Y encontraron al Salvador del pueblo Lc 2,15-21 (NAV2)

1. Hoy se nos propone la continuación del relato del nacimiento de Jesús, que se leyó la noche de Navidad, que se compone de tres partes (1ª vv.1-6; 2ª vv. 7-14; 3ª vv. 15-21). Nos permitimos señalar que esta tercera parte del relato de Lucas tiene un cierto sentido por sí mismo, en cuanto muestra la respuesta humana al momento anterior que es todo él mítico, revelador, divino, angelical y extraordinario. Los pastores ¿qué harán?, ¿buscarán al Salvador?, ¿dónde?, ¿es suficiente el signo que se les ha dado? ¡Desde luego que si!, lo buscarán y lo encontrarán. Pero lo buscarán y lo encontrarán con el instinto de los sencillos, de los que no se obsesionan con grandezas; diríamos que lo encontrarán, más bien, por instinto profético. El narrador no deja lugar a dudas, porque quiere precisamente mostrar la respuesta humana al anuncio celeste. Los pastores se dicen entre ellos algo muy importante: «lo que nos ha revelado el Señor”. Y se van derechos a Belén, ¿a Belén?, ¿era esa acaso la ciudad de David? Sí; lo fue, pero ya no lo era de hecho, porque Jerusalén había ganado la partida. Pero como por medio está el anuncio del Señor, recuperan el sentido genuino de las cosas. Y van a Belén, de donde procedía David, para “ver” al Mesías verdadero. Es verdad, todo es demasiado ajustado al proyecto teológico de Lucas, que quiere poner de manifiesto el designio salvador de Dios.

2. Los pastores, al llegar, encontraron el “signo”, aunque algo distinto: encontraron a sus padres, de lo que no había hablado la voz celeste. Podría pensarse o podrían pensar que encontrarían un niño abandonado, pero no; están sus padres con él. Y ya no se mencionan los “pañales”, sino el niño acostado en un pesebre. Lo más curioso de todo esto es que los pastores son los que vienen a interpretar el hecho a todos los que lo escuchan. Son como los intérpretes del mensaje que han recibido del cielo. No podemos menos de considerar que la escena es muy formal desde el punto de vista narrativo. ¿Por qué? Porque Lucas quiere que sean precisamente estos pastores, de fama canallesca en aquellos ambientes religiosos, los que anuncien la alegría del cielo a todo el pueblo. Eso es lo que se dijo en el v. 10 y el encargo que se les encomienda: tienen que aceptar el “signo” e interpretarlo para todo el pueblo. ¿Serán capaces? Si no hubieran sido los pastores, probablemente la alegría le habría sido birlada al pueblo sencillo. Pero los pastores, en este caso, son garantía de la inculturación del mensaje divino en el pueblo sencillo.

3. ¡Hasta María se asombra de esta noticia!, como si ella no supiera nada, después de lo que le había “anunciado” (que no confidenciado) Gabriel. No obstante, Lucas quiere ser solidario hasta el final. María también es del pueblo sencillo que, de unos extraños pastores, sabe recibir noticias de parte de Dios. Y las guarda en su corazón. Dios tiene sus propios caminos y de ahora en adelante veremos a María “acogiendo” todo lo que se dice de su hijo (como en el caso de Simeón y Ana) y lo que le dice su mismo hijo al dedicarse a las cosas que tiene que hacer y anunciar, desde el momento de la escena de Jerusalén en el templo. Dios está escondido en este “niño” y los pastores lo reconocen y alaban a Dios. ¡Quién iba a decirlo!.

4.El relato termina con el v. 21 donde lo más importante y decisivo es poner el nombre del niño; la circuncisión pasa a segundo plano. Un nombre que no es cualquier cosa, aunque no sea un nombre original, ya que el de Jesús es bien conocido (es versión griega del hebreo Josué). Pero como en la Biblia los nombres significan mucho, entonces el que se le ponga el nombre que se le había anunciado, y no el que María elige, quiere decir que acepta, más si cabe, que este niño, este su hijo, ha de ser el Salvador del pueblo que anhela la salvación y que los poderosos le han negado. Es verdad que no se dice explícitamente que María le puso ese nombre, aunque así aparece en la Anunciación. Sabemos que el nombre se lo ponen sus padres (aunque el esposo de María también queda en segundo término en el relato, como la circuncisión). Incluso podíamos inferir que es todo el pueblo el que se encarga de aceptar este nombre revelado que significa: Dios es mi salvador o Yahvé salva. Es una “comunidad” la que reconoce en el nombre todo lo que Dios le regala. Por tanto, en su nombre está escrito su futuro: ser el Salvador de los hombres. Por eso María guardaba todas estas cosas en su corazón.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/1-1-2023/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/

Canción de Navidad


Magnífica adaptación ilustrada del gran clásico de Dickens donde el avaro cascarrabias Ebenezer Scrooge se enfrenta a los fantasmas de sus navidades pasadas, presentes y futuras en una trepidante Nochebuena que lo cambiará todo en su vida.

Autor Charles Dickens
Editorial Bruño
ISBN 978-84-696-6872-6
48 páginas
Precio 15,95 euros

San Juan Evangelista (27 de diciembre). 3 obras de arte


La elección del apóstol como santo de devoción se inscribe en un fenómeno devocional con especial repercusión en la Sevilla barroca. A principios del siglo XVII, relacionado con el especial culto a la Inmaculada fomentado por la Contrarreforma, se impuso la costumbre de asentar en las iglesias conventuales dos retablos, uno frente al otro, dedicados a los Santos Juanes. Junto al simbolismo de la Virgen como intercesora, se venía a sumar el simbolismo de dos vías para ganar la santidad: San Juan Bautista como personificación de la predicación y San Juan Evangelista como referente de la oración, en definitiva, como alegorías de la vida activa y contemplativa respectivamente.
En este talla en madera policromada de Juan Juan Martínez Montañés (1568-1649) realizada hacia 1638, procede del convento de Santa María de la Pasión de Sevilla, se puede admirar en el Museo Nacional de Escultura, en Valladolid. El santo está presentado en su condición de Evangelista. Destaca la profundización en los detalles anatómicos, la forma pormenorizada de trabajar los cabellos, con el característico mechón abultado sobre la frente, y la estudiada disposición de la indumentaria. Es acompañado por el águila que tradicionalmente constituye su atributo desde las representaciones medievales iconográficas del tetramorfos. El origen de este simbolismo se encuentra en que el Evangelio de San Juan, el único no sinóptico, es el más conceptual y teológico de los cuatro, elevándose sobre los demás en forma de un animal volador.
(Fuentes: Domus Pucelae)
Alonso Cano (Granada, 1601-1667) debió pintar este óleo sobre lienzo (132x100 cms.) hacia 1650, justo antes de volver a Granada. Representa el momento en que el evangelista Juan, que se había exiliado en la isla de Patmos donde escribe el Apocalipsis, tiene la visión que narra en el propio libro: "Una gran señal apareció en el cielo: una mujer revestida del sol, la luna bajo los pies y en la cabeza una corona de doce estrellas. Estaba encinta y gritaba de dolor en el trance del parto, apareció otra señal en el cielo: un dragón rojo enorme, con siete cabezas y diez cuernos y siete turbantes en las cabezas. Con la cola arrastraba un tercio de los astros del cielo y los arrojaba a la tierra.

Se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Granada



Diego de Velázquez pinta este óleo sobre lienzo de estilo barroco (135,5x102,2 cm) hacia 1618. Se halla expuesto en la National Gallery de Londres. Aparece sentado, con el libro en el que escribe el contenido de la revelación sobre las rodillas. Al pie otros dos libros cerrados aluden probablemente al evangelio y a las tres epístolas que escribió. Arriba y a la izquierda aparece el contenido de la visión que tiene suspendido al santo, tomado del Apocalipsis (12, 1-4) e interpretado como figura de la Inmaculada Concepción, cuya controvertida definición dogmática tenía en Sevilla ardientes defensores: «Una gran señal apareció en el cielo: una mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre la cabeza (...) Otra señal apareció en el cielo: un dragón color de fuego, con siete cabezas y diez cuernos (...) se puso delante de
la mujer en trance de dar a luz». La luz es también la propia de las corrientes naturalistas. Procedente de un punto focal situado fuera del cuadro se refleja intensamente en las ropas blancas y destaca con fuertes sombras las facciones duras del joven apóstol. En semipenumbra queda el águila, cuya presencia apenas se llega a advertir gracias a la mayor iluminación de una pezuña y a algunas pinceladas blancas que reflejan la luz en la cabeza y el pico, mimetizado el plumaje con el fondo terroso del paisaje. A la derecha del tronco del árbol, el celaje se enturbia con pinceladas casuales, como acostumbró a hacer Velázquez, destinadas a limpiar el pincel. El controlado estudio de la luz en la figura de San Juan, y el rudo aspecto de su figura, hace por otra parte que resalte más el carácter sobrenatural de la visión, envuelta en un aura de luz difusa. 

Historia de la Navidad


En Navidad tenemos vacaciones, regalos, luces, fiesta... Pero, ¿Qué celebramos en realidad? La Navidad es el cumpleaños de Jesús, que nació hace muchos años en Belén y se quedó para siempre con nosotros. En este libro, a través de los textos y las ilustraciones, te contamos la verdadera historia y el sentido de la Navidad.


Autora: Victoria Valls (=Victoria Paredes)
Editorial Palabra
ISBN 978-84-1368-232-7
60 páginas
Precio: 18.90 euros (papel)

San Esteban, diácono y mártir (26 de diciembre) en el arte


Este óleo sobre tabla (160 x 123 cm) del Martirio de San Esteban es obra de Juan de Juanes, hacia 1555-1562. Se encuentra expuesto en la Sala 051 del Museo del Prado. Formaba parte del Retablo de San Esteban de la iglesia de San Esteban de Valencia, junto a otras escenas de la vida del santo y La Última Cena. De acuerdo con los Hechos de los Apóstoles, san Esteban fue condenado a la lapidación tras enfurecer a los sacerdotes judíos del sanedrín. Mientras el santo, vestido con ropa de diácono, se encomienda a Dios, los expresivos sayones le lapidan con ira. Al fondo aparece Saulo, el futuro san Pablo, contemplando la escena enmarcada en un característico paisaje salpicado de ruinas clásicas, obeliscos y pirámides, según los modelos de Rafael que se repiten en casi toda la obra de Juan de Juanes.



Otra muestra más del martirio del santo está en la fachada plateresca de su convento en Salamanca firmada por el milanés Juan Antonio Ceroni en 1610 


Una obra más es este busto relicario romanista del último tercio del siglo XVI de la Parroquia de San Esteban de Arguedas (Navarra) realizado por el escultor guipuzcoano Ambrosio de Bengoechea (discípulo de Juan de Anchieta) y su pintura, dorado y estofado de Juan de Lumbier en 1597. La talla del busto relicario acometida por Ambrosio de Bengoechea, destinado a albergar las santas reliquias de San Esteban, comprende la mitad superior del cuerpo, con la cabeza, torso hasta la cintura y brazos completos, si bien la peana que ejecutó para procesionar la imagen no ha llegado hasta nosotros. La caracterización física del personaje nos permite identificarlo claramente. La cabeza muestra el rostro de un hombre joven e imberbe y de formas volumétricas, dotado de una mirada frontal dirigida al infinito, pero llena de vida, cuya cabellera tallada en mechones muestra la tonsura propia de su grado clerical, a la que posteriormente se le ha añadido una corona en forma de halo. Aparece vestido con la dalmática de diácono, que el escultor reproduce con gran maestría, tallando en la parte posterior las borlas pendientes de cordones, que se añadieron desde el siglo XVI y que con menor tamaño se emplearon durante algún tiempo entre los siglos VIII-XII, y que asimismo podemos apreciar en la dalmática del San Esteban que El Greco pintó con maestría en el excepcional cuadro del Entierro del Conde de Orgaz para la iglesia de Santo Tomé de Toledo.

Navidad, solemnidad en la humildad Jn 1,1-18 (NAVA1)

“Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva  a hombros el principado, y es su nombre: Maravilla de Consejero, Dios guerrero, Padre perpetuo, Príncipe de la paz” (Is 9,5). El profeta Isaías se refiere sin duda a un hijo del rey que acaba de nacer.

En él ha puesto el pueblo sus mejores esperanzas de paz y de justicia, de racionalidad y discernimiento. En todos los tiempos, las gentes suspiran por poder gozar de armonía social y de prosperidad. Pero con el tiempo, el pueblo de Israel vería ese poema como una profecía de los tiempos mesiánicos.

Nosotros hoy hacemos nuestras las palabras del salmo responsorial. Esperamos que la celebración del nacimiento de Jesús nos lleve a comprender que él es nuestro Señor y que en él radica la justicia. “Alégrese el cielo, goce la tierra… delante del Señor que ya llega, ya llega a regir la tierra” (Sal 95).

Pero ese don exige nuestra responsabilidad. San Pablo nos exhorta a llevar una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos (Tit 2,11-14).

LOS PAÑALES Y EL PESEBRE

El evangelio que se proclama en la misa de la medianoche, nos traslada a Belén. Allí han acudido José y María para empadronarse según el edicto de Augusto. Mientras estaban allí, le llegó a María la hora del parto, dio a luz a su hijo, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre (Lc 2,1-7).

• “Lo envolvió en pañales”. Esa primera acción de María nos parece obvia. Es cierto que el evangelista no está interesado en dar otros detalles que vendrían a satisfacer nuestra curiosidad. Pero, sin duda, trata de subrayar la humanidad de ese hijo, cuya naturaleza divina había sido anunciada por un ángel.

 • “Lo acostó en un pesebre”. Ese detalle que anota el evangelista nos da cuenta de la pobreza de esa familia, descendiente del linaje del rey David. El hijo de María encuentra su lugar de acogida y de descanso en un establo de animales. El que ha de proclamar dichosos a los pobres de espíritu ha sido un pobre de nacimiento.  

LA POSADA

El evangelio anota que José y María no tenían lugar en la posada, tal vez un “khan” de aquellos en los que descansaban las personas y los animales de las caravanas.

• Con todo, la piedad cristiana ha recordado siempre ese detalle para reflexionar sobre la marginalidad a la que se vio expuesto el Señor desde el primer momento de su vida. Es un particular que no puede ser ignorado.

• En nuestros tiempos son muchas las personas que no encuentran un sitio de acogida en los lugares a los que han sido empujados por sus necesidades económicas o por la persecución política.

• Por otra parte, cada uno de los seguidores de Jesús ha de preguntarse si en su vida, en su mente y en su corazón hay un espacio para acoger y hospedar al Señor que ha querido compartir nuestra suerte.


Es un libro ideado para facilitar que se canten en Navidad esas canciones con las que la gente de todas las épocas y de todos los países se han dirigido a Jesús, María y a José: los villancicos. Contiene la letra y la partitura de 120 villancicos en once lenguas. La recopilación incluye todos los villancicos más conocidos y tradicionales e incluye algunos propios de determinadas áreas geográficas o que han sido compuestos recientemente.


Autora María José Morillo
Editorial Palabra
ISBN 978-84-8239-208-0
272 páginas
Precio: 15 euros (papel)

La Palabra humana de Dios Jn 1,1-18 (NAVA1-22)

 1. El evangelio es el prólogo del evangelio de Juan (1,1-18), una de las páginas más gloriosas, profundas y teológicas que se hayan escrito para decir algo de lo que es Dios, de lo que es Jesucristo, y de lo que es el hecho de la encarnación, en esa expresión inaudita de el “Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. La encarnación se expresa mediante lo más profundo que Dios tiene: su Palabra; con ella crea todas las cosas, como se pone de manifiesto en el relato de la creación de Génesis 1; con ella llama, como le sucede a Abrahán, el padre de los creyentes; con ella libera al pueblo de la esclavitud de Egipto; con ella anuncia los tiempos nuevos, como ocurre en las palabras de los profetas auténticos de Israel; con ella salva, como acontece con Jesucristo que nos revela el amor de este Dios. El evangelio de Juan, pues, no dispone de una tradición como la de Lucas para hablarnos de la anunciación y del nacimiento de Jesús, pero ha podido introducirse teológicamente en esos misterios mediante su teología de la Palabra. También, en nosotros, es muy importante la palabra, como en Dios. Con ella podemos crear situaciones nuevas de fraternidad; con nuestra palabra podemos dar vida a quien esté en la muerte del abandono y la ignominia, o muerte a quien esté buscando algo nuevo mediante compromisos de amor y justicia. Jesús, pues, también se ha encarnado para hacer nuestra palabra (que expresa nuestros sentimientos y pensamientos, nuestro yo más profundo, lo que sale del corazón) una palabra de luz y de misericordia; de perdón y de acogida. El ha puesto su tienda entre nosotros... para ser nuestro confidente de Dios.

2. Un prólogo se escribe normalmente cuando la obra ya está completa; de esta manera, en el prólogo se expresan las ideas fundamentales de la obra que viene a continuación. Supongamos esto para el prólogo del cuarto evangelio. Puede parecer que tiene una cierta unidad, pero suprimid los vv. 6. 7. 8 y 15 que tratan de Juan Bautista y que fueron añadidos posteriormente. La razón es que hubo algunos discípulos que se mantuvieron fieles a Juan el Bautista y le otorgaban cierta preponderancia sobre Jesús. Era una secta baptista que tuvo cierta fuerza, sobre todo en el s. II (d.C.). De esta manera tendremos un prólogo lleno de fuerza y de lógica.

A) DIOS Y EL VERBO (vv. 1-5): Es la primera enseñanza de este himno. Quizás el prólogo nació en la celebración del culto. Sería como una especie de credo de la comunidad en la que vive Juan. Dios y su Palabra. Verbo = PALABRA. Esta expresión de Logos no tiene sus raíces en la filosofía griega, sino que es eminentemente bíblica. En la Biblia, en el AT, se dice que las divinidades paganas no hablan: *tienen boca, pero no hablan” (Salmo 115, 5). El Dios de la Biblia es el único que habla, que se expresa en el mundos. No está todavía personificada esta Palabra, pero se nota que Dios da vida al mundo por su PALABRA. Posteriormente, en una imagen semejante, casi se personifica esta fuerza de Dios bajo el nombre de SABIDURÍA. La Sabiduría es la que ha creado *con” Dios todas las cosas (Cf. Prov 3,19ss; 8, 22-31; 14,31;17,5). De todas formas, ni la Palabra, ni la SABIDURÍA se identifican plenamente con Dios en el AT. ¿Cuál es la novedad de Juan? Pues que la identifica con Dios, “estaba en Dios”. La personaliza. No es solamente una comparación, sino que la PALABRA (El Verbo o el Logos) es Dios mismo. Hay una relación entre Dios y la Palabra. Dios no está cerrado en Él mismo, sino que se pluraliza. Es una riqueza de Dios. Y, además, esta Palabra es creadora, como en el AT. Vemos que la fuente de inspiración de Juan es el AT y no la filosofía griega (v.3). La Palabra es la riqueza de Dios y del mundo (vv. 4 y 5). Es la vida y la vida es la luz de los hombres. Luego la Palabra de Dios es la fuente del mundo, toda la vida procede de Él y esa vida es la luz que los hombres han perdido. En este primer asomo al misterio de Dios en el himno de Juan, se revela una cosa fundamental. Es una idea revolucionaria para los judíos, que solamente eran monoteístas. Dios es más rico todavía. Dios es una pluralidad en la unidad. La Palabra es ALGUIEN esencial es Dios y para el mundo.

B) SOBRE LA ENCARNACIÓN (vv. 9.10.11.14 y 18): En estos versos se encierra todo el evangelio de Juan: la teología de la Encarnación. ¿Qué es esto? Es la reflexión que Juan ha hecho sobre Cristo. Se parte de un principio: Cristo-Jesús es la Palabra de Dios. Dios no se ha quedado en el cielo, sino que se ha hecho hombre y ha venido al mundo. Nosotros creemos en el Dios más humano que se ha podido imaginar en toda la historia de la religiones. La Palabra ha venido a “lo suyo”, a lo que había creado. Pero lo suyo no la ha recibido. Este es el drama de la Encarnación: la lucha entre la luz y las tinieblas que recorre todo el cuarto evangelio. El v. 14 tiene una enseñanza que puede rezar así: La palabra no solamente se ha hecho carne, “sarx”, debilidad, sino que se ha introducido en el misterio del pecado del mundo. Este es el sentido exacto y radicalmente fuerte. Se ha encarnado y ha tomado nuestros pecados. Es la idea más bella y original de nuestro misterio cristiano. Para un griego era impensable, ya que despreciaban el cuerpo. Lo mismo que para un judío, que no concebía que Dios se pudiera llegar a la impureza de los hombres. (Qué misterio y qué fuerza!. Y lo curioso es que, en la carne, los hombres que lo han acogido han podido ver la gloria de Dios. La gloria (kabod) era para los judíos como el poder de Dios. En el AT los judíos tenían que taparse la cara para no ver el resplandor de la gloria de Dios (v.g. en el Sinaí; o el profeta Isaías en el momento de su vocación). El v. 18 nos explica más: Dios se ha revelado por el Hijo y el Hijo es la Palabra, porque a Dios nadie lo ha visto jamás. Aunque esto es judío, se da un paso, porque nosotros lo podemos conocer por Jesús, que es el Hijo. Nosotros sólo podemos conocer a Dios por Jesús que nos lo ha revelado, ya que Jesús es el Hijo y el Hijo es la Palabra y la Palabra estaba desde el principio en Dios y Él mismo es Dios. Desde ahora, los cristianos hemos de saber que, para conocer a Dios, primero hemos de conocer a Jesús: cómo vive y cómo actúa. Ser cristiano es reconocer, en el acontecimiento histórico de Jesús, en este hombre de nuestra carne, tan próximo, tan fraternal, el rostro, la Palabra y la gloria de Dios: *quien me ha visto a mi ha visto al Padre”

C) SOBRE LA FE: (vv. 12.13.16.17): Todo esto que hemos expuesto no puede ser entendido sino por la fe. Deberíamos dejar el prólogo para el final del año litúrgico, porque después de conocer a Jesús y haber escuchado su palabra, nosotros nos decidimos por Él y creemos en Dios. Pero se ha de asumir el riesgo de la fe y aceptar así a Jesús y a Dios, de primeras. También porque, a pesar de todo, la fe es un don de Dios y debemos pedirle a Él que nos la dé y nos la fortalezca. Pero la fe en estos versos no se nos presenta en forma de creencia en verdades, sino en forma de vida: porque nos hace hijos de Dios. Es un tema que recorre todo el Evangelio de Juan.

Fuente:https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/25-12-2022/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/