La viña y los hijos Mt 21,28-32 (TOA26-14)

“Cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo, y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá”  (Ez 18,27-28). Las gentes murmuran contra Dios atribuyéndole un proceder injusto. Y el mismo Dios responde por medio del profeta Ezequiel, El malvado muere por su propia maldad. Pero alcanza la vida si se convierte.
Al leer estas palabras del profeta, pensamos en nosotros mismos y en nuestros vecinos. Alguien dice que está a punto de perder la fe en Dios a causa de los problemas que se le han echado encima. Pero a veces basta un breve análisis de la situación para comprobar que esos problemas han brotado de las decisiones equivocadas y hasta pecaminosas que él ha tomado.
Al ser humano le cuesta mucho hacerse responsable de sus propias acciones y omisiones. Le resulta más fácil atribuirse a sí mismo sus logros y culpar a Dios de sus desgracias. Somos injustos. O tal vez, demasiado infantiles.    

LOS DOS HIJOS

 El evangelio que hoy se proclama recoge otra parábola de Jesús que nos evoca el mundo de las viñas y las faenas de la vendimia (Mt 21,28-32). Un  propietario tiene dos hijos. A los dos los invita a ir a trabajar a la viña. El relato juega con la diferencia entre la respuesta de los hijos y su comportamiento ulterior.
 El primer hijo rechaza bruscamente la orden de su padre. El tajante “no quiero”, con que responde a su deseo nos recuerda los modales y la aparente apostasía de una gran parte de nuestros contemporáneos. Pero el hijo se arrepiente de lo dicho y se va a trabajar a la viña, O por respeto y amor a su padre o porque comprende que la viña también le pertenece a él.
El segundo hijo se muestra obediente y obsequioso al responder: “Voy, señor”. Pero luego no va a trabajar a la viña. El texto no nos dice que haya desobedecido por despecho o por maldad. Tal vez se quedó solamente entretenido en sus ocupaciones y distracciones habituales. Habría que ver si esa no es también la actitud de muchos creyentes de hoy. 

LOS BUENOS Y LOS MALOS

El evangelio sugiere que Jesús trata de contraponer dos actitudes ante el mensaje de Dios. Dos actitudes que se repiten a lo largo de los siglos.  
• Los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, a los que se dirige, parecían en principio más cercanos a la palabra de Dios. Eran oficialmente un modelo social y religioso. Pero no aceptaron la invitación a la santidad y a la justicia que les dirigía Juan Bautista.
• Los publicanos y las prostitutas eran ciertamente marginados sociales. Eran considerados como la imagen misma del pecado. Parecían ignorar la voluntad de Dios, pero escucharon al Bautista y se convirtieron. Y eso es lo importante a los ojos del Maestro.
 La parábola habla del hombre. Nos pregunta dónde ponemos nuestros intereses a la hora de escuchar a Dios. Y nos recuerda el valor de la conversión. Pero la parábola nos habla, sobre todo, de Dios. Él no espera de nosotros tan solo buenas palabras. Espera la seriedad de nuestro compromiso. Y esa conversión que conduce a la vida, como decía el profeta Ezequiel.

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