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Ligtheaded - Corto de Adviento

 

Esperar es operar Mc 13,33-37 (ADVB1-20)

 “Jamás se oyó ni se escuchó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por quien espera en él. Sales al encuentro de quien practica con alegría la justicia y, andando en tus caminos, se acuerda de ti” (Is 64,3-4). El creyente recuerda los pecados de su pueblo. Pero sabe que Dios es un padre misericordioso. Queremos dejarnos moldear por él como la arcilla por las manos del alfarero.

Con ese espíritu nosotros iniciamos el camino del Adviento. Este es el momento para ir repitiendo un día y otro días esa hermosa súplica del salmo 79: “Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve”.

Al comienzo de su primera carta a los Corintios, san Pablo evoca el ritmo de los tiempos. Da gracias a Dios por los dones totalmente gratuitos que por medio de Cristo ya han recibido en el pasado. Les recuerda que en el presente han de vivir aguardando la manifestación del Señor. Y les promete que en el futuro, el mismo Señor los mantendrá firmes hasta el final (1 Cor 1,3-9).

LAS TENTACIONES Y LA ESPERA

 En este ciclo B, la liturgia dominical nos ofrecerá continuamente la lectura del evangelio según san Marcos. En este primer domingo de Adviento se incluye una breve parábola, en la que Jesús se refiere a la actitud de los criados que están a la espera de que su amo regrese de un viaje. El portero de la casa ha recibido el mandato expreso  de mantenerse en vela  (Mc 13,33-37). 

• La sorpresa que ha producido la pandemia del coronavirus nos acusa de haber caído en esas cuatro tentaciones que se mencionan en la primera lectura. Estábamos manchados y corrompidos. Nos dejábamos arrastrar por cualquier viento, como las hojas marchitas de los árboles. No invocábamos el nombre del Señor. Y estábamos como aletargados en nuestra comodidad.

• Además, la parábola de los criados que aguardan la llegada de su amo es apropiada para este tiempo litúrgico del Adviento. Este es el tiempo para recordar nuestra vocación a la esperanza. Estamos llamados a vivir aguardando la venida del Señor. Ya no como siervos, sino como hermanos.. A todos se nos ha confiado una tarea concreta. Así que no podemos esperar en la ociosidad.

VIGILANCIA Y FRATERNIDAD

Es interesante descubrir que en el evangelio de hoy se repite por tres veces la exhortación a la vigilancia. La rutina en el trabajo y el olvido de las tareas que se nos han encomendado pueden adormecernos. Pero no podemos caer en la pereza de una siesta irresponsable.

• “Estad atentos y vigilad, pues no sabéis cuándo es el momento”. En este caso, la ignorancia no es una desgracia, sino un estímulo. Ningún instante puede ser despreciado. Cualquier momento puede ser el de la aparición del Señor en nuestra vida  y en la historia de la humanidad.   

• “Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa”. A veces olvidamos que también vela quien espera a la persona amada. La venida del Señor no puede concebirse como una amenaza. Si nos mantenemos en vela no es por temor, sino por amor.

• “Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!”. La exhortación de Jesús se dirige a cada uno de nosotros. No podemos vivir en la acedia ni en el pesimismo estéril. Hay mucho que hacer en el mundo, en la Iglesia, en nuestra casa. Esperar es operar. Aguardamos la venida del Señor, conscientes de nuestra vocación al amor y al compromiso con la vida, con la verdad y la justicia.

La vigilia, una llamada a la esperanza Mc 13,33-37 (ADVB1-20)

 1. El evangelio de Marcos propio del Ciclo B que inauguramos con este Adviento, insiste en el tema de la carta de Pablo. El c. 13 de Marcos se conoce como el "discurso escatológico" porque se afrontan las cosas que se refieren al final de la vida y de los tiempos. Es un discurso que tiene muchos parecidos con la literatura del judaísmo de la época que estaba muy determinada para la irrupción del juicio de Dios para cambiar el rumbo de la historia. Los otros evangelistas lo tomarían de Marcos y lo acomodarían a sus propias ideas. En todo caso, este discurso no corresponde exactamente a la idea que Jesús de Nazaret tenía sobre el fin del mundo o sobre la consumación de la historia.

2. Es bastante aceptado que es un discurso elaborado posteriormente, en situaciones nuevas y de crisis, sobre una “tradición” de Jesús y también de algo sucedido en tiempo del emperador Calígula. Aquí, el evangelista, se vale de la parábola del portero que recibe poderes para vigilar la casa hasta que el dueño vuelva. Estamos ante el final del discurso, y se ve que es como una especie de consecuencia que saca, el redactor del evangelio, de la tradición que le ha llegado a raíz de los acontecimientos que han podido marcar la crisis de Calígula, un hombre que no era agraciado ni en el cuerpo ni en el espíritu, como cuenta de él Suetonio (Calig., L). Los judíos habían derribado un altar pagano en Yamnia, y el emperador mandó hacer en el templo de Jerusalén un altar a Zeus. Para los judíos y los judeo-cristianos supuso una crisis de resistencia como oprimidos frente al poder del mundo. En aquél entonces algunos judeo-cristianos no habían roto todavía con el judaísmo y con el templo. No pueden desear otra cosa que legitimar su anhelo religioso en aras de una visión apocalíptica de la historia: sobre todo, es necesaria la fidelidad a Dios antes que la lealtad a los poderes del mundo que oprimen.

3. En la historia de la humanidad siempre se repiten momentos de crisis; situaciones imposibles de dominar desde el punto de vista social y político, cuando no es una catástrofe natural. La interpretación religiosa de esos acontecimientos se presta a muchos matices y a veces a falsas promesas. El hecho de que no se pueda asegurar el día y la hora pone en evidencia a los grupos sectarios que se las pintan muy bien para atemorizar a personas abrumadas psicológicamente. El lenguaje apocalíptico, que no era lo propio de Jesús, se convierte para algunos en la panacea de la interpretación religiosa en los momentos de crisis y de identidad.

4. Hoy, sin embargo, debemos interpretar lo apocalíptico con sabiduría y en coherencia con la idea que Jesús tenía de Dios y de su acción salvadora de la humanidad. Se pide "vigilancia". ¿Qué significa? Pues que vivamos en la luz, en las huellas del Dios vivo, en el ámbito del Dios de la encarnación como misterio de donación y entrega. Ese es el secreto de la vigilancia cristiana y no las matemáticas o la precisión informática de nuestro final. Esto último no merece la pena de ninguna manera. Pero vigilar, es tan importante como saber vivir con dignidad y con esperanza. Hablar de la “segunda” venida del Señor hoy no tendría mucho sentido si no la entendemos como un encuentro a nivel personal y de toda la humanidad con aquél que ha dado sentido a la historia; un encuentro y una consumación, porque este mundo creado por Dios y redimido por Jesucristo no se quedará en el vacío, ni presa de un tiempo eternizado. Dios, por Jesucristo, consumará la historia como Él sabe hacerlo y no como los Calígula de turno pretenden protagonizar. Es esto lo que hay que esperar, y el Adviento debe sacar en nosotros a flote esa esperanza cristiana: todo acabará bien, en las manos de Dios.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Nuestro Rey Pastor Mt 25,31-46 (TOA34-20)

 “Buscaré la oveja perdida, recogeré a la decarriada; vendaré a las heridas, fortaleceré a la enferma; pero a la que está fuerte y robusta la guardaré: la apacentaré con justicia… Yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío” (Ez 34,16-17).

Israel no siempre había tenido los buenos pastores que esperaba. Por medio del profeta Ezequiel, Dios promete liberar a sus ovejas de los malos pastores. Además, se presenta a sí mismo como pastor de su rebaño. Lo conducirá a buenos pastos y cuidará personalmente de sus ovejas. Con esa imagen representa a las gentes de su pueblo. Dios las juzgará con rectitud y justicia.

Después de esa lectura, el salmo responsorial necesariamente había de recoger la confianza del creyente que proclama confiadamente: “El Señor es mi pastor, nada me falta” (Sal 22). 

Evocando una famosa profecía mesiánica (Sal 110,1), san Pablo nos recuerda que “Cristo tiene que reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies” (1 Cor 15,25). 

LOS TÍTULOS DEL JUEZ

 En esta solemnidad de Jesucristo Rey del universo (Mt 25,31-46) tenemos presente el fresco del Juicio Final que Miguel Ángel pintó en la Capilla Sixtina. Esa profecía evangélica nos ofrece, antes que otra cosa, una reflexión sobre Jesús. Los cinco títulos con los que se presenta nos indican quién es él y cuál es la misión que le ha sido confiada. 

• Jesús es el Hijo del Hombre, que comparte la suerte de toda la humanidad, pero llega acompañado de los ángeles para juzgar nuestra historia.

• Jesús es el hijo del Padre, que pronuncia la bendición y la maldición como sentencia definitiva sobre las decisiones humanas.

• Jesús es el Pastor, que conoce tanto a las ovejas como a las cabras de su rebaño y las separa de acuerdo con un criterio de valía universal. 

• Jesús es el Rey, que se identifica personalmente con los más pequeños, con los ignorados  y con  los  marginados en su reino.

• Jesús es el Señor, al que unos y otros dirigen la misma pregunta: “¿Cuándo te vimos hambriento, sediento o necesitado y te atendimos o te ignoramos?”. 

LA CLAVE DEL REINO

  evangelio de hoy no solo habla del Rey. Habla también de la humanidad. Israel esperaba un Mesías que haría justicia a sus gentes y castigaría a sus enemigos. Ahora sabemos que el Rey-Pastor reunirá a “todas las naciones” de cualquier religión o ideología. A todos habrá de juzgar según el mismo código de la acogida y el rechazo. El mismo “protocolo”,  como dice el papa Francisco.

• “Venid benditos de mi Padre… porque tuve hambre y me disteis de comer”. Jesús había ya declarado una norma fundamental, que subrayaba la importancia del “recibir”: “Quien a vosotros recibe a mí me recibe; y quien me recibe a mí, recibe a aquel que me envió” (Mt 10,40).  El juicio manifiesta que algunos han identificado a los necesitados con Jesús y con su Padre.

• “Apartaos de mí malditos… porque tuve hambre y no me disteis de comer”. El mismo diálogo que Jesús repite ante la humanidad indica que el criterio de la justicia no se limita a creencias y oraciones. Todos seremos juzgados sobre el servicio de amor que hayamos prestado o negado a Jesucristo. Él se nos revela cada día en los “humildes” y aplastados por la sociedad.

Un “reino” de vida, por la justicia y la paz Mt 25,31-46 (TOA34-20)

1. El evangelio de hoy, de Mateo, el que se conoce como el “juicio de las naciones”, está en conexión con la primera lectura en razón del papel de las ovejas y del futuro que les espera. Ahora, aquél pastor pasa a ser rey de las naciones, del universo entero. El Hijo del hombre juzga como los reyes (“en su trono de gloria”)… pero en realidad es un elemento no decisivo, ya que el “reinado de Dios”, clave del mensaje de Jesús, no expresa monarquía, ni sistema político determinado aún en lo parlamentario, sino un planteamiento ético universal. Y todo lo que muchas mentes fundamentalistas alimentan en un texto tan complejo como este (v.g. el juicio del valle de Josafat), debería dejarse de lado para ir a lo fundamental. La teología del evangelista trata de presentar una dimensión cósmica, universal, de la acción del Señor. Todo el mundo, toda la historia, pues, están bajo la acción salvadora y redentora del Señor. No es solamente Israel, el pueblo judío o en nuestro caso los cristianos, como ya lo ha manifestado antes (Mt 19,16-19).

2.El relato tiene una serie de acciones y símbolos que hacen pensar: derecha-izquierda, ovejas-cabras, hermanos pequeños, benditos de mi padre, dar de beber, conmigo lo hicisteis. Así ha nacido una interpretación de carácter “filantrópico” y de solidaridad que no presume o abusa de elementos “religiosos” en muchos casos. Algunos se indignan porque ésta sería la lectura que plantea o justifica un seguimiento de Jesús casi “sin religión” o que cualquier hombre o mujer sin fe, están llamados a la salvación simplemente por solidaridad con sus hermanos. En realidad el texto dice lo que dice y enseña lo que algunos “temen”. Y además, está en Mateo cuyo texto respira judaísmo por todos los poros. Es un texto, sin duda que viene de Jesús, aunque la elaboración mateano no deja lugar a dudas. Pero Mateo no ha podido ocultar la radicalidad contracultural con la que Jesús pudo expresarse en su momento.

3.No negamos que es un texto difícil, pero nada alambicado. Es verdad que los “hermanos míos pequeños” son los seguidores de Jesús que sufren y son perseguidos… pero los hermanos de Jesús “pequeños” son todos los hombres y mujeres que sufren. Y eso no significa que la religión salta por los aires, sino que la religión del “reinado de Dios” es universal, y en la que caben aquellos que sin pertenecer a una estructura religiosa confesional pueden hacer posible lo que el Reino de Dios pretende, hacer de este mundo un “reinado de vida” por la justicia y la paz. Pensar que eso es un reduccionismo de la religión verdadera es no haber entendido el mensaje evangélico de Jesús. El mensaje de Jesús seguirá siendo escandaloso siempre. Y si nunca pudo ser encerrado de lleno en el judaísmo de la época es porque en Jesús comienza algo radicalmente nuevo, desde su continuidad-discontinuidad con la religión de su pueblo y con el Dios de Israel.

4. Por lo mismo, tendríamos que ver aquí una afirmación rotunda, atrevida en cierta manera: todos los hombres, sean creyentes o no, tienen que enfrentarse críticamente con el proyecto salvífico de Cristo. Y la pregunta podría ser, ¿qué criterios pueden servir para los que no creen en Dios ni en Cristo? Pues el mismo criterio que para los cristianos y creyentes: el amor y la misericordia con los hermanos. Ese es el único criterio divino y evangélico de salvación y de felicidad futura: la caridad y la ayuda a los pobres, a los hambrientos y a los desheredados. El juicio divino no tiene unas leyes que beneficien a unos y perjudiquen a otros, como a veces se da a escala mundial. Cristo, es el rey de la historia y del universo, porque su justicia es la aspiración de todos los corazones.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/22-11-2020/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/

Solemnidad de Cristo Rey (Relacionar datos de dos columnas)

 


No "enterrar" el futuro Mt 25,14-30 (TOA33-20)

1. El evangelio de Mateo (25,14-30) nos muestra, tal como lo ha entendido el evangelista, una parábola de "parusía" sobre la venida del Señor. Es la continuación inmediata del evangelio que se leía el domingo pasado y debemos entenderlo en el mismo contexto sobre las cosas que forman parte de la escatología cristiana. La parábola es un tanto conflictiva en los personajes y en la reacciones. Los dos primeros están contentos porque “han ganado”; el último, que es el que debe interesar (por eso de las narraciones de tres), ¿qué ha hecho? :“enterrar”.

2.Los hombres que han recibido los talentos deben prepararse para esa venida. Dos los han invertido y han recibido recompensa, pero el tercero los ha cegado y la reacción del señor es casi sanguinaria. El siervo último había recibido menos que los otros y obró así por miedo, según su propia justificación. ¿Cómo entendieron estas palabras los oyentes de Jesús? ¿Pensaron en los dirigentes judíos, en los saduceos, en los fariseos que no respondieron al proyecto que Dios les había confiado? ¿Qué sentido tiene esta parábola hoy para nosotros? Es claro que el señor de esta parábola no quiere que lo entierren, ni a él, ni lo que ha dado a los siervos. El siervo que “entierra” los talentos, pues, es el que interesa.

3. Parece que la recompensa divina, tal como la Iglesia primitiva pudo entender esta parábola, es injusta: al que tiene se le dará, y al que tiene poco se le quitará. Pero se le quitará si no ha dado de sí lo que tiene. Y es que no vale pensar que en el planteamiento de la salvación, que es el fondo de la cuestión, se tiene más o menos; se es rico o pobre; sino que la respuesta a la gracia es algo personal que no permite excusas. La diferencia de talentos no es una diferencia de oportunidades. Cada uno, desde lo que es, debe esperar la salvación como la mujer fuerte de los Proverbios que se ha leído en primer lugar. Tampoco el señor de la parábola es una imagen de Dios, ni de Cristo, porque Dios no es así con sus hijos y Cristo es el salvador de todos. Es una parábola, pues, sobre la espera y la esperanza de nuestra propia salvación. No basta asegurarse que Dios nos va a salvar; o aunque fuera suficiente: ¿es que no tiene sentido estar comprometido con ese proyecto? La salvación llega de verdad si la esperamos y si estamos abiertos a ella.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/15-11-2020/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/

Los tesoros del reino Mt 25,14-30. (TOA33-20)

“Una mujer fuerte ¿quién la hallará?… Abre sus manos al necesitado y tiende sus brazos al pobre. Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura; la que teme al Señor merece alabanza. Cantadle por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en público”. Es famoso este elogio bíblico de la mujer (Prov 31,10-31). Sobresale por su trabajo, por su piedad para con Dios y su caridad con los pobres. Evidentemente no se distingue por su pereza.

El salmo responosorial se hace eco de este poema, proclamando dichosos a los que temen al Señor” (Sal 127), es decir a los que lo respetan con amor filial, confiando en su misericordia y cumpliendo su voluntad.

La segunda lectura es muy apropiada para este domingo que nos acerca al final del año litúrgico. San Pablo exhorta a los fieles de Tesalónica a vivir esperando el Día del Señor. Precisamente porque no sabemos cuándo tendra lugar su manifestación, nosotros, como ellos, hemos de vivir despiertos y conservando la sobriedad (1 Tes 5,1-6).

EL ENCARGO

 En el evangelio se proclama la parábola de los talentos (Mt 25,14-30). Junto con la parábola de las doncellas invitadas a la boda y la profecía del juicio final este texto nos invita a vivir fiel y responsablemente nuestra vocación a la esperanza cristiana.

Vivimos el presente aguardando la manifestación futura de nuestro Señor Jesucristo. Nuestra vida esta caracterizada por el signo de la esperanza. Pero no podemos confundir esta segunda virtud teologal con un aguardo meramente pasivo y despreocupado de las realidades que nos han sido confiadas. Si creer es crear, se puede decir que esperar es operar. No cabe la pereza.

La parábola de los talentos se articula en dos tiempos. En el primero se presenta a un señor que, antes de emprender un viaje, entrega unas  notables cantidades de dinero a tres de sus criados. Dos de ellos negocian con lo que han recibido y logran doblar su valor. El tercer criado excava un hoyo en la tierra y allí esconde el talento que le ha sido entregado por su amo, cuyas reacciones cree conocer bien. Sin embargo, por temor o por pereza no responde al encargo de su amo.   

EL ENCUENTRO

La segunda parte de la parábola recoge el momento en que el amo se encuentra de nuevo con sus criados, pide que le rindan cuentas de lo que han hecho con los talentos y expresa su juicio sobre ellos.

• “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor. Como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante. Pasa al banquete de tu Señor”. Así habla el Señor a los criados que han redoblado los talentos que él les entregó.

Y asi nos habla a nosotros. El Señor es el dueño, nosotros somos sus criados. Hemos sido elegidos para colaborar con él. Se nos ha entregado la fe para que consigamos otros creyentes. El Señor espera de nosotros que seamos fieles a su encargo y nos premia con su compañía.

• “Eres un siervo negligente y holgazán… A ese siervo inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”.  Así reprende y condena el Señor al criado que ha escondido en la tierra el talento recibido.

Y así nos reprende a nosotros, si encuentra que somos perezosos y egoístas. Él es el Señor. No podemos considerar lo recibido de él como si fuera una propiedad privada de la que podemos disponer a nuestro antojo.

Las doncellas de las bodas Mt 25,1-13 (TOA32-20)

 “Meditar sobre la sabiduría es prudencia consumada, y el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones”. Este texto que hoy se lee en la celebración de la misa (Sab 6,12), nos presenta una imagen muy sugerente de la sabiduría. No la buscamos nosotros, sino que es ella quien nos busca y nos espera sentada a la puerta de nuestra casa.

La sabiduría no es “algo” que se pueda comprar en el mercado. No es un sistema filosófico que nos enseñan en la universidad. No es una estrategía para conseguir entrar en una base de datos. Es “alguien” que sale a nuestro encuentro para guiarnos amorosamente por el camino de la verdad.

Con razón el salmo responsorial nos invita a responder con una confesión de nuestros anhelos: “Mi alma está sedienta de ti, Señor Dios mío” (Sal 62,2-8).

En este mes, en que recordamos muy cordialmete a nuestros difuntos, san Pablo nos dice como a los cristianos de Tesalónica que el duelo no nos aflija “como a los que no tienen esperanza (1 Tes 4,1-13). 

LA ESPERANZA Y LA PEREZA 

Las tres parábolas que cierran el año litúrgico nos hablan de la esperanza. La primera de ellas recuerda a diez doncellas invitadas a la celebración de una boda. Cinco de ellas han adquirido aceite suficiente para alimentar sus lámparas. Las otras cinco son más descuidadas y se han olvidado de tomar esa previsión (Mt 25,1-13). ¿Qué puede significar este mensaje?

• La parábola nos dice que la Iglesia está llamada a vivir y caminar esperando la manifestación de su Esposo. Ha de estar muy atenta para percibir las muchas voces que anuncian su llegada a nuestra sociedad.

Es verdad que, algunas veces, la Iglesia puede mostrarse inquieta o distraída por los muchos desafios que la llevan a la prisa o al nerviosismo. Pero si la Iglesia no vive preparada para acoger al Señor no será reconocida por Él.

• La parábola tiene también un mensaje para cada uno de nosotros. Estamos llamados a iluminar, aunque sea con nuestros pobres medios, el camino de nuestros hermanos. Y a celebrar con ellos la fiesta del amor y de la vida.

Sin embargo, hemos de reconocer que a veces nos vence la pereza. No sabemos responder a las demandas de Dios ni a las necesidades de nuestros hermanos. No debemos vivir distraídos en tiempos en que es preciso vivir muy despiertos. 

EL AVISO Y EL GRITO

En esta parábola de las doncellas que acompañan a la novia resuenan dos voces que, de alguna manera,  resumen la llamada que nos despierta y la respuesta que deberíamos dar.

• “¡Llega el esposo: salid a recibirlo!” Esta es la voz del maestro de ceremonias de la boda. Debemos oír ese aviso a través de las invitaciones o lamentos de nuestros hermanos. No podemos  ignorar la presencia del Señor.

Es preciso despertar de nuestro sueño y de nuestra comodidad. Estamos llamados a  reconocer los signos que nos anuncian la venida del Señor. Es un deber para toda la comunidad. Y esa es nuestra responsabilidad de cada día.

• “Señor, Señor, ábrenos”. Esa otra voz es el grito que nosotros dirigimos al Señor en momentos de agobio. Nuestra pretensión de autonomía se ve derrotada por las crisis que, en forma de diversas pandemias, nos asaltan.

Hemos pensado que nosotros poseíamos  las claves para interpretar el pasado y prever el futuro. Pero de pronto nos damos cuenta de que hemos quedado fuera de la fiesta de la vida. Solo el Señor puede abrirnos la puerta  de la esperanza.

La actitud frente a la felicidad eterna Mt 25,1-13 (TOA32-20)

 El evangelio, texto exclusivo de Mateo, nos propone la parábola de las vírgenes necias y las prudentes . No siempre hemos logrado penetrar adecuadamente en su sentido, ya que la narración está recargada de significados específicos diversos. Se habla de "diez', quizás porque era el número exigido para la calidez de la plegaria en la sinagoga o fuera de ella. Por lo mismo se apunta, o precisa el autor del evangelio de Mateo, que es una parábola de sesgo comunitario a todos los efectos. Incluso la boda, con toda su significación bíblico-mesiánica, es útil para enmarcar el punto final: la llegada o venida del esposo. Sin esposo no hay boda ni nada lamento de sus amigas, en este caso vírgenes, lo que quiere decir simplemente "no casadas" y que también un día serán desposadas. Entre tanto, acompañan a su amiga a lo más importante de su vida pero, sin el esposo, nada tiene sentido. Algunos autores han apuntado a las interpretaciones rabínicas del Cantar de los Cantares que ven en el coro de las "hijas de Jerusalén" el grupo de los discípulos que llevan en sus manos la luz de la "Thora" y vigilan la llegada del Mesías. El aceite era en el judaísmo, además, el signo de las buenas obras, así como de la alegría de la acogida (Sal 23,5; 104,15; 133,2) e incluso de la unción mesiánica (Sal 45,8; 89,21).

Jesús, en ella, se vale del marco de una fiesta de bodas para hablar de algo trascendental: la espera y la esperanza, como cuando la novia está ardiendo de amor por la llegada de su amado, de su esposo. Pero los protagonistas no son ni el novio (lo será al final de todo), ni la novia, en este caso, sino las doncellas que acompañaban a la novia para este momento. Eso quiere decir que ellas se gozaban en gran manera con este acontecimiento, como si ellas mismas estuvieran implicadas, tanto como la novia, y sin duda la narración da a entender que debían estarlo; pero para este acontecimiento de amor y de gracia hay que estar preparados, o lo que es lo mismo, deben abrirse a la sabiduría; el júbilo que se respiraba en una boda como la que Jesús describe es lo propio de algo que alcanza su cenit en la venida del esposo.

La iglesia primitiva ha alegorizado, sin duda, la propuesta de Jesús en razón precisamente de la "parusía" que no llegaba, pero que podía llegar en cualquier momento. Este es un problema muy discutido. La frustración en la primera o segunda generación cristiana, sobre la llegada de la "parusía" o el fin del mundo, es decir, la plenitud del Reino de Dios, no se ha resuelto adecuadamente (solamente en Lucas tenemos una enseñanza más acorde con el retraso de la parusía). Por ello, la diez vírgenes son representación de una comunidad, de la comunidad cristiana. ¿Habría aceite en las lámparas para ese momento? En definitiva ¿habría sabiduría) Así es como se enlaza con el sentido de la primera lectura, que como dijimos, marca la pauta de la liturgia de hoy. Sabernos que esta es una parábola de "crisis", no para atemorizar; sino para mantener abierta la esperanza a esa dimensión tan importante de la vida.

Entonces, ¿qué es la parusía? ¿qué significa el fin del mundo) (lo veremos mejor cl próximo domingo). Lo importante es estar preparados para la venida del esposo, el personaje que se hace esperar. Se habla de una "presencia" (que eso significa "parusía) ante los que esperan. Por tanto, no es cuestión de entender el terna en términos cósmico-físicos, sino de cómo nos enfrentamos a lo más importante de nuestra vida: la muerte y la eternidad: ¿con sabiduría? ¿con alegría? ¿con aceite, con luz? ¿con esperanza? Este mundo puede ser "casi" eterno, pero nosotros aquí no lo seremos. Estamos llamados a una "presencia de Dios" (parusía) y eso es como unas bodas: debemos anhelar amorosamente ese momento o de lo contrario seremos unos necios y no podremos entender unos desposorios de amor eterno, de felicidad sin límites.

Fray Miguel de Burgos Núñez