“El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a
su madre acumula tesoros”. No deberíamos dejar de leer el texto del libro
bíblico del Sirácida, que se proclama en la primera lectura de la celebración
eucarística de hoy (Eclo 3, 2-6.12-14).
En una primera parte contiene reflexiones como estas, llenas de sabiduría.
Despues, las reflexiones se convierten en consejos, que
siguen teniendo valor en una sociedad en la que los hijos desprecian la
sabiduría de los padres, calificándola de anticuada: “Hijo mío, sé constante en
honrar a tu padre; no lo abandones mientras viva. Aunque flaquee su mente, ten
indulgencia. No lo abochornes mientras seas fuerte”.
Como si conociera el sentido de culpa que afecta siempre a
todos los que han despreciado o abandonado a sus padres, el autor termina
formulando una promesa no exenta de poesía: “La piedad para con el padre no se
olvidará..., el día del peligro Dios se acordará de ti y deshará tus pecados
como el calor deshace la escarcha”.
DOS PROFETAS
En el evangelio que se proclama en esta fiesta de la Sagrada
Familia (Lc 12, 22-40) se recuerda la purificación de María y la presentación
de Jesús en el templo. Lo primero que llama la atención es la triple alusión a
la Ley de Moisés. Aquella familia de Nazaret cumple con fidelidad lo prescrito
a su pueblo: presentar su hijo al Señor, de quien lo ha recibido.
Es verdad que inmediatamente se alude por otras tres veces
al Espíritu Santo. Moraba en Simeón, le había prometido que no moriría sin ver
al Mesías del Señor y, llegado el momento, lo guió oportunamente hasta el
templo. Así pues, la llegada de Jesús es como el gozne sobre el cual giran las
dos alianzas: una centrada en la Ley y la otra movida por el Espíritu.
Simeón y Ana son dos profetas. Representan la piedad de los
creyentes. Viven de cara a Dios y prestan atención a sus señales. Reconocen al
Mesías en un niño que no lleva señales de su dignidad. Dan gracias a Dios por
Él y anuncian su presencia a quien les puede escuchar. De paso, la familia de
Jesús es “evangelizada” por ellos.
Y TRES PLANOS
Pero el evangelio de hoy no se detiene ahí. Nos dice que,
después de cumplir lo prescrito por la Ley del Señor, la familia regresa a Nazaret.
Del ámbito sagrado pasan con normalidad al ámbito “profano” de la vida diaria.
Dan gracias a Dios por la vida y tratan de vivirla en su integridad y con sencillez , como sugiere el texto con
tres pinceladas.
• “El niño iba creciéndo y robusteciéndose”. He ahí el plano de la naturaleza. El paso del
tiempo y el crecimiento de una vida humana, que es preciso aceptar y agradecer.
• “Jesús se llenaba de sabiduría”. Es este el plano de la
cultura y de la socialización. Gracias a José y a María el niño aprende el
“saber “humano y el “sabor” de las cosas
de Dios.
• “La gracia de Dios lo acompañaba”. En este plano, Dios
tiene todo el protagonismo. El amor y el proyecto de Dios van guiando el
desarrollo de Jesús.
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