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La religión sin fe, no es verdadera Mc 12,36-44 (TOB32-24)
1. Marcos, antes del discurso escatológico y de la pasión, nos ofrece una escena que está cargada de simbolismo. Se retoma, en cierta forma, el papel de la viuda y el profeta Elías, como en el texto de 1Re 17,10. Las palabras contra los escribas que buscan los primeros puestos… y más cosas, es probablemente una advertencia independiente, pero que se entiende en nuestro texto con la narración que describe la acción de la viuda. Jesús, en el Templo, está mirando a las personas que llegan para dar culto a Dios. A Jerusalén llegaban peregrinos de todo el mundo; judíos piadosos, pudientes, de la cuenca del Mediterráneo, que contribuían a la grandeza de Jerusalén, de su templo y del culto majestuoso que allí se ofrecía. Siempre se ha pensado que el culto debe ser impresionante e imperecedero.
2. ¿Está Jesús a favor o en contra del culto? Esta pregunta puede parecer hoy capciosa, pero la verdad es que debemos responder con inteligencia y sabiduría. ¡No! ¡No está Jesús contra el culto como expresión o manifestación de la religión! Pero también es verdad que no hace del culto en el templo un paradigma irrenunciable. Jesús respeta y analiza… y saca las consecuencias de todo ello. No dice a la mujer que se vaya a su casa… porque todo aquello es mentira. No era mentira lo que ella vivía, sino lo que vivían los “prestigiosos” de la religión que no eran capaces de ver y observar lo que él hizo aquella mañana y enseñó a los suyos con una lección de verdadera religión y culto.
3. Si nos fijamos, Jesús está proponiendo el culto de la vida, del corazón, ya que aquella viuda pobre ha echado en el arca del tesoro lo que necesitaba para vivir. Ella estaba convencida, porque así se lo habían enseñado, que aquello era para dar culto a Dios y entrega todo lo que tiene. Es, si queremos, un caso límite, con todo el simbolismo y la realidad de lo que ciertas personas hacen y sienten de verdad. Lo interesante es la “mirada” de Jesús para distraer la atención de todo el atosigamiento del templo, del culto, de los vendedores, de lo arrogantes escribas que buscan allí su papel. Esa mirada de Jesús va más allá de una religión vacía y sin sentido; va más allá de un culto sin corazón, o de una religión sin fe, que es tan frecuente.
4. Esa es, pues, la interpretación que Jesús le hace a sus discípulos. Los demás echan de lo que les sobra, pero la vida se la reservan para ellos; la viuda pobre entrega en aquellas monedas su vida misma. Ese es el verdadero culto a Dios en el templo de la vida, en el servicio a los demás. Sucede, pues, que la viuda (con todo lo que esto significa en la Biblia) ofrece una religión con fe, con confianza en Dios. Y solo Jesús, en aquella barahúnda, es capaz de sentir como ella y de tener su mirada en penetrante vigilancia de lo que Dios desea y quiere. Una religión, sin fe, es un peligro que siempre nos acecha… que tiene muchos adeptos, a semejanza de los escribas que buscan y explotan a los débiles, precisamente por una religión mal vivida e interpretada. Jesús ha leído la vida de aquella pobre mujer, y desde esa vida en unas pocas monedas, ha dejado que lleve adelante su religión, porque estaba impregnada de fe en Dios.
Un mandato doble Mc 12,28-34 (TOB31-24)
“Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es solamente uno”. A esta advertencia que contiene el Deuteronomio se unen tres mandatos que Israel no debería olvidar (Dt 6,2-6).
• “Teme al Señor tu Dios”. El temor de Dios no equivale al miedo, sino al respeto que él merece. Sin ese respeto a Dios, lo imaginaremos según nuestros intereses o según la ideología que se nos imponga en cada momento de la historia.
• “Guarda sus mandatos y preceptos”. Sería una ofensa a Dios confundir sus mandamientos con imposiciones arbitrarias. Dios nos ama y quiere lo mejor para nosotros. Sus preceptos son una lámpara para nuestros pasos (Sal 119,105).
• “Ponlos por obra para que te vaya bien”. Los mandamientos de nuestro Dios tal vez no nos produzcan satisfacciones pasajeras. Pero si los ponemos en práctica, tendremos acceso a la felicidad personal y a la paz social.
DOS PRECEPTOS
Tal vez motivado por las discusiones entre las escuelas de su ambiente, un escriba pregunta a Jesús cuál es el primero de los mandamientos (Mc 12,28-34). Él se refiere a un solo precepto, pero Jesús le recuerda dos, que se complementan mutuamente.
- Según el Deuteronomio, es necesario amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas (Dt 6,5). Ante la frivolidad y la cultura líquida que nos domina, es preciso recordar que solo el amor a Dios puede ayudarnos a vivir centrados en lo más importante para cada uno de nosotros.
- Y según el Levítico, es preciso amar al prójimo como a uno mismo (Lev 19,18). Ese es el precepto básico de la regla de oro de todas las éticas. El verdadero amor a uno mismo puede ofrecer un criterio para las relaciones con los demás. Al final de su vida, Jesús lo redimió del egoísmo con su propio precepto: “Amaos unos a otros como yo os he amado”.
SIGNOS Y SEÑALES
El escriba acepta y completa la propuesta de Jesús. En realidad, su comentario refleja ya la reflexión y la experiencia de la comunidad cristiana:
• “El Señor es uno solo y no hay otro fuera de él”. Más que un ateísmo, hoy nos domina un politeísmo práctico que nos esclaviza y enloquece. Nadie puede adorar a dos dioses. El creyente que de verdad ama a Dios no puede tener el corazón dividido.
• “Amar a Dios y al prójimo como a uno mismo vale más que todos los sacrificios”. El escriba conocía sin duda el antiguo oráculo de Oseas (Os 6,6) que también recuerda Jesús (Mt 9,13). Y sabía que los ritos no pueden sustituir al amor al prójimo.
• “Tú no estás lejos del Reino de Dios”. Jesús había comenzado su misión anunciando la cercanía del Reino de Dios. Pero el Reino de Dios llegaba con el amor a Dios y al prójimo. El escriba compartía ya de alguna manera la vida y el mensaje del Maestro.
Dios quiere ser amado en los hermanos Mc 12,28-34 (TOB31-24)
1. El evangelio nos presenta al escriba que quiere profundizar de lleno en la Torah, la ley del judaísmo, ¿con qué intención? ¿sabiendo que Jesús sería capaz de ofrecerle una interpretación profética? Ya hemos visto la importancia que tenía y tiene en el judaísmo el primer mandamiento expresado con el Shema Israel, que es parte de nuestra primera lectura. La cuestión no quedará en una simple disputa escolástica, como alguno ha sugerido. El alcance de esta discusión y la pregunta del escriba (¡insólita!) ponen en evidencia muchas cosas del judaísmo que también nos afecta a nosotros. Lo primero que salta a la vista es que el segundo mandamiento no le va a la zaga al primero, que pone el acento en el amor de Dios. La versión de Marcos no está calcada ni del texto hebreo, ni de la versión griega de los Setenta… con algunas variantes de tipo helenista quiere llegar a una propuesta decisiva.
2. El realidad, el texto de Mateo 22,39s (que habría usado a Marcos como fuente) lo ha dejado mucho más claro: “de estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas”. El escriba, en verdad, no pretendía poner una trampa a Jesús como querían los saduceos, un momento antes, a propósito de la resurrección. Pero en su búsqueda de aclaración se ha quedado una cosa clara: el amor a Dios y el amor al prójimo no tiene “esencias” distintas. El amor, en el NT es de un “peso” extraordinario que no queda ni en “eros”, ni en “amistad”. Es un amor de calidad el ágape que tiene que ser el mismo para Dios y para los hombres, aunque los mandamientos se enumeren en primero y segundo. Esta sería la ruptura que Jesús quiere hacer con la discusión de los letrados sobre el primero o el segundo, sobre si el prójimo son los de “mi pueblo” o no.
3. Porque no sería una novedad que Jesús simplemente subrayara una cosa que se repetía hasta la saciedad. El que se añada el segundo mandamiento, de amor el prójimo, viene a ser lo original; porque con ello se ha revelado que el amor a Dios y el amor el prójimo es lo más importante de la vida, son un solo mandamiento, en realidad, y así podríamos entender el final del v.31 : ”No hay otro mandamiento más importante que éstos”, pues el ?ντολ? (mandamiento) está en singular y nos permitiría entender que el mandamiento más importante por el que preguntaba el escriba son los dos primeros que vienen a ser uno sólo. Porque no hay dos tipos de amor, uno para Dios y otro para el prójimo, sino que con el mismo amor amamos a Dios y a los hombres. Diríamos que son inseparables, porque el Dios de Jesús, el Padre, no quiere ser amado El, como si fuera un ser absoluto y solitario. Así resuelve Jesús la gran pregunta del escriba, de una manera profética e inaudita.
4. Lo que el evangelio de hoy quiere poner de manifiesto es que el amor a Dios debe también ser amor a los hombres. Muchos se contentan con decir que aman a Dios, pero muchas veces se encuentran razones para no amar al prójimo. Aquí es donde el evangelio se hace novedad maravillosa para todos los seguidores de Jesús y para todos los hombres. Se pueden sacar las consecuencias, al hilo de la carta a los Hebreos, que si Jesús ha ofrecido un sacrificio eterno, si no son necesarios los sacrificios rituales a Dios, es porque Jesús ha hecho posible la religión del amor, pero no solamente a Dios, sino a todos los hombres. Eso es lo que identifica al Dios verdadero de los dioses falsos: quiere ser amado en los hermanos. Es eso lo que el autor de la 1Jn pone de manifiesto en su teología de que Dios es amor y no podemos amar a Dios a quien no vemos si no amamos al hermano a quien vemos. Pero esta teología la puso en marcha el profeta de Galilea, Jesús de Nazaret… y por ello dio la vida.