Enlaces a recursos sobre el AÑO LITÚRGICO en educarconjesus

La verdadera felicidad Lc 6,20-26 (TOC6-25)

 “Maldito quien confía en el hombre, y busca el apoyo de las criaturas, apartando su corazón del Señor… Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza”. Jeremías usauna forma popular de confrontar los valores y los contravalores (Jer 17,5-8).   

Quien se apoya en alianzas y compromisos humanos o en los mensajes de la publicidad es como un cardo del desierto, arrancado y arrastrado por el viento. Quien se apoya en Dios será como un árbol plantado junto a las aguas, que conserva su verdor y siempre dará frutos.

 Con el salmo responsorial nosotros nos hacemos eco de esta profecía y proclamamos: “Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor” (Sal 1,1). Es muy importante que ya el primero de los salmos comience con esta bienaventuranza. 

Como escribe san Pablo a los fieles de Corinto, la resurrección de Cristo es un buen fundamento para nuestra fe y para nuestra vida (1 Cor 15,12.16-20). 

LA ÚLTIMA VERDAD DEL HOMBRE

Las bienaventuranzas proclamadas por Jesús son toda una revelación del misterio de Dios. Son además una manifestación del espíritu mismo de Jesús. Y son una proclamación de lo que constituye la última verdad del ser humano. 

El evangelio según san Mateo sitúa el pregón de las bienaventuranzas de Jesús en el contexto del “Sermón de la Montaña”. El evangelio según san Lucas que hoy se proclama las coloca en el ambiente del “Sermón del llano” (Lc 6,17.20-26). En este caso, como en el oráculo del profeta Jeremías, se contraponen las actitudes morales. 

Son bienaventurados y dichosos los pobres, los que tienen hambre, los que lloran y los que son odiados y proscritos por causa del Hijo del hombre. Evidentemente, no se trata de proponer la moral de los esclavos ni de glorificar el dolor y el fracaso. 

Hay dos claves para comprender estas frases tan impopulares. Por una parte, Jesús declara que en esas actitudes se cifra la verdadera alegría, que no coincide con la satisfacción inmediata. Además, establece un salto entre el ahora y la recompensa futura ante Dios.

LA  SUERTE DE LOS PROFETAS

Frente a las ocho bienaventuranzas que recoge el evangelio de Mateo, el evangelio de  Lucas presenta solamente cuatro. Pero recoge también otras cuatro malaventuranzas, que recuerdan los “ayes” o maldiciones que se encuentran en el libro de Isaías (Is 5,8-24). 

            • ¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!” Los que ahora están saciados un día tendrán hambre. Los que ahora ríen un dia llorarán. Jesús  se lamenta por los que reciben alabanzas de todo el mundo. Es importante esa contraposición entre el ahora del presente y un día que se sitúa en el futuro, entre lo temporal y lo eterno.

• Tanto las bienaventuranzas como las malaventuranzas coinciden en una motivación importante, que es la diferente suerte que los profetas corrieron a lo largo de la historia. Los que en verdad hablaban en nombre de Dios fueron insultados y perseguidos. Los falsos profetas, que difundían solo aquello que las gentes querían escuchar, no merecen compasión.

Las opciones del Reino Lc 6,20-26 (TOC6-25)

 1. Hoy la liturgia, y muy concretamente el evangelio, nos ofrece uno de los textos más impresionantes de la historia de la humanidad, por el que muchos han dado su vida y por el que otros han detestado al cristianismo y a Jesús de Nazaret. El texto de las bienaventuranzas de Lucas es escueto, dialéctico, radical. Pero en el fondo se trata simplemente de describir dos ámbitos bien precisos: el de los desgraciados de este mundo y el de los bien situados en este mundo a costa de los otros. Lucas nos ofrece las bienaventuranzas en el contexto del sermón de la llanura (Lc 6,17), cuando toda la gente acude a Jesús para escuchar su palabra; no es un discurso en la sinagoga, en un lugar sagrado, sino al aire libre, donde se vive, donde se trabaja, donde se sufre.

2. Es un discurso catequético; por lo mismo, Lucas estaría haciendo una catequesis cristiana, como Mateo lo hizo con el sermón de la montaña (5-7). Entre uno y otro evangelista hay diferencias. La principal de todas es que Lucas nos ofrece las bienaventuranzas y a continuación las lamentaciones (no son maldiciones, viene del hebreo hôy y en latín se expresa con vae: un grito de dolor, de lamento, un grito profético) como lo contrario en lo que no hay que caer. Otra diferencia, también, es que en Mateo tenemos ocho y en Lucas solamente cuatro bienaventuranzas. Sobre su significado se han escrito cientos de libros y aportaciones muy técnicas. ¿Son todas inútiles? ¡No!, a pesar de que sintamos la tentación de simplificar y de ir a lo más concreto. No debemos entrar, pues, en la discusión de si las “malaventuranzas” o lamentaciones son palabras auténticas de Jesús o de los profetas itinerantes cristianos que predicaban con esta radicalidad tan genuina. Hay opiniones muy diversas al respecto. Ahora están en el evangelio y deben interpretarse a la luz de lo que Lucas quiere trasmitir a su comunidad.

3. Jesús hablaba así, casi como las escuchamos hoy en el texto de Lucas, más directo y menos recargado que el de Mateo. Jesús habló así al pueblo, a la gente: Jesús piensa y vive desde el mundo de los pobres y piensa y vive desde ese mundo para liberarlos. El pobre es ´ebîôn/´anaâw en hebreo; ptôchos en griego, pauper en latín: se trata de quien no tiene alimento, casa y libertad y en el AT es el que apela a Dios como único defensor. Así debemos entender la primera aproximación al mensaje de hoy. Esa es una realidad social, pero a la vez es una realidad teológica. Es en el mundo de los pobres, de los que lloran, de los perseguidos por la justicia, donde Dios se revela. Y lógicamente, Dios no quiere, ni puede revelarse en el mundo de los ricos, de poder, de la ignominia. El Reino que Jesús anuncia es así de escandaloso. No dice que tenemos que ser pobres y debemos vivir su miseria eternamente. Quiere decir, sencillamente, que si con alguien está Dios inequívocamente es en el mundo de aquellos que los poderosos han maltratado, perseguido, calumniado y empobrecido. Las lamentaciones, pues, significan que no intentemos o pretendamos encontrar a Dios en las riquezas, en el poder, en el dominio, en la corrupción; allí solamente encontraremos ídolos de muerte.

4. La teología de la liberación ha sabido expresar estas vivencias para dar esperanza a los pobres del Tercer Mundo. Y la verdad es que la fe más evangélica la viven los pobres que creen; los pueblos más ricos y poderosos están más descristianizados. Es el mundo de los pobres y de las miserias, el que más espera en Jesucristo; en el mundo de los poderosos habita un gran vacío. El evangelio de Lucas hoy, pues, nos propone dos horizontes: un horizonte de vida y un horizonte de muerte. ¿Dónde encontrar a Dios? Todos lo sabemos, porque la equivocación radical sería buscarlo donde El ha dicho que no lo encontraremos. El texto de Jeremías es suficientemente explícito al respecto: ¿como podría crecer un árbol de vida en el mundo de las lamentaciones?.

5. La luz no es lo que se ve, pero es aquello que produce el milagro para que veamos. Y las bienaventuranzas de Jesús son la luz de su predicación del Reino. Con las bienaventuranzas se hará posible ver a Dios; desde el mundo de las lamentaciones nunca encontraremos al Dios verdadero, aunque Él no rechace a nadie. El mundo de las bienaventuranzas nos impulsa a confiar en un Dios que ha resucitado a Jesús de entre los muertos y, por eso mismo, a cada uno de nosotros nos resucita y resucitará. Pero a ese Dios ya sabemos dónde debemos buscarlo: no en la ignominia del poder de este mundo, sino en el mundo de los pobres, de los que lloran, de los afligidos y de los que son perseguidos a causa de la justicia: ahí es donde está el Dios de vida, el Dios de la resurrección. Y esto es así, porque Dios ha hecho su opción, y un Dios con corazón solamente puede aparecer donde está la vida y el amor.

Pesca confiada Lc 5,1-11




 

Gracias, mamá Lc 5,1-11 (TOC5-25)


 

La pesca y la misión Lc 5,1-11 (TOC5-25)

 “¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los Ejércitos!” (Is 6,5). Isaías en el templo ha visto la gloria de Dios.

Ante la grandeza del Dios santo, Isaías descubre su propia pequeñez. Confiesa que es un hombre de labios impuros, que comparte la impureza de su pueblo. Sin embargo, a pesar de ese sentimiento de in-dignidad, Dios lo purifica, lo elige y lo envía a anunciar la salvación.

El salmo responsorial refleja la humildad y la gratitud de quien ha tenido la experiencia de la cercanía y de la compasión de Dios:  “Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos” (Sal 137,8). 

Esa compasión divina es la que da fuerzas a san Pablo: “Por la gracia de Dios soy lo que soy y su gracia no se ha frustrado en mí” (1 Cor 15,10).

UNA PESCA IMPROBABLE

Isaías percibió la grandeza y majestad de Dios en la revelación que tuvo en el templo. A Simón Pedro se le revela la divinidad de Jesús en la barca en la que sale a pescar en el lago de Galilea. Pedro no ve al Dios de los astros del cielo, sino a Jesús de Nazaret. Sin embargo, las palabras de Pedro reflejan también la hondura de su experiencia (Lc 5,1-11).

• “Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos pescado nada; pero, por tu palabra, echaré las redes”. El discípulo era sin duda un experto pescador. Sin embargo, tiene que admitir el fracaso de una fatigosa noche de pesca. Al mismo tiempo, manifiesta la confianza que pone en las palabras de un maestro que le ha llamado a la orilla del lago.

• “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. La confianza en Jesús ha dado un fruto que parecía imposible. Ante la extraordinaria captura de peces, Simón cambia el título con el que se dirige a Jesús. Antes de la pesca lo ha llamado  Maestro, pero después lo reconoce como el Señor. Frente al poder de Jesús, Simón descubre como Isaías su distancia y su in-dignidad. A pesar de ello, también se siente elegido y enviado.

UNA MISIÓN INSOSPECHABLE

A pesar de la indignidad de Isaías, el Dios Santo lo elige como su profeta. Y a pesar de la conciencia de pecado de Simón Pedro, Jesús lo elige como su apóstol. En ambos casos, a la llamada gratuita corresponde la generosa disponibilidad del llamado.

• “Rema mar adentro y echad las redes para pescar”. Como se puede ver, Jesús requiere la colaboración del amigo pescador, suscita en él un dinamismo nuevo e interpela al mismo tiempo sus capacidades y su confianza. El resultado responde más a la iniciativa de Jesús que a la pericia de Simón y de sus compañeros en el oficio de pescadores.

• “No temas: desde ahora serás pescador de hombres”. Además, Jesús sabe bien que el asombro ante el misterio puede provocar el temor, pero tranquiliza al amigo. Lo que ha hecho hasta el presente se convierte en signo profético para su misión en el futuro. Jesús conoce la historia y las aptitudes del amigo. Las valora y les confiere un nuevo destino.

La palabra de Dios que cambia la vida de los hombres Lc 5,1-11 (TOC5-25)

1. El evangelio nos relata la vocación de Pedro en un pasaje propio de Lucas, distinto de la vocación de los primeros discípulos narrada por Mc 1,16-20; está más próximo de Jn 21,1-11 sobre el momento de las experiencias que tuvieron los apóstoles después de la resurrección de Jesús. Los inconvenientes que Pedro pone a salir a pescar con Jesús y echar las redes en el agua tienen cierto parecido con la objeción de Isaías para desempeñar la misión de profeta. Han estado toda la noche y no han encontrado nada; ahora, casi de día, es más difícil aún, los peces no acuden. Pero en este caso van con Jesús, con el Señor que trae la Palabra viva de Dios. Es eso lo que les hará dejarlo todo para seguirle; dejarán incluso la pesca milagrosa que han recogido para emprender una misión nueva, para pescar a los hombres en el mar de la vida y anunciarles la salvación de Dios.

2. Ciertos detalles del texto son dignos de mención: Jesús está en el lago, y la muchedumbre acude para escuchar la “palabra de Dios” (logos tou theou, que es una expresión que es frecuente en la obra de Lucas: 8,11.21; 11,28, Hch 4,31; 6,2.7; 8,14; 11,1; 13,5.7.44.46; 16,32; 17,13; 18,11). Pero esa palabra de Dios, se va a convertir es una fuerza transformadora que haga que Simón y los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan, tengan que dejar de ser pescadores, que estaban asociados (koinoi) en el lago, para seguir a Jesús como “pescadores de hombres”. Lo extraordinario de la pesca también tiene su significado, especialmente porque no era la hora de pescar, por la noche, sino a la luz del día. La orden de Jesús, su palabra, hace posible lo que no es normal. Así sucede, pues, con el evangelio que trasforma el miedo en alegría. Pedro se confiesa pecador, indigno, como los profetas. Pero eso no importa… lo importante es seguir a Jesús.

3. Por lo mismo, en todas las lecturas, vemos cómo se impone la Palabra de Dios, Dios mismo, Jesucristo resucitado, en la vida de todos aquellos que deben colaborar en el proyecto salvífico sobre este mundo y transforma la existencia de cada uno. La Palabra de Dios tiene una eficacia que motiva la respuesta de Isaías, de Pedro y los apóstoles y de Pablo. No eran santos, sino pecadores y alejados de la “santidad divina”. La Palabra, Jesucristo, su evangelio, se impone en nuestra vida, pero no nos agrede: nos interpela, nos envuelve misteriosamente, nos renueva, cambia los horizontes de nuestra existencia y nos lleva a colaborar en la misión profética del evangelio, que es la misión fundamental de la Iglesia en el mundo. Si al principio dan un poco de miedo las respuestas, estas se hacen radicales, porque no es necesario ser santo o perfecto para colaborar con Dios. Hace falta prestarle nuestra voz, nuestro trabajo y todo será distinto. Se nos propone una vida nueva, en perspectiva de futuro, sin cálculos...y todo cambiará, como cambiaron Isaías y como cambiaron Pedro y Pablo. No somos santos, no somos perfectos ¿cómo podremos? Cuando aprendemos a fiarnos de Jesús y de su evangelio; cuando queremos salir de nuestros límites, la Palabra de Dios es más eficaz que nuestras propias razones para no echar las redes en el agua, en la vida, en la familia, entre los amigos, en el trabajo... y seremos profetas, y seremos pescadores.

Peregrinos de la Esperanza


 

Luz de todos los corazones Lc 2,22-40 (Presentación del Señor)

 Estamos ante una verdadera obra maestra de la teología de Lucas (ya se comentó el texto en el domingo después de Navidad, la Sagrada Familia). Queremos resaltar que narrativamente es un texto evangélico y, corno tal, con un mensaje que va mucho más allá del hecho histórico de la presentación de un recién nacido para cumplir la ley de Moisés (o la ley de Dios como se dice a continua-ción). Se ha de tener en cuenta que no era necesario que el niño fuera llevado al templo para cumplir con el precepto de esa ley de la purificación de la madre (cf Lv 12,1-8), porque lo de la presentación del niño no era algo requerido por la ley de Moisés. Se quiere, pues, mostrar que los padres de Jesús se atienen en todo a esa ley,y pretenden "consagrarlo al Señor" según lo quo establecía un precepto (Ex 13,2.12.15), con el rescate del primogénito (Ex 13,13; 34,20) con el pago de cinco siclos (Num 18,15-16); aunque Lucas no dice expresamente que se llevara a cabo ese rescate así. Lo importante era poner de manifiesto que los padres de Jesús querían incardinar a su hijo a todo aquello que era considerado como una vida de fidelidad a Dios cumpliendo ciertos preceptos.

Pero es eso precisamente lo que va a ser puesto en entredicho en esta narración lucana. Los padres que viven de esa fidelidad se van a encontrar, de pronto, con personajes que viven y sienten al margen de esos preceptos. Son el viejo Simeón y la profetisa Ana, quienes con su mensaje van a poner en "solfa" todo lo que manda la ley y exige la tradición. Porque no basta con eso para ser fieles a Dios. Y esta es una lección "teológica" que sus padres aprenden con admiración y con la misma fidelidad con que intentaban ser fieles a la tradición y a la religión de su pueblo. Estos personajes de la narración aparecen como por ensalmo, pero no se quedan en la pura estética. No son los sacerdotes los que acogen a Jesús en este momento en que es llevado al templo, sino dos personajes que nada tienen que ver con la ceremonia que se realiza. Primeramente, un anciano que esperaba la "consolación de Israel". No podemos menos de unir esos dos elementos: anciano y quien espera la consolación (según ls 40,1; 51,12; 61,2 designa la salvación de Israel). Su canto del "Nunc dimittis" encierra todos los tonos del Espíritu, quien pasa a ser protagonista a partir de este momento. Por eso mismo debemos saber leer nuestro relato acentuando cómo se pasa desde la ley de Moisés al Espíritu. Esta será una constante en la obra de Lucas. La salvación no llegará por la ley, sino por el Espíritu de Dios. Cuando los padres van a consagrar al niño a Dios, es Simeón quien aparece para "arrebatar" al niño de las manos maternas y presentarlo él con su "palabra" y con su canto, bendiciendo a Dios. No debemos pasar por alto este detalle, con toda su significación.

El canto de Simeón, el "Nunc dimittis" está cargado de resonancias bíblicas y especialmente por lo que se refiere a presentar a Jesús como "luz" de todas las naciones (Is 52,10). Es la primera vez que aparece en la obra de Lucas y será como una línea dorada en su doble obra (Evangelio-Hechos). Jesús no ha venido solamente para salvar al pueblo de Israel, sino a todos los hombres. Es una salvación que ilumina a todos los pueblos. Ese carácter universalista de la salvación es, debe ser, central en el mensaje de esta fiesta.

El papel de Ana, la profetisa, no es tampoco un adorno narrativo, aunque no está falto de estética teológica. Viene en apoyo de lo que Simeón anuncia. No olvidemos que es una "profetisa", que está día y noche en el templo. El templo como lugar de la presencia de Dios, de los sacrificios y peregrinaciones.

Ahora a esta mujer –debemos resaltar lo de ser mujer–, se le enciende el alma y el corazón de una forma profética para proclamar la liberación (el rescate) de Jerusalén o de Israel, el pueblo de Dios. Ya no es simplemente la mujer que en silencio ora y asiste a las ceremonias sagradas, sino que rompe muchos silencios de siglos, con la llegada de este niño al templo. Su voz femenina le da entraña a todo aquello que podía haber quedado en un rito más de purificación.

No entramos en las palabras de Simeón a María (vv. 34-35), del signo de Jesús, bandera discutida, que habla de su historia concreta, de su predicación, de su experiencia de Dios, de sus ofertas de salvación a los pecadores. Y de la "espada" (cf Ez 14,17) de María, que es la espada de la palabra salvadora que lleva a la pasión. Sabemos que todo esto no ha podido formularse sino después de los acontecimientos de la Pascua. Porque, como todo el conjunto de Lc 1-2, esta es una escena programática que habrá de desarrollarse a lo largo de la vida de Jesús. Y no podemos olvidar que la historia concreta de Jesús es la historia de un Mesías rechazado. María, en ese momento, para Lucas, no solamente es una figura histórica, que lo es como madre que lleva a su hijo, sino que representa a la nueva comunidad que fiel a Dios, pasa desde su experiencia de la fidelidad a la ley a la experiencia de la fidelidad al Espíritu. Por eso la palabra de Jesús y su vida, es una espada de identidad para esta comunidad.

Nueva campaña para sacar la religión de la escuela

Hay quien pretende hacernos creer que quitar la asignatura de religión es una postura neutral, lógica de un estado aconfesional. Nada de eso, es una decisión taxativa y tan radical y explícita como la educación confesional.

Cada cierto tiempo, de forma cansina y recurrente, aparecen las campañas para expulsar a la religión de la escuela. No me molesta el planteamiento, legítimo, aunque en mi opinión y opción sea muy desafortunado e inapropiado. Lo que me fastidia, es esa supuesta superioridad moral de parte de la izquierda, que cree que ineludiblemente lo que piensa es reflejo directo de lo que rumia la sociedad o, en su defecto, es lo que debiera cavilar la misma y, por tanto, eso es lo que debe implantarse, o imponerse, quieran o no los «inconscientes» ciudadanos.

Y después, está el uso tan equivocado, con tanto desconocimiento y desacierto, de los supuestos argumentos jurídicos. Es evidente que no todo el mundo tiene que saber de derecho, pero si no sabes… no te metas.

Y así, reaparece, otra vez, con más pena que gloria, todo sea dicho, pero de manera insistente, una «campaña unitaria» (así la llaman), por una escuela pública y laica, encabezada por sindicatos de profesores de la escuela pública y asociaciones de ateos, donde piden expulsar la religión de la escuela, derogar los acuerdos del Estado con la Iglesia Católica y ya de paso, así como de propina, eliminar los conciertos educativos.

Me niego a rebatir con detalle desde el argumentario jurídico, a pesar de su evidencia, porque, como digo, esas campañas no lo merecen, porque lo retuercen y maltratan, nunca sabremos si por opción de mala fe o por ignorancia. Baste a modo de listado regurgitado: el reconocimiento de la libertad religiosa explícitamente en la Constitución española y en Acuerdos y Tratados Internacionales reconocidos por el Estado español (incluida la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, el Convenio Europeo de Roma, para la protección de los derechos y las libertades fundamentales,…) y en una Ley Orgánica propia (L.O. 7/1980, de 5 de julio), donde se recoge el derecho a profesar o no una religión, a declararla o no, a hacerla pública, o no, así como sus prácticas confesionales y cultos de forma explícita y colectiva, a exponer y enseñar la misma, también en la escuela («Recibir e impartir enseñanza e información religiosa… dentro y fuera del ámbito escolar»), que la Constitución no habla, no ya de sociedad, ni siquiera de estado laico, sino de aconfesional (es decir, que no hay una religión oficial) y que reconoce la importancia del hecho religioso y las creencias hasta el punto de que el Estado debe remover obstáculos para el ejercicio de esa libertad (y no provocar su restricción), e incluso establece el principio de cooperación, con mención expresa a la Iglesia Católica; que los Acuerdos Estado español – Santa Sede son tratados internacionales de directa aplicación, que no pueden eliminarse sin más, unilateralmente; que la Constitución española también reconoce, al promulgar la libertad de enseñanza, el derecho de los padres a elegir la formación religiosa y moral de sus hijos…

Hoy me alcanza con destacar solo tres elementos de reflexión:

El primero es relativo a los fines de la educación, lo que la sociedad le pide hoy al sistema educativo. Y así, vemos que la propia Constitución española habla del pleno desarrollo de la personalidad del individuo, o que incidimos en la educación integral del alumno, o que se hace referencia a la «escuela total», porque ya no solo está encargada de la socialización secundaria, tradicionalmente la específica del sistema educativo, sino también de la primaria (la de los principios y valores), que antes estaba encomendada a la familia y a la Iglesia, pero que, unos por dejación y otros porque no le dejan, se está dando cada vez más al cuidado de la escuela (amén también de en manos de youtubers e influencers, pero eso bien merece otro artículo). En esa escuela que busca la educación integral ¿cómo va a dejarse fuera, de partida y de forma general, el elemento de la trascendencia? Esto quiere decir que los padres (nunca el Estado), que son quienes eligen y deciden por sus hijos hasta que estos tengan plena capacidad de entender y querer, harán su opción sobre el hecho religioso y las creencias, y decidirán si quieren que en la educación integral de sus hijos, propósito hoy de la escuela, entre o no la religión, y qué religión.

Esto nos lleva a la segunda reflexión. Hay quien pretende hacernos creer que quitar la asignatura de religión es una postura neutral, lógica de un estado aconfesional. Nada de eso. La decisión de expulsar la religión de la escuela, no es neutral, ni aséptica, no es una falta de opción, sino que es una decisión taxativa y tan radical y explícita como la educación confesional. Sacar la religión de la escuela no es la opción del ciudadano neutro, sino del ciudadano ateo. Podrá decidir por su hijo, pero no imponerlo a los de todos. Igual que el católico no impone la asignatura confesional de religión a todos los estudiantes. Distinto debe ser el conocimiento del hecho religioso de forma no confesional, y que tan fundamental resulta para entender la historia, la cultura, las tradiciones… Pero el odio de alguno es tan visceral que hasta eso se pretende eliminar.

El tercer elemento de reflexión es insistir en que estamos inmersos en un dramático periodo de pérdidas de libertades. A diario lo vemos en las noticias: un día se merma la libertad de enseñanza, al siguiente la de prensa, al otro la religiosa… De hecho, hace poco hemos presenciado el anuncio de eliminar del código penal el delito de atentado contra el sentimiento religioso. Curiosa paradoja que, en una época de piel extremadamente fina, de mandíbula de cristal, y de desarrollo máximo de los términos acabados en fobia (homofobia, xenofobia, transfobia, gordofobia, …) uno sí pueda atacar, sin problemas ni razones, las creencias de millones de personas que pueden sentirse ofendidas por la supuesta libertad de expresión del que meramente busca notoriedad, en el mejor de los casos, o airear su odio, en el peor.

La defensa de las libertades no compete solo a aquel afectado por la restricción en la práctica y en un momento puntual, sino al conjunto de los ciudadanos. Igual que el católico no debe querer la imposición confesional a cualquier alumno, el ateo no debe pretender la imposibilidad de recibir la asignatura aun por quien la quiera. Cuestión de libertades.

Lo cierto es que todo esto es fuego de artificio, porque en realidad lo de la asignatura de religión es una batalla que estamos perdiendo a pasos agigantados. Solo hay que ver la LOMLOE, los Reales Decretos de enseñanzas mínimas, la inhibición temerosa de la regulación en las Comunidades autónomas y ¡ojo! De cualquier signo político, donde la realidad de la asignatura es que ya está más fuera que dentro del ámbito escolar. Sin alternativa, ni evaluación, es el fantasma de una asignatura.

La campaña dice que pretende preservar la libertad de conciencia del alumnado… Pero debería concluir la frase diciendo: menos del católico, claro.

Jesús Muñoz de Priego Alvear es abogado experto en Derecho educativo

El Debate.com (26-1-2025)

El Evangelio de Marcos


 

Jesús en Nazaret Lc 1, 1-4; 4, 14-21 (TOC3-25)

 “Andad, comed buenas tajadas y bebed vino dulce. Enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios”. El gobernador Nehemías y el sacerdote Esdras invitan a la gente de Jerusalén  a celebrar con júbilo la fiesta de los Tabernáculos (Neh 8,2-10). 

En la liturgia de hoy, este relato subraya la importancia de proclamar y escuchar en la asamblea la palabra de Dios.  En ella encuentra la comunidad la luz del Señor y la fuerza para recorrer el camino de la vida. Con razón añade el texto: “No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza”. 

Con el salmo responsorial cantamos hoy que “la ley del Señor es perfecta y es descanso del alma” (Sal 18,8). 

Las palabras del Señor son espíritu y vida para todos los miembros de esta Iglesia. Para este nuevo pueblo, organizado por Dios como un cuerpo, en el que todos los miembros se complementan unos a otros (1 Cor 12,12-30).

LA  MISIÓN DEL UNGIDO

El evangelio nos introduce en una escena semejante, aunque mucho más humilde. Jesús ha empezado a enseñar en las sinagogas de la comarca de Galilea, acompañado por la buena acogida y la alabanza de las gentes. 

Un día regresa a Nazaret, la aldea donde se había criado. Como era su costumbre, acude el sábado a la sinagoga y se adelanta para hacer la lectura. De hecho, Jesús lee un pasaje contenido en el libro de Isaías en el que se contienen tres puntos importantes (Lc 4,16-21):

• El Espíritu de Dios reposa sobre el Mesías y lo unge para la misión. Ya sabemos  que “Mesías” y “Cristo” se pueden traducir precisamente por el “Ungido”. 

• La unción del Espíritu lo prepara para una triple misión: liberar a los cautivos,  sanar a los enfermos y anunciar una buena noticia a los pobres. 

• El Mesías es enviado a proclamar ante su pueblo la celebración del jubileo, es decir, el año de gracia del Señor y de condonación de las deudas.

El “HOY” DE LA SALVACIÓN

A continuación, Jesús añadió: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Los asistentes se asombraron de aquel comentario del hijo del carpintero.   

• “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Es importante subrayar el “hoy”. Estas palabras nos recuerdan que la Escritura Santa no es una reliquia del pasado. Es una voz que nos invita a la escucha. Es un mensaje que resuena vivo y activo para cada uno de nosotros.

• “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Estas palabras contienen una revelación. Efectivamente, en Jesús se cumplían las antiguas profecías. Él era y es el Mesías enviado por Dios. Su misión incluye la liberación y la sanación de toda dolencia. 

• “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Estas palabras se cumplen también en la realidad presente de la Iglesia. Enviada por Dios, ha de hacerse cargo de los marginados, anunciar a los pobres el mensaje de su dignidad y propiciar la reconciliación universal.

La fuerza liberadora del evangelio Lc 1, 1-4; 4, 14-21 (TOC3-25)

1. La lectura del evangelio se introduce con un prólogo (Lc 1,1-4) en el que el evangelista expone el método que ha seguido para componer su obra: ha usado tradiciones vivas, orales y escritas, e incluso, sabemos hoy, que ha usado el evangelio de Marcos como fuente. No quiere decir que lo siga al pie de la letra aunque, en grandes bloques, le sirve como estructura. Lo que sí está claro es que Lucas, con su mentalidad occidental, cuidadosa, historicista (en lo que cabe en aquella época) se ha informado cuanto ha podido para escribir sobre Jesús de Nazaret. No obstante, su obra no es la “historia de Jesús”, una historia más, sino que, como en el caso de Marcos, es el evangelio, la buena noticia de Jesús lo que importa. Por eso, en realidad, la lectura del evangelio tiene su fuerza en el episodio de Jesús en la sinagoga de Nazaret, donde se había criado (Lc 4, 14-21), después de presentarlo como itinerante en la sinagogas de Galilea, donde se comenzó a escuchar esa buena noticia para todos los hombres.

2. Es ya significativo que el evangelio no se origina, no aparece en Jerusalén, sino en el territorio que, como Galilea, tenía fama de influencias paganas y poco religiosas, de acuerdo con las estrictas normas de Jerusalén. De ahí el dicho popular: “y todo comenzó en Galilea”. Lucas, no obstante, concederá mucha importancia al momento en que Jesús decide ir hacia la capital del judaísmo, (9,51ss) ya que un profeta no puede evitar Jerusalén. Y Lucas es absolutamente consciente que Jesús es el profeta definitivo de la historia de la humanidad. Así nos lo presenta, pues, en ese episodio de la sinagoga del evangelio de hoy: dando la gran noticia de un tiempo nuevo, de un tiempo definitivo en que aquellos que estaban excluidos del mensaje salvífico de Dios, son en realidad los primeros beneficiarios de esa buena nueva.

3. El relato de la sinagoga de Nazaret, lo que leemos hoy (4,14-21) es una construcción muy particular de Lucas; una de las escenas programáticas del tercer evangelista que quiere marcar pautas bien definidas de quién es Jesús y lo que vino a hacer entre los hombres. Eso no quiere decir que la escena no sea histórica, pero está retocada por activa y por pasiva por nuestro autor para lograr sus objetivos. Es el programa del profeta de Galilea que viene a su pueblo, Nazaret y desde la sinagoga, lugar de la proclamación de la palabra de Dios, lanzar un mensaje nuevo. Por ello, el mensaje que nos propone Lucas sobre lo que Jesús pudo decir en Nazaret y en las otras sinagogas se inspira en textos bien precisos (Is 61,1-2; 58,6) que hablan de la buena nueva para los ciegos, cojos, pobres, excluidos o condenados de cualquier raza o condición.

4. Resaltemos, pues, que el texto que se lee en la sinagoga,-el que le interesa citar a Lucas-, es un texto profético, aunque también se leía y proclamaba la Ley (había una lectura continua que se conoce como parashâh). El cristianismo, -no olvidemos la primera lectura de hoy-, encuentra su fuente de inspiración más en las palabras de los profetas que en las tradiciones jurídicas del Pentateuco (halaka). Esto no lo podemos ignorar a la hora de entender y actualizar un texto como este que Lucas ha construido sobre la predicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret. Jesús era un profeta y el pueblo lo veía como tal. Es eso lo que Lucas quiere subrayar en primer lugar y por eso ha “empalmado dos textos de Isaías para ajustar su mensaje liberador y de gracia.

5. Incluso se va más allá, ya que Jesús, como profeta definitivo, corrige las mismas experiencias de los profetas del Antiguo Testamento. En esos textos citados por Lucas se hace caso omiso de la ira de Dios contra aquellos que no pertenecen al pueblo de Israel. Dios, pues, el Dios de Jesús, no ama a un pueblo excluyendo a los otros, sino que su proyecto es un proyecto universal de salvación para todos los hombres. Por eso su mensaje es evangelio, buena nueva. Así concluye el mensaje fundamental del evangelio de este domingo, aunque la escena es mucho más compleja y determinante (no obstante, la continuación de la misma se guarda como lectura evangélica para el próximo domingo). Lo importante está dicho: en Galilea, Jesús profeta, rompiendo el silencio de Nazaret, nos trae la buena nueva a todos los que la anhelamos, aunque seamos pecadores. Nadie está excluido de la salvación de Dios.