Sabiduría y Esperanza Mt 25,1-13 (TOA32-23)

“Radiante e inmarcesible es la sabiduría… Quien vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones” (Sab 6,12.14.16). Este poema pregona la belleza de la sabiduría. Pero, al mismo tiempo, nos advierte que es preciso mantenerse en vela para conseguirla. 

La sabiduría es el primero de los dones de Dios. Sería una necedad ignorarla. O distraerse con otros intereses que no nacen de ella ni llevan a encontrarla. Es preciso mantenerse despiertos y apetecerla y buscarla como el mayor valor de la vida.

La liturgia de este domingo nos dice que la sabiduría se identifica con el mismo Dios. Con el salmo responsorial manifestamos la sed  que  nos impulsa a buscarlo: “Oh, Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti” (Sal 62,2).

Algunos dirán que esa sed de Dios nos aliena y nos lleva a olvidar la realidad. No es cierto. Nuestra esperanza solo en Dios encuentra su plenitud. San Pablo escribe que quien ha creído en la resurrección de Jesucristo estará siempre con el Señor (1Tes 4,17).

LA VIGILANCIA

Todos podemos vernos reflejados en la parábola de las diez doncellas invitadas a la celebración de una boda (Mt 25,1-13).

• Todas ellas han sido convocadas para iluminar con sus lámparas el cortejo que ha de recibir al esposo. Sin embargo, algo ha hecho que la espera sea demasiado larga. No es extraño que todas esas jóvenes se queden adormiladas. 

• Pero de pronto las despierta una voz que anuncia la llegada del esposo. Cinco de las jóvenes ven que sus lámparas están para apagarse. Solo entonces se dan cuenta de que han olvidado proveerse de suficiente aceite.  

• Las otras cinco doncellas han tomado aceite para alimentar sus lámparas. Evidentemente estas han sido más prudentes y previsoras. Pero las otras cinco pueden ser calificadas como necias o descuidadas.

La parábola nos enseña que la esperanza no puede subsistir cuando se vive en la pasividad y la imprudencia. La virtud de la esperanza exige vigilancia y atención.   

EL ENCUENTRO

No es lo mismo creer algo que creer en alguien. No es lo mismo aguardar algo que esperar a alguien. El evangelio presenta a diez jóvenes que esperan la llegada del esposo a la fiesta de su boda.  Es interesante el breve diálogo y la exhortación que contiene el texto.  


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