La sabiduría y el seguimiento Mc 10,17-30 (TOB28-24)

“Supliqué y me fue dada la prudencia. Invoqué y vino a  mí el espíritu de sabiduría” (Sab 7,7).  El texto bíblico compara a la sabiduría con la búsqueda del poder, con el ansia de riquezas y con el deseo de salud y de belleza.  

Son apetencias que a todos nos interesan, de una forma o de otra. Pero por encima de todas ellas se afirma la importancia de la sabiduría. Solo ella es duradera. 

Con razón, nosotros podemos repetir con el salmo responsorial: “Sácianos de tu  misericordia, Señor, y estaremos alegres” (Sal 89).

Subrayando el valor de lo que realmente cuenta en la vida, en la carta a los Hebreos se proclama que la palabra de Dios juzga los deseos y las intenciones del corazón (Heb 4,12-13).

LA VIDA ETERNA Y LA TEMPORAL 

El texto del evangelio nos presenta a un personaje anónimo que se acerca a Jesús con el deseo de heredar la vida eterna (Mc 10,17-30). Es como la parábola de tres fracasos que marcan su existencia: el de la riqueza, el de la bondad y el del amor. 

• Este personaje “era muy rico”. Pero Jesús le sugiere que no es tan rico como parece. “Una cosa te falta”. Tiene todo, pero le falta el tesoro del desprendimiento.  

• Es un judío que ha cumplido los mandamientos. Es cierto que desea practicar la bondad, pero no se decide a seguir a Jesús, que es el modelo definitivo de la bondad. 

• Jesús lo miró con cariño, pero él no percibió el amor que reflejaba aquella mirada del Maestro. Pretendía alcanzar la vida eterna, pero lo atrapaba la vida temporal.  

 En ese  mismo contexto, Jesús afirma que quien pone su confianza en las riquezas tendrá una gran dificultad para admitir a Dios como su rey. En realidad,  “no se puede servir a Dios y al dinero”.

LA VERDADERA LIBERTAD 

Simón Pedro asegura que los discípulos ya han decidido seguir a Jesús: “Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Es verdad, pero el Maestro aprovecha la ocasión para ofrecer una lección definitva. 

• “Quien deje todo por mí, recibirá en este tiempo cien veces más, con persecuciones”. Los bienes más importantes no son los tesoros materiales, sino el amor al bien y a la verdad. Quien pretende seguir al Señor ha de aprender el valor del desprendimiento. Y ha de recordar que, junto a los bienes prometidos por el Señor, entra también la persecución. 

• “Y recibirá vida eterna en la edad futura”. El relato evangélico termina como empezó. La vida definitiva que buscaba aquel rico personaje no queda asegurada por sus riquezas. Y tampoco por el cumplimiento fiel de los mandamientos de la Ley. Solo puede llegar a esa vida sin ocaso quien sigue de corazón al que es la Vida verdadera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario