Artículo de ABC sobre el evento.
NOVIEMBRE: Personajes bíblicos, fin del Año Litúrgico, fichas, manualidades, actividades, libros, humor, juegos, cómics, resúmenes, fichas, lecturas, videoclips, música... ***Si bien los materiales propios del blog están protegidos, su utilización ES LIBRE (aunque en ningún caso con fines lucrativos o comerciales) siempre que se conserve el diseño integral de las fichas o de las actividades así como la autoría o autorías compartidas expresadas en las mismas.
Los 10 mandamientos de las vacaciones cristianas
Primer Mandamiento: También en los meses de calor amarás al Señor tu Dios cálidamente, sobre todo las cosas, incluyéndote a ti mismo.
Segundo Mandamiento: No tomarás vanamente el nombre de Dios, quejándote de las incomodidades del termómetro en baja o en alza, o por la moda o las costumbres, siempre pasajeras.
Tercer Mandamiento: Pondrás especial cariño y cuidado en santificar las fiestas en este tiempo de trabajo menor, procurando programarte unas vacaciones con Dios, en el clima suave del amor suyo.
Cuarto Mandamiento: Aprovecharás la temporada estival para reforzar los lazos familiares, quizás más relajados o más en tensión durante el resto del año.
Quinto Mandamiento: No matarás el tiempo, sino que tu merecido descanso será más cambio de actividad que aburrimiento malsano y atrofiante.
Sexto Mandamiento: También en vacaciones, el sexto precepto del decálogo nos llamar a vivir la sexualidad y la castidad según los distintos estados de la vida y según la ley de Dios y de su Iglesia.
Séptimo Mandamiento: No robarás un verano inmerecido, ni abusarás de los dones de la naturaleza en contra de Dios, su único dueño.
Octavo Mandamiento: Cuidarás especialmente de la lengua durante las vacaciones, evitando el chismorreo, la crítica fácil y la calumnia, siempre más peligrosas que una tormenta de verano.
Noveno Mandamiento: También en vacaciones, guarda la pureza del corazón, del cuerpo, de la mente, de la imaginación, de los pensamientos y de los deseos.
Décimo Mandamiento: No desearás vacaciones desproporcionadas, pero procurarás tener lo que merecéis tú y tu familia, sin olvidar a los que este año tampoco podrán veranear.
Segundo Mandamiento: No tomarás vanamente el nombre de Dios, quejándote de las incomodidades del termómetro en baja o en alza, o por la moda o las costumbres, siempre pasajeras.
Tercer Mandamiento: Pondrás especial cariño y cuidado en santificar las fiestas en este tiempo de trabajo menor, procurando programarte unas vacaciones con Dios, en el clima suave del amor suyo.
Cuarto Mandamiento: Aprovecharás la temporada estival para reforzar los lazos familiares, quizás más relajados o más en tensión durante el resto del año.
Quinto Mandamiento: No matarás el tiempo, sino que tu merecido descanso será más cambio de actividad que aburrimiento malsano y atrofiante.
Sexto Mandamiento: También en vacaciones, el sexto precepto del decálogo nos llamar a vivir la sexualidad y la castidad según los distintos estados de la vida y según la ley de Dios y de su Iglesia.
Séptimo Mandamiento: No robarás un verano inmerecido, ni abusarás de los dones de la naturaleza en contra de Dios, su único dueño.
Octavo Mandamiento: Cuidarás especialmente de la lengua durante las vacaciones, evitando el chismorreo, la crítica fácil y la calumnia, siempre más peligrosas que una tormenta de verano.
Noveno Mandamiento: También en vacaciones, guarda la pureza del corazón, del cuerpo, de la mente, de la imaginación, de los pensamientos y de los deseos.
Décimo Mandamiento: No desearás vacaciones desproporcionadas, pero procurarás tener lo que merecéis tú y tu familia, sin olvidar a los que este año tampoco podrán veranear.
(cf. Ecclesia Digital)
¿Cómo vivir en vacaciones?
1.- Busca tiempo para leer. Es una manera de perfeccionarte con el saber de los demás.
2.- Busca tiempo para rezar. Es el modo de entrar en contacto con Dios y expresarle tu amor.
3.- Busca tiempo para meditar. Es un ejercicio necesario para llegar a la profundidad de tu corazón.
4.- Busca tiempo para dialogar. Es la acción más noble del ser humano a través de la cual uno escucha y habla, reciba y da; y así crece y se consolida la amistad.
5.- Busca tiempo para observar a los demás. Es una atitud que te enseñará mucho y te ayudará a imitar lo positivo de los otros y a evitar sus defectos.
6.- Busca tiempo para contemplar la naturaleza. Es el arte de Dios, donde El se ha manifestado en toda su belleza.
7.- Busca tiempo para también trabajar, hacer algo, diligentemente. Es el precio que has de pagar por realizarte a ti mismo, ser útil a los demás y construir una sociedad más justa y humana.
8.- Busca tiempo para viajar. Es una actividad que enriquece en gran manera, porque entras en contacto con gentes y culturas diversas que te pueden complementar.
9.- Busca tiempo para evaluarte a ti mismo. Es un momento propicio para hacer balance, de decidir con energía lo bueno que debes potenciar y lo malo que debes corregir.
10.- Busca tiempo para amar. Es la esencia de la vida, que brinda al ser humano sentido y felicidad.
2.- Busca tiempo para rezar. Es el modo de entrar en contacto con Dios y expresarle tu amor.
3.- Busca tiempo para meditar. Es un ejercicio necesario para llegar a la profundidad de tu corazón.
4.- Busca tiempo para dialogar. Es la acción más noble del ser humano a través de la cual uno escucha y habla, reciba y da; y así crece y se consolida la amistad.
5.- Busca tiempo para observar a los demás. Es una atitud que te enseñará mucho y te ayudará a imitar lo positivo de los otros y a evitar sus defectos.
6.- Busca tiempo para contemplar la naturaleza. Es el arte de Dios, donde El se ha manifestado en toda su belleza.
7.- Busca tiempo para también trabajar, hacer algo, diligentemente. Es el precio que has de pagar por realizarte a ti mismo, ser útil a los demás y construir una sociedad más justa y humana.
8.- Busca tiempo para viajar. Es una actividad que enriquece en gran manera, porque entras en contacto con gentes y culturas diversas que te pueden complementar.
9.- Busca tiempo para evaluarte a ti mismo. Es un momento propicio para hacer balance, de decidir con energía lo bueno que debes potenciar y lo malo que debes corregir.
10.- Busca tiempo para amar. Es la esencia de la vida, que brinda al ser humano sentido y felicidad.
Pío XII y los judíos salvados
Interesante artículo el que publica hoy ABC bajo el título "El embajador israelí admite que Pío XII salvo a miles de judíos" durante la II Guerra Mundial.
El Corpus y su protocolo
Un artículo con algunos datos interesantes y que nos adentra en cómo se vive el Corpus más antiguo de España en la ciudad de Toledo.
Las lecturas del Corpus
Del maná del desierto al pan entregado para todos. Un recorrido por la Palabra de Dios que nos une al Señor Eucaristía. Si quieres adentrarte sólo tienes que decir SÍ
Pensar con la Trinidad (con J-R Flecha)
TRES VALORES
En esta fiesta de la Trinidad de Dios se recuerdan y proclaman unas palabras que el evangelio de Juan pone en labios de Jesús cuando habla con Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Único, para que no perezca ninguno de los que creen en el, sino que tengan vida eterna” (Jn 3, 16). Tres valores se anuncian en el texto.
• El valor del amor. Es un don gratuito e inmerecido que Dios ofrece al mundo, es decir a la entera familia humana. Dios no nos ha amado por ser nobles o buenos. Podemos llegar a serlo precisamente porque Él nos ha amado previamente.
• El valor de la fe. Es nuestra respuesta agradecida a ese diálogo por el que Dios nos ofrece su amor. Creer no es sólo afirmar unas verdades. Creer es aceptar a Jesús como Señor y Salvador que ha entregado su vida por nosotros.
• El valor de la vida. Es este el resultado de ese diálogo de amor y de fe. La vida verdadera, la vida definitiva no es fruto del esfuerzo humano. Es la donación del Dios viviente que nos incorpora a su propia vida.
Tres valores que nos definen como cristianos, tres valores que orientan nuestra peregrinación por el mundo y tres valores que estamos dispuestos a testimoniar cada día.
PERSONA Y COMUNIDAD
En la segunda lectura de hoy se recoge una bendición que san Pablo escribe a los Corintios: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros”.
• El amor del Padre que eligió, liberó y perdonó a Israel ha sido derramado sobre nosotros como prenda de elección, liberación y perdón.
• La gracia y la verdad nos han sido dadas por Jesucristo, que nos ha llamado amigos y nos ha invitado a seguirle por el camino.
• La comunión del Espíritu nos libera de la dispersión y del egoísmo narcisista para reunirnos en una comunidad de vida y de esperanzas compartidas.
En esta fiesta de la Trinidad Santa de Dios meditamos esta bendición. Agradecemos la revelación de Dios. Y tratamos de anunciar la dignidad de cada persona y el gozo de participar de la fraternidad comunitaria.
En esta fiesta de la Trinidad de Dios se recuerdan y proclaman unas palabras que el evangelio de Juan pone en labios de Jesús cuando habla con Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Único, para que no perezca ninguno de los que creen en el, sino que tengan vida eterna” (Jn 3, 16). Tres valores se anuncian en el texto.
• El valor del amor. Es un don gratuito e inmerecido que Dios ofrece al mundo, es decir a la entera familia humana. Dios no nos ha amado por ser nobles o buenos. Podemos llegar a serlo precisamente porque Él nos ha amado previamente.
• El valor de la fe. Es nuestra respuesta agradecida a ese diálogo por el que Dios nos ofrece su amor. Creer no es sólo afirmar unas verdades. Creer es aceptar a Jesús como Señor y Salvador que ha entregado su vida por nosotros.
• El valor de la vida. Es este el resultado de ese diálogo de amor y de fe. La vida verdadera, la vida definitiva no es fruto del esfuerzo humano. Es la donación del Dios viviente que nos incorpora a su propia vida.
Tres valores que nos definen como cristianos, tres valores que orientan nuestra peregrinación por el mundo y tres valores que estamos dispuestos a testimoniar cada día.
PERSONA Y COMUNIDAD
En la segunda lectura de hoy se recoge una bendición que san Pablo escribe a los Corintios: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros”.
• El amor del Padre que eligió, liberó y perdonó a Israel ha sido derramado sobre nosotros como prenda de elección, liberación y perdón.
• La gracia y la verdad nos han sido dadas por Jesucristo, que nos ha llamado amigos y nos ha invitado a seguirle por el camino.
• La comunión del Espíritu nos libera de la dispersión y del egoísmo narcisista para reunirnos en una comunidad de vida y de esperanzas compartidas.
En esta fiesta de la Trinidad Santa de Dios meditamos esta bendición. Agradecemos la revelación de Dios. Y tratamos de anunciar la dignidad de cada persona y el gozo de participar de la fraternidad comunitaria.
Ver un cuadro: Trinidad de El Greco
La Trinidad es un cuadro pintado por El Greco (Domenikos Theotokopoulos, 1541-1614). Este óleo sobre tela mide 300 centímetros de alto y 179 cm de ancho, y fue ejecutado entre 1577 y 1580, siendo uno de los nueve lienzos que realizó para el monasterio de Santo Domingo de Silos (el Antiguo), en Toledo. Actualmente se encuentra en el Museo del Prado de Madrid, España.
Se representa la escena en la que Dios Padre sostiene el cuerpo de su hijo Jesucristo muerto. Sobre ellos el Espíritu Santo representado en forma de paloma. Alrededor de estas tres personas de la Trinidad, aparecen ángeles en diversas posturas, algunos de ellos con expresiones dramáticas en los rostros.
La influencia más marcada en esta obra procede de Miguel Ángel en el modelado de la anatomía de las figuras amplias y escultóricas; aunque el cromatismo nos recuerda también a Tintoretto.
Se representa la escena en la que Dios Padre sostiene el cuerpo de su hijo Jesucristo muerto. Sobre ellos el Espíritu Santo representado en forma de paloma. Alrededor de estas tres personas de la Trinidad, aparecen ángeles en diversas posturas, algunos de ellos con expresiones dramáticas en los rostros.
La influencia más marcada en esta obra procede de Miguel Ángel en el modelado de la anatomía de las figuras amplias y escultóricas; aunque el cromatismo nos recuerda también a Tintoretto.
En el cromatismo predominan los tonos fríos (malva, naranja, azul y verde), con aislados toques cálidos que aportan vitalidad a la escena.
El canon de belleza clásico, donde la cabeza es la séptima parte del cuerpo, es aumentado por el cretense, siendo sus figuras muy alargadas. Aquí lo apreciamos en el enorme cuerpo de Cristo y en el ángel, que está de espaldas introduciéndonos en la escena, un recurso muy manierista. El eje de simetría en el que siempre se colocan los tres miembros de la Trinidad está roto al salirse de él la cabeza de Dios Padre, de modo que la composición se organiza a través de líneas zigzagueantes que se continúan en las piernas de Jesús.
Trinidad y II concilio Constantinopla (año 553)
Durante muchos siglos la Iglesia ha aprobado diversas aclaraciones sobre la teología cristiana en los concilios. La Trinidad ya afirmada como Padre, Hijo y Espíritu Santo frente a herejías que no aceptaban como tal, encuentra una DEFINICIÓN en forma de anatema en el II concilio de Constantinopla del año 553. El anatema o formulación que rechaza lo contrario de lo que el canon recoge de dicho concilio queda explicitado de la siguiente forma:
Can. 1. Si alguno no confiesa una sola naturaleza o sustancia del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y una sola virtud y potestad, Trinidad consustancial, una sola divinidad, adorada en tres hipóstasis o personas; ese tal sea anatema. Porque uno solo es Dios y Padre, de quien todo; y un solo Señor Jesucristo, por quien todo; y un solo Espíritu Santo, en quien todo.
Benedicto XVI y los profesores de religión católica
Gracias al trabajo de dos blogs amigos (profesoradodereligion y profedereli) os enlazo para vuestra reflexión como docentes especialistas en religión Católica el discurso (IR) que el papa Benedicto XVI dirigió a profesores de religión el 25 de abril de 2009. Aquí ofrezco un aperitivo sabroso:
"...gracias a la enseñanza de la religión católica, la escuela y la sociedad se enriquecen con verdaderos laboratorios de cultura y de humanidad, en los cuales, descifrando la aportación significativa del cristianismo, se capacita a la persona para descubrir el bien y para crecer en la responsabilidad; para buscar el intercambio, afinar el sentido crítico y aprovechar los dones del pasado a fin de comprender mejor el presente y proyectarse conscientemente hacia el futuro."
De vuelta a lo Ordinario
Este año se necesitará más fuerza para no sucumbir en la larga etapa, con la que da comienzo el “Tiempo Ordinario”, al carecer no sólo del alivio externo de las luces de colores y del clima festivo, sino de trabajo estable, economía suficiente, convivencia pacífica, estabilidad familia, posible quiebra de la salud...
Sin embargo, éste es tiempo propicio para constatar la hondura de los cimientos de la casa, y la profundidad de las raíces del árbol de la propia existencia. Es el tiempo de descubrir si hemos cimentado sobre roca o sobre arena, y si estamos junto a la corriente del manantial, o en secano.
...es el momento de descubrir la estabilidad emocional, la madurez personal, la fortaleza de espíritu, que provienen de la dimensión trascendente que concede la fe.
No es momento de moralismo, ni de dar consejos desde la mesa de escribir a quienes viven en la intemperie de sí mismos. Pero es de amigos compartir la experiencia que pueda ayudar, ofrecer la palabra sincera, el gesto solidario, dar la seguridad del recuerdo afectivo.
Estamos en el momento propicio de hacernos encontradizos con quienes puedan necesitar una presencia compasiva. Es la ocasión de orar con más fuerza por la unión y comunión de los cristianos. Es tiempo responsable para acrisolar la fidelidad doméstica, la ayuda mutua, y de saber lo que influye el estímulo amigo.
Que no sea por ti por quien el otro decaiga en su esperanza, o merme su ilusión en la entrega o caiga en la desgana y apatía.
Tiempo Ordinario, tiempo de comenzar la tarea, de renovar el proyecto, como quienes saben que el bien hacer tiene efectos difusivos de estabilidad y de esperanza.Ya no se llaman tiempos fuertes el Adviento, la Cuaresma y la Pascua, en comparación con el Tiempo Ordinario, como si éste fuera tiempo menor, cuando es el más largo.
Feliz y próspero Tiempo Ordinario
(Extracto del artículo de Ángel de Buenafuente publicado en la web periodista digital el pasado enero)
Sin embargo, éste es tiempo propicio para constatar la hondura de los cimientos de la casa, y la profundidad de las raíces del árbol de la propia existencia. Es el tiempo de descubrir si hemos cimentado sobre roca o sobre arena, y si estamos junto a la corriente del manantial, o en secano.
...es el momento de descubrir la estabilidad emocional, la madurez personal, la fortaleza de espíritu, que provienen de la dimensión trascendente que concede la fe.
No es momento de moralismo, ni de dar consejos desde la mesa de escribir a quienes viven en la intemperie de sí mismos. Pero es de amigos compartir la experiencia que pueda ayudar, ofrecer la palabra sincera, el gesto solidario, dar la seguridad del recuerdo afectivo.
Estamos en el momento propicio de hacernos encontradizos con quienes puedan necesitar una presencia compasiva. Es la ocasión de orar con más fuerza por la unión y comunión de los cristianos. Es tiempo responsable para acrisolar la fidelidad doméstica, la ayuda mutua, y de saber lo que influye el estímulo amigo.
Que no sea por ti por quien el otro decaiga en su esperanza, o merme su ilusión en la entrega o caiga en la desgana y apatía.
Tiempo Ordinario, tiempo de comenzar la tarea, de renovar el proyecto, como quienes saben que el bien hacer tiene efectos difusivos de estabilidad y de esperanza.Ya no se llaman tiempos fuertes el Adviento, la Cuaresma y la Pascua, en comparación con el Tiempo Ordinario, como si éste fuera tiempo menor, cuando es el más largo.
Feliz y próspero Tiempo Ordinario
(Extracto del artículo de Ángel de Buenafuente publicado en la web periodista digital el pasado enero)
Espíritu de la verdad y del Amor (por J-R Flecha)
“Cuando estábamos con Él no nos hacía falta fe para creer lo que veíamos. Cuando estuvimos sin Él, la fe se nos escapó como un agua entre los dedos. Pero la Paloma-Halcón tiró de nuestras almas desenvainándolas, y por primera vez nos dimos cuenta de que éramos hombres”.
En los versos apasionados y rotundos de José Luis Martín Descalzo los apóstoles van expresando a borbotones la radical mudanza que en ellos operó el Espíritu de Dios. Antes pensaban, después hacían. Antes imaginaban a Dios como un arrullo de ternura. Después comprendieron que Dios era el arrebato del vértigo.
Hoscos y angulosos, bien plantados están en tierra los apóstoles que colocara Subirachs en la fachada de la basílica de la Virgen del Camino, en León. Sólo María, elevada un tanto sobre ellos, pone serenidad en aquel grupo prendido en la sorpresa. Pero sobre todos ellos flota el fuego. Y a todos ilumina la paloma que forma estrella con las manos de María.
Es Pentecostés. Es el fin de la nostalgia y el alborear de la esperanza. Es el olvido del temor y el amanecer de la osadía. Es Pentecostés. Es la libertad de los pensamientos de la carne y el vuelo de los sueños del espíritu. Es Pentecostés. El cierre de una época de esclavos y el alba de la nueva libertad. Es el nacimiento de la Iglesia.
No hay palabras precisas para contar lo que pasó. La lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles que hoy se proclama (Hech, 2, 1-11) parece dudar en la elección de los signos para expresar aquel arrebato. Un ruido “como” de viento recio. Unas lenguas “como” llamaradas. ¿Quién podrá describir el paso del Espíritu de Dios?
No hay palabras precisas para contar lo que pasó. La lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles que hoy se proclama (Hech, 2, 1-11) parece dudar en la elección de los signos para expresar aquel arrebato. Un ruido “como” de viento recio. Unas lenguas “como” llamaradas. ¿Quién podrá describir el paso del Espíritu de Dios?
Las imágenes que reflejan aquel Pentecostés evocan dos de los elementos cósmicos: el viento y el fuego. Violentos y temidos, ellos nos arrebatan y nos transforman, nos empujan y nos encienden, nos acarician y nos hieren, nos crean y nos destruyen. ¿Quién pensó alguna vez que lo divino podía adormilarnos?
Desconcertados y sorprendidos. Esas son las palabras que se emplean en el texto. Con ellas se retrata a los testigos que de todas las tierras han llegado a Jerusalén. Hablan los galileos, llenos del Espíritu, y los peregrinos los oyen hablar cada uno en su propio idioma. ¿Quién dijo jamás que la fe separaba los pueblos y las culturas?
Cuando los hombres tratan de auparse como si fueran dioses, la algarabía se hace incomprensible. Sólo cuando prestan atención al paso del Espíritu pueden aprender el lenguaje del amor. Babel es el desconcierto. Pentecostés es la armonía recobrada. ¿Quién dijo que proclamar las maravillas de Dios podía enfrentar a los humanos?
LA NUEVA CREACIÓN
El evangelio de esta fiesta nos lleva al día primero, en que el Señor rompió las ataduras de la muerte. Es el anochecer y el miedo encierra a los discípulos que hace dos días lo abandonaron y huyeron. Pero de pronto aparece el Señor y su aliento y su mensaje serán para siempre inolvidables:
• “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Pentecostés es ya la fiesta del envío. La palabra del Señor se abre a horizontes de universalidad. No puede quedar encerrada por el miedo ni por el orgullo de una secta.
• “Recibid el Espíritu Santo”. Pentecostés es la fiesta de la nueva creación, puesto que ya en la primera, el espíritu se cernía sobre las aguas primordiales. Es la fiesta de la nueva creación, que nos hace hermanos del nuevo Adán, modelo definitivo del hombre y de lo humano.
• “Perdonad y retened pecados”. Pentecostés es la fiesta que revela la misericordia compasiva de Dios. La fiesta que muestra la mediación de la Iglesia en el perdón de los pecados. La fiesta que recuerda que la libertad puede cerrarse al don del perdón y de la gracia.
LA NUEVA CREACIÓN
El evangelio de esta fiesta nos lleva al día primero, en que el Señor rompió las ataduras de la muerte. Es el anochecer y el miedo encierra a los discípulos que hace dos días lo abandonaron y huyeron. Pero de pronto aparece el Señor y su aliento y su mensaje serán para siempre inolvidables:
• “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Pentecostés es ya la fiesta del envío. La palabra del Señor se abre a horizontes de universalidad. No puede quedar encerrada por el miedo ni por el orgullo de una secta.
• “Recibid el Espíritu Santo”. Pentecostés es la fiesta de la nueva creación, puesto que ya en la primera, el espíritu se cernía sobre las aguas primordiales. Es la fiesta de la nueva creación, que nos hace hermanos del nuevo Adán, modelo definitivo del hombre y de lo humano.
• “Perdonad y retened pecados”. Pentecostés es la fiesta que revela la misericordia compasiva de Dios. La fiesta que muestra la mediación de la Iglesia en el perdón de los pecados. La fiesta que recuerda que la libertad puede cerrarse al don del perdón y de la gracia.
Frutos del Espíritu Santo
Cada DON con su definición
Subió a los cielos (por J-R Flecha)
“No; yo no dejo la tierra. No; yo no olvido a los hombres. Aquí yo he dejado la guerra: arriba están vuestros nombres”. Esos versos de José Luis Blanco Vega nos ayudan a iniciar la oración de la alabanza en la mañana de la solemnidad de la Ascensión del Señor. En ellos escuchamos un eco de la despedida de Jesús.
Efectivamente, su Ascensión a los cielos no significa un desprecio de esta tierra que recorrieron sus pies. Ni un desaire a los hombres a los que consideraba en verdad como sus hermanos y amigos. Él era el primogénito de entre los muertos. Y con él llevaba hasta la gloria eterna de Dios a la humanidad entera, sus gozos y sus lamentos.
Su Ascensión nos invita a mirar a los cielos, sin olvidar las tareas que nos han sido encomendadas en este suelo. El verso nos recuerda que “arriba están nuestros nombres”. Como escribía San Pablo, “nuestra ciudadanía está en los cielos”. Somos peregrinos y exiliados, siempre enganchados por la nostalgia de nuestra patria.
NUESTRO INTERCESOR
En el Credo profesamos nuestra fe en la gloria del Resucitado: “Jesucristo subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso”. Son palabras que repetimos con frecuencia. Pero necesitan una reflexión para que puedan iluminar nuestra vocación de creyentes y nuestra tarea de cada día.
- Los “cielos” son en el pensamiento hebreo una expresión con la que se pretende evitar el nombre sagrado de Dios. Subir a los cielos no significa, por tanto un ascenso a un lugar del espacio estrellado, que, de todas formas quedaría tan lejos de Dios como la superficie de la tierra. Subir a los cielos significa abrirnos el camino hacia Dios. “Sólo Cristo ha podido abrir este acceso al hombre”, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica.
- También el asiento junto a Dios es otra bella imagen. Con ella se indica la dignidad divina de Jesús. Y la intimidad que en la gloria se concede al que se había abajado como un esclavo. “Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías”, como explica el mismo Catecismo. Ahora sabemos que el Señor es igual al Padre en cuanto Dios e intercesor y mediador de todos los que nos gozamos de ser sus hermanos.
EL CONSUELO Y LA FUERZA
En el texto evangélico que hoy se proclama (Mt 28, 12-20) Jesús envía a sus seguidores a hacer discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y a enseñarles a guardar todo lo que él había mandado”. Ésa es nuestra tarea en todo tiempo y en todo lugar.
Pero no estamos solos en esa misión. Jesús se despide diciendo: “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.
• “Yo estoy con vosotros”. Jesús había sido anunciado como el “Emmanuel”, que significa “Dios con nosotros”. A la hora de su despedida quiere dar fe de aquel nombre y de aquella misión. Él es el Dios hecho humano que ha estado y estará para siempre con nosotros.
• “Yo estoy con vosotros”. Está con nosotros en su Palabra, en la asamblea de sus fieles, en el misterio eucarístico del pan y del vino y en la presencia interpelante de los hambrientos y sedientos, y de todos los pobres y marginados.
• “Yo estoy con vosotros”. Él está con nosotros en el consuelo que nos transmite gracias a su Espíritu y en la fuerza con que el mismo Espíritu nos ayuda a dar testimonio de su vida y de su misión en este mundo nuestro.
Efectivamente, su Ascensión a los cielos no significa un desprecio de esta tierra que recorrieron sus pies. Ni un desaire a los hombres a los que consideraba en verdad como sus hermanos y amigos. Él era el primogénito de entre los muertos. Y con él llevaba hasta la gloria eterna de Dios a la humanidad entera, sus gozos y sus lamentos.
Su Ascensión nos invita a mirar a los cielos, sin olvidar las tareas que nos han sido encomendadas en este suelo. El verso nos recuerda que “arriba están nuestros nombres”. Como escribía San Pablo, “nuestra ciudadanía está en los cielos”. Somos peregrinos y exiliados, siempre enganchados por la nostalgia de nuestra patria.
NUESTRO INTERCESOR
En el Credo profesamos nuestra fe en la gloria del Resucitado: “Jesucristo subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso”. Son palabras que repetimos con frecuencia. Pero necesitan una reflexión para que puedan iluminar nuestra vocación de creyentes y nuestra tarea de cada día.
- Los “cielos” son en el pensamiento hebreo una expresión con la que se pretende evitar el nombre sagrado de Dios. Subir a los cielos no significa, por tanto un ascenso a un lugar del espacio estrellado, que, de todas formas quedaría tan lejos de Dios como la superficie de la tierra. Subir a los cielos significa abrirnos el camino hacia Dios. “Sólo Cristo ha podido abrir este acceso al hombre”, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica.
- También el asiento junto a Dios es otra bella imagen. Con ella se indica la dignidad divina de Jesús. Y la intimidad que en la gloria se concede al que se había abajado como un esclavo. “Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías”, como explica el mismo Catecismo. Ahora sabemos que el Señor es igual al Padre en cuanto Dios e intercesor y mediador de todos los que nos gozamos de ser sus hermanos.
EL CONSUELO Y LA FUERZA
En el texto evangélico que hoy se proclama (Mt 28, 12-20) Jesús envía a sus seguidores a hacer discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y a enseñarles a guardar todo lo que él había mandado”. Ésa es nuestra tarea en todo tiempo y en todo lugar.
Pero no estamos solos en esa misión. Jesús se despide diciendo: “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.
• “Yo estoy con vosotros”. Jesús había sido anunciado como el “Emmanuel”, que significa “Dios con nosotros”. A la hora de su despedida quiere dar fe de aquel nombre y de aquella misión. Él es el Dios hecho humano que ha estado y estará para siempre con nosotros.
• “Yo estoy con vosotros”. Está con nosotros en su Palabra, en la asamblea de sus fieles, en el misterio eucarístico del pan y del vino y en la presencia interpelante de los hambrientos y sedientos, y de todos los pobres y marginados.
• “Yo estoy con vosotros”. Él está con nosotros en el consuelo que nos transmite gracias a su Espíritu y en la fuerza con que el mismo Espíritu nos ayuda a dar testimonio de su vida y de su misión en este mundo nuestro.