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Una sola carne Mc 10,2-16 (TOB27-24)

  “Serán los dos una sola carne”. En estas palabras, que reflejan el proyecto de Dios sobre el matrimoniose nos ofrecen al menos tres notas sobre la la intimidad sexual, como el lenguaje que refleja y mantiene el amor conyugal:

• La sexualidad humana ha sido querida por Dios como signo de la mutua donación de los esposos (Gén 2,21). La mujer es creada durante un sueño, que es el espacio de las revelaciones divinas. El "tú" de la persona del otro sexo refleja el  mismo Tú de Dios. 

• La sexualidad humana señala la diferencia entre los seres humanos y los demás vivientes. Solo ante la mujer, puede Adán salir de su soledad y encontrar una ayuda que nunca le pueden proporcionar los demás seres de la creación (Gén 2,18.22).

• La sexualidad humana significa esa igualdad entre las personas que se expresa por el mismo origen material, por la semejanza del nombre del varón y la mujer  y por la identidad de su destino: "serán una sola carne", en la unidad de la vida  (Gén 2,23-24). 

SENTIMIENTO Y COMPROMISO

Andando los tiempos, los fariseos preguntan a Jesús si es lícito a un hombre divorciarse de su mujer (Mt 10,2-16). En el relato podemos observar tres datos:  

• Los fariseos parecen interesados solo por el aspecto legal. Les importa estar bien con la ley. Reducen la relación entre los esposos a un asunto de licitud. Pero Jesús se coloca en el terreno de la verdadera relación con Dios y con la otra persona. 

• Los fariseos consideran el “acta de repudio” como un derecho del varón, cuando era un deber para que la mujer pudiera volver a contraer matrimonio, sin quedar reducida a la marginalidad y a la pobreza.

• Los fariseos se colocan en el punto de vista del esposo. Jesús les invita a redescubrir el proyecto de Dios. El amor no es solo un sentimiento: es un compromiso. Un camino  de gozos y esperanzas, de proyectos y de pruebas, de fidelidad y de perdón.

ALENTAR EN LA PRUEBA

 “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”. Con esta frase Jesús parece recoger un proverbio sobre la seriedad de las alianzas humanas. Y nos ofrece un lema de vida, un motivo para la gratitud y una llamada al compromiso.

• “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”. Los que siguen a Jesús están llamados a descubrir el proyecto de Dios. Saben que Dios es amor. Y Dios es fiel. De Dios viene el amor que aspire a mantener la entrega total de los esposos.   

• “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”. Los cristianos han de preguntarse si su matrimonio ha sido realmente unido por Dios. Si es así, verán también la mano de Dios en la continuidad de su amor y le darán gracias por ello. 

La ruptura del amor no es evangélica Mc 10,2-16 (TOB27-24)

1. El evangelio de hoy nos muestra una disputa, la del divorcio, tal como se configuraba en el judaísmo del tiempo de Jesús. La interpretación de Dt 24,1, base de la discusión, era lo que tenía divididas a las dos escuelas rabínicas de la época; una más permisiva (Hillel) y otra más estricta (Shamay). Para unos cualquier cosa podía ser justificación para repudiar, para otros la cuestión debería ser más sopesada. Pero al final, alguien salía vencedor de esa situación. Naturalmente el hombre, el fuerte, el poderoso, el que hacía e interpretaba las leyes.

2. Pero a Jesús no se le está preguntando por las causas del repudio que llevaba a efecto el hombre contra la mujer, o por lo menos desvía el asunto a lo más importante. Recurrirá a la misma Torah (ley) para poner en evidencia lo que los hombres inventan y justifican desde sus intereses, y se apoya en el relato del Génesis de la primera lectura. Dios no ha creado al hombre y a la mujer para otra cosa que para la felicidad. ¿Cómo, pues, justificar el desamor? ¿Por la Ley misma? ¿En nombre de Dios? ¡De ninguna manera!

3. Por ello, todas las leyes y tradiciones que consagran las rupturas del desamor responden a los intereses humanos, a la dureza del corazón; por lo mismo, el texto de Dt 24,1 también. Jesús aparece como radical, pero precisamente para defender al ser inferior, en este caso a la mujer, que no tenía posibilidad de repudio, ni de separación o divorcio. Como la mujer encontrada en adulterio que no tiene más defensa que el mismo Jesús (Jn 8,1ss). Jesús hace una interpretación profética del amor matrimonial partiendo de la creación, que todos hemos estropeado con nuestros intereses, división de clases y de sexo. Y es que el garante de la felicidad y del amor es el mismo Creador, quiere decirnos Jesús.