hechura soy de tus manos. //

La luz que brilla entre nosotros, Jesús
La luz que alumbra a las naciones, Jesús
Eres el sol de un nuevo amanecer
El cielo.

Que el mundo pueda ver tu luz
Y tu gloria brillando sobre mí
Eres el sol que marca un nuevo día

Eres la luz que brilla entre nosotros, Jesús
La luz que alumbra a las naciones, Jesús
La luz, eres la luz que brilla entre nosotros, Jesús
La luz, eres la luz, eres la luz, naciones, Jesús.

Eres el sol de un nuevo amanecer
El cielo.

La Sabiduría y la Palabra Jn 1, 1-18 (NAVB2-21)

 “Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y nunca jamás dejaré de existir... Arraigué en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad”. El Eclesiástico ha personificado a la sabiduría. Ha sido creada por Dios antes del comienzo del mundo y  ha sido enviada para habitar entre los hombres. Desde Jerusalén guía al pueblo elegido y a todos los que tratan de buscar a Dios.

En el estribillo al salmo responsorial se proclama el misterio que hoy se celebra: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. La Palabra de Dios no permanece lejana. Se ha hecho peregrina y acompaña nuestro camino. Ha plantado su tienda de campaña entre las nuestras. 

En la segunda lectura se da cuenta de la oración que el Apóstol eleva por los fieles de Éfeso: “Que el Padre de la gloria os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis la esperanza a la que os llama, cuál es la riqueza de gloria que da en herencia a los santos” (Ef 1,17-18).

UNA PALABRA PEREGRINA

Así pues, tras celebrar el nacimiento de Jesús nos detenemos a contemplarlo como lo que es en realidad. La Sabiduría y la Palabra de Dios, que se ha hecho mensaje de vida, se ha hecho carne y presencia. Así no los recuerda el comienzo del evangelio según San Juan (Jn 1,1-8). ¿Qué puede significar para nosotros esta especie de poema?

• En este texto se nos descubre la semejanza entre el Verbo de Dios y la Sabiduría de Dios. El Verbo, es decir, la Palabra, estaba junto a Dios y con él creó todo lo que existe. Y todo lo que existe se orienta hacia ella. La Palabra de Dios es vida e ignorarla nos arrastra a la muerte. La Palabra de Dios es luz para nuestros pasos. Sin ella nos condenamos a caminar en tinieblas.

• En este texto se nos dice, además, que la Palabra de Dios ha bajado a nuestra tierra. El pueblo de Israel que peregrinaba por el desierto, sabía que la gloria de Dios se alojaba en una tienda en medio del campamento. Nosotros creemos que la Palabra de Dios se ha hecho carne humana en Jesús y habita entre nosotros. Hemos recibido el privilegio de contemplar su gloria.

• En este texto se revela la Palabra de Dios que, siendo eterna, se ha hecho temporal. Se identifica con el Hijo único de Dios. Esa es nuestra fe. Reconocemos en Jesús de Nazaret la Palabra de Dios que nos salva y nos guía, nos rescata y nos interpela, nos alienta y sostiene nuestra esperanza. Esa Palabra nos ilumina en el presente y nos juzgará en el último día.

LA VERDADERA LIBERTAD

En este comienzo del Evangelio según san Juan, se nos presenta todavía una contraposición sorprendente: “La Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo”. Así pues, el nacimiento de Jesús es el eje sobre el cual giran la antigua y la nueva alianza.

• “La Ley se dio por Moisés”. Hoy tenemos que padecer leyes inicuas. Para el pueblo de Israel, la Ley no era un peso, sino un don de Dios que marcaba el camino de la liberación. Moisés habia sido elegido para sacar a su pueblo de la esclavitud de Egipto. Por medio de él, Dios ofrecía a su pueblo una alianza. Ser fieles a la Ley recibida por medio de Moisés era la garantía de la libertad. 

• “La gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo”. He ahí los grandes dones de Dios. La gracia y la verdad no pueden ser descubiertas y conseguidas por el esfuerzo humano. Jesús es el intermediario de esta nueva alianza. Escuchar la Palabra de Dios, que se ha hecho carne en Jesús, es el único camino para alcanzar la vida verdadera y la verdadera libertad.