Los bienes y el bien Lc 12,13-21 (TOC18-16)

“Vanidad de vanidades, todo es vanidad” Esas palabras que abren el libro bíblico del Eclesiastés han entrado en nuestro lenguaje. El mismo Qohélet, al que se atribuyen, nos pregunta a continuación: “¿Qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol?” Ese es el mensaje que hoy se proclama (Ecl 1,2; 2, 21-23).
 Como sabemos, todo el libro es una reiterada reflexión sobre la vaciedad de todos los bienes en los que los seres humanos ponemos nuestra confianza. Nuestros anhelos de felicidad nos llenan de ansiedad cuando no logramos verlos cumplidos. Pero esos mismos deseos nos dejan profundamente insatisfechos cuando se cumplen.
Con razón la carta a los Colosenses nos invita elevar la mirada: “Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios, aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra” (Col 3, 1-2). No despreciamos los bienes de la tierra. Pero los comparamos con el Bien que no engaña.

RICO, PERO NECIO

En el texto evangélico que se leía el domingo pasado (Lc 11,1-13) Jesús nos exhortaba a orar, poniendo nuestra confianza en Dios. En el texto que  hoy se proclama Jesús nos invita a no poner nuestra confianza en los bienes (Lc 12,13-21).  En la parábola que contiene se contraponen los pensamientos del hombre y la sentencia de Dios.
• El hombre es un rico que ha recogido una gran cosecha. Ese fruto del presente le lleva a planear su futuro. Ampliará sus graneros. Por tanto tiene garantizada toda una vida llena de satisfacciones. El rico parece muy “inteligente”. Cree que el tener le asegura el ser.
• Sin embargo, la voz de Dios lo califica como un “necio”. Está equivocado. No puede contar con el futuro, puesto que tampoco el presente le pertenece. Ese mismo día en que sueña su felicidad le van a exigir la vida. Si no tiene asegurado el ser, de poco le va a servir el tener.  
Es evidente que estamos hechos para mirar a horizontes más amplios y lejanos. Los bienes inmediatos no pueden equipararse con el Bien absoluto.

EL VALOR DE LA VIDA

Antes de la parábola, el evangelio pone en boca de Jesús una exhortación y el fundamento en que se apoya:
• “Mirad, guardaos de toda clase de codicia”. Ese es el riesgo del ser humano. Esa es la tentación. Ese es el engaño. La avaricia y la codicia no son señales de la realización de la vida. Al contrario, revelan la pobreza interior y la inseguridad de la persona.
• “Aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”. En realidad, el ansia de poseer bienes manifiesta el error en el que se ha instalado el hombre. Todos los bienes de la tierra no pueden asegurar la vida ni determinar su auténtico valor.

El texto concluye con una breve observación que recuerda la necedad del rico: “Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios”.

Jesús me cuenta su vida

Jesús tiene siete años y ya sabe escribir, decide contar por escrito su vida. Es un diario donde narra los principales acontecimientos de su vida, desde que nace hasta que resucita. El libro es válido para todos los públicos. Pero está especialmente recomendado para niños y niñas entre 7 y 12 años. La lectura de este libro les acercará a Jesús y les motivará a descubrirle en los relatos evangélicos. Jesús, en primera persona, habla con un lenguaje claro y actual para que sea más fácil de comprender. Los capítulos son breves, de fácil lectura y cada uno va acompañado de una ilustración.

Autora Ascensión Díaz Revilla
Editorial CCS
ISBN 9788490232842
 152 páginas
Precio 13,50 euros

Oración insistente Lc 11,1-13 (TOC17-16)

“Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se encuentran diez? Contestó el Señor: En atención a los diez no la destruiré”. Así concluye el regateo con el que Abrahán trata de interceder ante Dios por las gentes de la ciudad de Sodoma (Gen 18, 20-32).
• En Oriente es muy habitual el regateo a la hora de comprar algún recuerdo para traernos a casa. El regateo no solo es útil. Es, sobre todo, un medio para establecer una comunicación. Gracias al regateo, las personas conocen un poco más a su interlocutor.
• Gracias al regateo, Abrahán llega a conocer la misericordia y la paciencia de Dios. Sus preguntas a Dios sobre el número de justos que le moverían a la compasión son también un modelo para la oración. La oración del creyente ha de ser confiada e insistente.

EL TRATADO

El texto evangélico que hoy se proclama (Lc 11,1-13) es un pequeño pero muy completo tratado sobre la oración. De hecho, incluye un modelo, una parábola, una exhortación y una profecía.
 • El modelo es la oración del Señor. Por supuesto, los discípulos ya sabían orar. Pertenecían a un pueblo que consideraba la oración como uno de sus pilares fundamentales. En este caso es importante la comparación que mencionan. Quieren que Jesús les enseñe una oración propia de ellos “como” hizo Juan  con sus discípulos.
• La parábola refiere el incidente de un padre de familia que, molestado por su amigo en medio de la noche, se levanta para darle los tres panes que le pide prestados. Mas que un consejo moral, el relato contiene una revelación. Jesús no trata ahora de pedir a los discípulos que sean generosos con el que les ruega. Quiere revelar la generosidad de Dios.
• La exhortación incluye tres imperativos: “Pedid, buscad y llamad”. Con ellos se subraya la indigencia humana. No somos tan autosuficientes como creemos. Pero tampoco podemos ser tan desconfiados como somos. Porque el Señor nos promete que recibiremos, hallaremos y se nos abrirá. Esas frases sin sujeto aparente, tienen por sujeto a Dios.

EL ESPÍRITU

Finalmente, el texto evangélico contiene una profecía. En ella se recogen tres frecuentes peticiones de un hijo a su padre:
• Si un hijo pide a su padre un pan, el padre no le dará una piedra. Si un hijo pide un pescado, ningún padre le dará una serpiente. Si un hijo pide un huevo, el padre no le dará uno de esos escorpiones blanquecinos que se ven en el desierto.
• Pero no se ha de fijar la vista en el significante, sino en el significado. En él está la fuerza de la profecía: “Si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?”

Seguramente el oyente espera que Dios nos conceda “cosas buenas”. Y en realidad, eso  es lo que casi siempre pedimos al Padre. Pero la profecía incluye una promesa superior. La verdadera “cosa buena” es el Espíritu mismo de Jesús. Ese es el verdadero don de Dios.

Dios te cuenta

Una bella selección de 97 historias de la Biblia con las que los niños podrán aprender muchas cosas acerca del amor que el buen Padre nos tiene. Cada uno de los relatos va acompañado de su cita bíblica correspondiente y de una breve lección de vida, o consejo para poner en práctica. Para facilitar su lectura a lo largo del año los relatos se han distribuido en doce partes, una para cada mes.

Autores: León Buitrago y Fredy Augusto
Editorial S. Pablo 2012
ISBN 9788428539852
373 páginas
Precio 18 euros

Acogida y escucha Lc 10,38-42 (TOC16-16)

“Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?”. Ese es el estribillo del salmo responsorial que repetimos en este domingo (Sal 14, 2-5). Es una pregunta que refleja una nostalgia profunda. La de la persona que se ve perdida y desorientada por los caminos del mundo. La del creyente que, en medio de tanto ruido, anhela la paz del santuario.
Pero ese deseo que da sentido a nuestro canto, no parece responder al mensaje de la primera lectura que se proclama en la eucaristía de hoy (Gén 18, 1-10a). No es Abrahán el que llega como peregrino al santuario de Dios. Es el Señor el que llega hasta la tienda de aquel pastor nómada.
Abrahán ve premiada su hospitalidad, al recibir y agasajar a unos peregrinos que no conocía y a los que tardó en reconocer como mensajeros de Dios. Como ha escrito el teólogo judío Elías Wiesel, esa disposición para acoger al huésped es lo que convierte a Abrahán en el padre de las tres grandes religiones monoteístas.

LA TIENDA Y LA  CASA

Este hermoso relato anticipa la lectura del Evangelio (Lc 10, 39-42). Evidentemente, la hospitalidad es el tema que se ofrece a nuestra meditación. Es esta una virtud difícil. En otros tiempos las gentes acogían a los peregrinos. Hoy desconfiamos de todos. De los peregrinos, de los inmigrantes, de los refugiados. Preferimos vivir en la indiferencia hacia los demás.
Es interesante ver que el texto evangélico  atribuye a Marta la iniciativa de la acogida: “Entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa”. Marta se nos presenta, por tanto, como una réplica de la actitud de Abrahán. La tienda del nómada es ahora una casa. Si Abrahán no conocía a sus huéspedes, Marta parece conocer al suyo.
No olvidemos la importancia que tiene en los evangelios el verbo “recibir”. Se habla de recibir a los niños, a un justo, a un profeta y a los discípulos. Y aún más. Jesús llega a decir: “El que reciba al que yo envíe, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, recibe al que me envió” (Jn 13,20).

LA PIEDRA EN EL LAGO

Así pues, la hospitalidad no es una decisión que afecte sólo a quien la práctica. Ninguna de nuestras acciones u omisiones termina en nosotros mismos. Somos como la piedra que produce un oleaje en las aguas de un lago.
• Al borde del desierto, Abrahán se apresuró a recibir a los que llegaban hasta su tienda. Como sabemos, la hospitalidad de Abrahán terminó por implicar también a su esposa Sara, que tras las lonas de la tienda, escuchaba las promesas de los huéspedes. Una promesa de fecundidad y de vida.

• En una aldea, Marta “se multiplicaba” para dar abasto con el servicio que deseaba prestar a Jesús. Pero la hospitalidad de Marta beneficia a su familia. De hecho, encuentra su reflejo en la actitud de su hermana María que, sentada a los pies del Señor, escucha su palabra. Una palabra de vida y de salvación.

El itinerario de Jesucristo

En este libro proponemos unas guías concretas para la práctica comunitaria del Estudio del Evangelio. Se trata de una lectura del texto bíblico con las siguientes características:
1. Un estudio espiritual (en atenta escucha al Espíritu que nos habla en el hoy de la Iglesia y del mundo)
2. Un trabajo apostólico (desde la vida de los hombres y para su evangelización)
3. Una actividad comunitaria (realizada en grupo y en espíritu eclesial, teniendo en cuenta el conjunto de la revelación y de la fe de la Iglesia).


Autor Jesús Andrés Vicente Domingo
Editorial Verbo Divino
ISBN 978-84-9945-819-9
168 páginas
Precio 12,85 euros


Introducción 
Metodología 
Presentación del ciclo 

Ficha 1. Desde Belén a Nazaret. Las opciones de Dios al introducir a su Hijo en la historia

Ficha 2. De Nazaret al Jordán. Jesús recibe del Padre su identidad y su misión 

Ficha 3. Del Jordán al mar de Galilea. Jesús busca compañeros para ir con Él y compartir las tareas del Reino 

Ficha 4. Misión en Galilea. Las opciones pastorales de Jesús 

Ficha 5. El monte de las Bienaventuranzas. El anuncio del Reino de Dios

Ficha 6. Fuera de Galilea. Jesús se encuentra con los extranjeros y los marginados 

Ficha 7. De una orilla a la otra. Jesús es Pan de Vida 

Ficha 8. De Cesarea de Filipo al Tabor. La crisis 

Ficha 9. Subida a Jerusalén. Jesús pone en práctica el camino del Siervo 

Ficha 10. En Jerusalén. El testimonio definitivo del Mesías Jesús 

Ficha 11. Cena y despedida. Jesús nos deja los “memoriales” de su vida 

Ficha 12. Camino del Calvario. Cómo vive Jesús las “experiencias límite”

Ficha 13. Las apariciones del Resucitado. La vida en adelante

Ficha 14. Tú, sígueme. La llamada definitiva

Biblia para pequeñitos

Esta preciosa Biblia presenta una recreación de los relatos bíblicos más populares, con un lenguaje especialmente adaptado para los primeros lectores y con unas encantadoras ilustraciones que harán las delicias de los más pequeños. Además, hemos querido extraer de los relatos bíblicos valores universales como la bondad, generosidad, solidaridad, amistad, sinceridad, justicia, etc., cuya lista y explicación se encuentran al final del libro.

Varios autores
Editorial LIBSA
ISBN 9788466230100
48 Páginas
Precio 6 euros

Preceptos y valores Lc 10,25-37 (TOC15-16)

El precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda ni inalcanzable...El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo”. El libro del Deuteronomio pone en boca de Moisés estas palabras que hoy se proclaman en la celebración de la Eucaristía (Dt. 30,10-14).
Sin duda estas observaciones eran útiles para los hebreos que sentían la tentación de pensar que los mandamientos eran imposibles de cumplir. El texto les decía que no estaban en las nubes, sino en su propio corazón. Pero esa reflexión no pertenece solo al pasado.  Alcanza en nuestro tiempo una evidente actualidad.
Adorar a Dios, honrar a los padres, defender la vida humana, promover una limpieza integral, luchar por la justicia y mantenerse fieles a la verdad. Esos valores, tutelados por los mandamientos, responden a los anhelos más profundos de nuestro corazón. Esos ideales éticos nos hacen personas y contribuyen a crear una cultura humana y humanizadora.

EL DOBLE AMOR

Esos valores pueden ser descubiertos por la razón. Por eso son comunes a todos los pueblos. Ahora bien, lo específico de los cristianos es que los hemos visto reflejados en Jesús de Nazaret. La carta a los Colosenses nos presenta hoy a Cristo Jesús como imagen del Dios invisible y como principio y prototipo del ser humano (Col 1, 15-20).
 En el evangelio que se proclama en este domingo reaparece la pregunta por los mandamientos (Lc 10, 25-37). Un letrado pregunta a Jesús cuál de ellos es el más importante. Tal vez era una pregunta teórica. Entre los letrados se discutía cuál de los mandamientos era el más importante. El gancho del que podía colgar toda la Ley.
 También en nuestro tiempo es importante esa pregunta. El Papa Francisco nos dice que la evangelización ha de centrarse en el núcleo central de la fe, que es el amor misericordioso de Dios. Pero nosotros solemos hablar de todo menos de Dios.
De todas formas, Jesús devuelve la pregunta al letrado. Así podemos descubrir que él mismo había ya descubierto la importancia de los dos mandamientos principales: el amor incondicional a Dios y el amor desinteresado al prójimo.
 
 EL PRÓJIMO

Es verdad que en aquel tiempo muchos se preguntaban quién es el prójimo al que hay que amar. Algunos se negaban a reconocer como prójimos a los que no pertenecían a su pueblo, a su religión y a su cultura. Otros, rechazaban a los vecinos que no cumplían la ley.
• Esa cuestión permanece en nuestro tiempo. De hecho, excluimos del amor a pobres e inmigrantes, a niños no nacidos o a enfermos incurables. Tenemos nuestros propios criterios, que a veces llamamos “carismas”. No reconocemos como prójimo al que Dios nos presenta.

• El criterio para reconocer al otro como prójimo es muy discutible. Rechazamos al que no simpatiza con nuestro equipo deportivo. O al que no da su voto a los políticos de mi partido. ¿Por qué es tan difícil firmar alianzas para el bien de todos? ¿Quién nos ha dado el derecho de excluir a los demás?

Elección y misión Lc 10,1-12.17-20 (TOC14-16)

“Festejad a Jerusalén, gozad con ella todos los que la amáis, alegraos de su alegría los que por ella llevasteis luto...” Con esta exultante invitación a la alegría se abre el texto, tomado del libro de Isaías, que hoy se proclama en la primera lectura (Is 66,10).
Ha pasado el exilio del pueblo hebreo en Babilonia. Hay que olvidar el pasado y soñar en el futuro. Hay que soñarlo con esperanza, diseñarlo con alegría y construirlo con paciencia. La alegría es como el eslabón que une a la esperanza y a su hermana la paciencia. O tal vez es el fruto de la colaboración entre ambas hermanas.
Claro que no podemos pensar que todo ese proceso se debe a nuestras propias fuerzas. En el final de la carta a los Gálatas, san Pablo nos recuerda que es preciso cultivar una cuarta virtud: la humildad: “Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo” (Gál 5,14).

COMUNIÓN Y FRATERNIDAD

Pues bien, ese abanico de actitudes se refleja también, y con creces, en el evangelio que hoy se proclama (Lc 10,1-12.17-20). En él se nos recuerda que, además de contar con sus apóstoles más cercanos, Jesús eligió a otros setenta y dos discípulos y los envió  por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares, adonde pensaba ir él.
A propósito de este texto evangélico, el Papa Francisco ha anotado que Jesús no es un misionero aislado. No quiere realizar a solas su misión. Decide contar con la colaboración de sus discípulos para anunciar el Reino de Dios. El gesto es muy significativo. Jesús quiere difundir el amor de Dios ya con el mismo estilo de la comunión y la fraternidad.
El relato subraya las cualidades que se requieren del discípulo. Ligereza para anunciar la llegada del Reino de Dios. Pobreza para no confiar tan solo en sus instrumentos, sino sobre todo en el mismo mensaje que anuncia. Generosidad para llevar la palabra y los gestos de la paz a todas partes. Sencillez para aceptar la hospitalidad. Y libertad para dejar los lugares en los que no se acoja su palabra.

 SALIDA EN HUMILDAD

Finalmente, el texto deja constancia de la alegría con la que los discípulos volvieron dando cuenta de sus éxitos al Maestro que los había enviado. Jesús se congratula con ellos y les asegura el poder que les ha confiado. Pero eleva sus miradas hacia otros horizontes:
• “No estéis alegres porque se os someten los espíritus”. Es cierto que el anuncio del Evangelio produce frutos asombrosos, aun en una sociedad laical.  Con demasiada frecuencia, medimos nuestros esfuerzos con los criterios habituales en nuestro ambiente. Nos tienta la mundanidad. O el ansia de protagonismo.

• “Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo”. La alegría  distingue a los creyentes y a los que anuncian el evangelio. Pero la alegría no se identifica con las satisfacciones inmediatas. San Pablo recuerda la presencia de la cruz. Y Jesús nos invita a mirar al cielo. Es decir, a reflexionar sobre el proyecto de Dios y la meta a la que tendemos.