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Esperar la venida del Señor Mc 1,1-8 (ADV2-23)

“Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión. Alza con fuerza la voz, heraldo de Jerusalén. Álzala, no temas; di a las ciudades de Judá: aquí está vuestro Dios” (Is 40,9).  Esta exhortación se encuentra en la segunda parte del libro de Isaías. Llega el final del destierro que el pueblo ha padecido en Babilonia. Un heraldo ha de anunciarlo a las gentes.

 El centro de su mensaje es que Dios está dispuesto a renovar los gestos con los que en otro tiempo liberó a su pueblo de la esclavitud sufrida en Egipto. Su misericordia se hará muy notoria para todos. Es hora de preparar al Señor el camino del  nuevo éxodo que él quiere recorrer con los que van a retornar a su patria.

El salmo responsorial se hace eco de esa promesa de liberación. “La salvación está ya cerca de sus fieles… La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos” (Sal 84).

La esperanza es un don de Dios. Pero nosotros hemos de responder a su iniciativa. Hemos de estar preparados para “esperar y apresurar la venida del Señor” (2 Pe,3,12).

EN EL DESIERTO

 Según el profeta, en el desierto había que preparar el camino al Señor. Según el evangelio, en el desierto se oye un grito: “Una voz grita en el desierto: Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos” (Mc 1,3). El desierto era antes la vía de retorno de los desterrados. El desierto es ahora el lugar donde resuena la voz de Juan el Bautista.

• “Preparar el camino al Señor”. Con demasiada frecuencia pretendemos que Dios venga a solucionar milagrosamente nuestros problemas. La voz del Bautista nos invita a hacer algo por nuestra parte. Dios está dispuesto a venir en nuestro auxilio. Pero nosotros podemos y debemos cambiar las estructuras y preparar el camino por el que ha de llegar su ayuda.

• “Allanad sus senderos”. Son muchos los que se niegan a colaborar con Dios. Unos porque niegan su existencia y otros porque desconocen su  misericordia. Es hora de pensar cómo podemos allanar los caminos para que sea perceptible su presencia. También los que decimos  creer en Dios necesitamos examinar los obstáculos que ponemos a su acción. 

No podemos excusarnos diciendo que vivimos en un desierto. Porque también en el desierto oyen voces proféticas que nos exhortan a vivir una esperanza comprometida.

DONES Y FRUTOS

Pues bien, el profeta del desierto nos sorprende también ahora por su valentía y su sobriedad, por su humildad y por su fe en el mensaje que pregona.

• “Detrás de mí viene el que puede más que yo”. Juan anuncia al que viene. No podemos caer en la desesperanza. Tenemos que escuchar las voces que anuncian la posibilidad y la llegada de la salvación y denuncian nuestra comodidad y nuestra presunción.   

• “Él os bautizará con Espíritu Santo”. Hemos sido bautizados con agua. Nuestro bautismo significa el don de la fe recibida y el compromiso de vivirla cada día. El Espíritu de Dios nos concede sus dones para que podamos anunciar su frutos. 

El camino de Dios es el Evangelio Mc 1,1-8 (ADV2-23)

1. Se inicia en todos los sentidos el evangelio de Marcos. Como prólogo sirve para marcar las diferencias y los vínculos con el AT. Para ello se ha valido de la figura de Juan Bautista, que es una figura señera del Adviento. Históricamente, sabemos que Juan el Bautista predicó la llegada de un tiempo decisivo, que él mismo no podía alcanzar a ver con toda su radicalidad; pero de la misma manera que el AT es la preparación del NT, Juan resume toda esta función. Marcos (quien sea esta figura del cristianismo primitivo) escribe una obra que llama “evangelio”, buena noticia, ¡toda una proeza!. Pero esa buena noticia está en contraste con muchas cosas del pasado, las mejores de las cuales las representa en este instante el profeta del desierto, Juan el Bautista.

2. El Bautista era un profeta apocalíptico, y en el texto se nos describe con los rasgos del gran profeta Elías (2 Re 1,8, Mal 3,23), por eso no podrá entender plenamente la grandeza del evangelio que viene, incluso después de haber bautizado a Jesús. Juan está en el desierto, y el desierto es sólo una etapa de la vida del pueblo; es un símbolo de retiro, de penitencia, de conversión. El desierto es lo que está antes de la “tierra prometida”, y así hay que interpretarlo como semiótica certera. Pero también es verdad que es un marco adecuado para anhelar y desear algo nuevo y radical. Eso le sucede a Juan: presiente que algo nuevo está llegando... para lo que pide conversión.

3. Pero la conversión cristiana, la que propondrá Jesús, debe llevar también el signo de la alegría. No obstante, los cristianos, cuando tuvieron que revisar la misma predicación de Juan el Bautista, supieron dotarla de los elementos teológicos que marcaban la diferencia entre lo que él hacía y lo que haría aquél al que no era capaz de desatar la sandalia de sus pies. El bautismo de Juan y el bautismo cristiano están diferenciados por el Espíritu; no se trata solamente de penitencia. Los que seguían a Juan debían renunciar a su pasado. Los que siguen a Jesús, además de eso, tendrán un “espíritu” nuevo. Por lo mismo, y aunque Juan representa lo mejor del AT, también la esperanza que mana del mismo queda alicorta con respecto a lo que Jesús ha traído al mundo.

Fray Miguel de Burgos Núñez
Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/10-12-2023/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/

La venida del Hijo del Hombre Mc 13,33-37 (ADV1-23)


 

Vivir en ESPERANZA Mc 13,33-37 (ADV1-23)

“Jamás se oyó ni se escuchó ni ojo vio un Dios, fuera de ti,  que hiciera tanto por quien espera en él” (Is 64,3). El pueblo de Israel reconoce haber pecado y haber olvidado la ley de Dios. Pero sabe que Dios es misericordioso y que en él encontrará la salvación. 

Es conmovedora la confesión de su fe: “Tú sales al encuentro de quien practica con alegría la justicia y, andando en tus caminos, se acuerda de ti” (Is 64,4). A pesar de sus culpas, Israel expresa su confianza mediante una hermosa imagen: “Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú nuestro alfarero: todos somos obra de tus manos” (Is 64,7).

A esta confesión, el salmo responsorial añade una súplica en la que se recoge la esperanza de la salvación: “Señor, Dios nuestro, que brille tu rostro y nos salve” (Sal 79).

 Estas súplicas, tan apropiadas al Adviento que hoy comienza, encuentran apoyo en las palabras de San Pablo. A los que aguardan la manifestación de Jesucristo les asegura que el Señor los mantendrá firmes hasta el final (1Cor 1,7-8). Es la promesa más oportuna para los que tratamos de mantener viva la esperanza. 

ATENCIÓN Y VIGILANCIA

 A lo largo de este nuevo año litúrgico se leerá el evangelio según san Marcos. En este primer domingo del Adviento se recuerda una invitación de Jesús a mantener una esperanza despierta y vigilante (Mc 13,33-37).

• “Estad atentos y vigilad”. La prisa y la frivolidad son marcas de este tiempo. Así que este aviso tiene una palpitante actualidad. Mantenerse despiertos y prestar atención a lo que sucede siempre será una buena medida de prudencia. Pero es también un consejo necesario para tratar de ver la realidad con los ojos de la fe.

• “No sabéis cuándo es el momento”. A pesar de la obsesión por disfrutar el presente,  muchas personas viven atenazadas por el miedo al futuro. Es cierto que vamos caminando en la oscuridad, pero estamos llamados a vigilar. Cualquier momento puede ser la ocasión para descubrir la presencia del Señor en nuestra vida.   

El evangelio nos ayuda a ver estas actitudes de la atención y la vigilancia reflejadas en la parábola de los criados que aguardan el regreso de su amo.  

EL DEBER DEL PORTERO

Es importante el deber del portero. El texto evangélico se hace eco de su  misión en la última palabra de esa parábola. Con ello indica que ese era el punto central del mensaje.

• “Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el Señor de la casa”. Nuestros cálculos no son de fiar. Nuestros programas pastorales no pueden certificar el momento en que las personas y las estructuras podrán percibir la presencia del Señor.

• El Señor viene a este escenario del mundo. En realidad, está viniendo siempre. Pero nosotros vivimos distraídos, prestando solo atención a nuestros intereses y diversiones. Hemos de permane
cer a la espera de la manifestación del Señor.

  • Que no nos encuentre dormidos. En su exhortación “La alegría de Evangelio”, el papa Francisco mencionaba la acedia como una de las tentaciones del evangelizador. Parece que nos hemos quedado dormidos, pero ya es hora de sacudir nuestra pereza.

La vigilancia, una llamada a la esperanza Mc13,33-37 (ADV1-23)

1. El evangelio de Marcos propio del Ciclo B que inauguramos con este Adviento, insiste en el tema de la carta de Pablo. El c. 13 de Marcos se conoce como el "discurso escatológico" porque se afrontan las cosas que se refieren al final de la vida y de los tiempos. Es un discurso que tiene muchos parecidos con la literatura del judaísmo de la época que estaba muy determinada para la irrupción del juicio de Dios para cambiar el rumbo de la historia. Los otros evangelistas lo tomarían de Marcos y lo acomodarían a sus propias ideas. En todo caso, este discurso no corresponde exactamente a la idea que Jesús de Nazaret tenía sobre el fin del mundo o sobre la consumación de la historia.


2. Es bastante aceptado que es un discurso elaborado posteriormente, en situaciones nuevas y de crisis, sobre una “tradición” de Jesús y también de algo sucedido en tiempo del emperador Calígula. Aquí, el evangelista, se vale de la parábola del portero que recibe poderes para vigilar la casa hasta que el dueño vuelva. Estamos ante el final del discurso, y se ve que es como una especie de consecuencia que saca, el redactor del evangelio, de la tradición que le ha llegado a raíz de los acontecimientos que han podido marcar la crisis de Calígula, un hombre que no era agraciado ni en el cuerpo ni en el espíritu, como cuenta de él Suetonio (Calig., L). Los judíos habían derribado un altar pagano en Yamnia, y el emperador mandó hacer en el templo de Jerusalén un altar a Zeus. Para los judíos y los judeo-cristianos supuso una crisis de resistencia como oprimidos frente al poder del mundo. En aquél entonces algunos judeo-cristianos no habían roto todavía con el judaísmo y con el templo. No pueden desear otra cosa que legitimar su anhelo religioso en aras de una visión apocalíptica de la historia: sobre todo, es necesaria la fidelidad a Dios antes

que la lealtad a los poderes del mundo que oprimen.

3. En la historia de la humanidad siempre se repiten momentos de crisis; situaciones imposibles de dominar desde el punto de vista social y político, cuando no es una catástrofe natural. La interpretación religiosa de esos acontecimientos se presta a muchos matices y a veces a falsas promesas. El hecho de que no se pueda asegurar el día y la hora pone en evidencia a los grupos sectarios que se las pintan muy bien para atemorizar a personas abrumadas psicológicamente. El lenguaje apocalíptico, que no era lo propio de Jesús, se convierte para algunos en la panacea de la interpretación religiosa en los momentos de crisis y de identidad.

4. Hoy, sin embargo, debemos interpretar lo apocalíptico con sabiduría y en coherencia con la idea que Jesús tenía de Dios y de su acción salvadora de la humanidad. Se pide "vigilancia". ¿Qué significa? Pues que vivamos en la luz, en las huellas del Dios vivo, en el ámbito del Dios de la encarnación como misterio de donación y entrega. Ese es el secreto de la vigilancia cristiana y no las matemáticas o la precisión informática de nuestro final. Esto último no merece la pena de ninguna manera. Pero vigilar, es tan importante como saber vivir con dignidad y con esperanza. Hablar de la “segunda” venida del Señor hoy no tendría mucho sentido si no la entendemos como un encuentro a nivel personal y de toda la humanidad con aquél que ha dado sentido a la historia; un encuentro y una consumación, porque este mundo creado por Dios y redimido por Jesucristo no se quedará en el vacío, ni presa de un tiempo eternizado. Dios, por Jesucristo, consumará la historia como Él sabe hacerlo y no como los Calígula de turno pretenden protagonizar. Es esto lo que hay que esperar, y el Adviento debe sacar en nosotros a flote esa esperanza cristiana: todo acabará bien, en las manos de Dios.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/3-12-2023/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/

Calendario de lecturas evangélicas dominicales de ADVIENTO Ciclo B - Evangelista Marcos